Promete ser un 4 de julio desangelado en California, sin playas, ni bares, ni cines, ni muchos de sus restaurantes abiertos. El dramático incremento en el número de casos de Covid-19 de las últimas semanas ha obligado al gobernador Gavin Newsom a echar el freno e imponer nuevas restricciones.
El total de pacientes hospitalizados ha crecido un 52% en las últimas dos semanas, una tendencia preocupante en un estado donde los contagios ya rondan los 240.000 y las muertes han alcanzado las 6.168. En el resto del país se batió una marca el miércoles con 50.203 casos registrados en un solo día.
Las órdenes de Newsom afectan a los comedores interiores de los restaurantes -los que tengan espacios al aire libre podrán seguir operando- durante las próximas tres semanas. Tampoco podrán operar los museos, salones de juego, ni centros de entretenimiento en los 19 condados del estado donde se ha detectado un aumento de los contagios. La idea es frenar una nueva oleada de reuniones familiares y eventos sociales que desemboquen en más afectados en los próximos días.
«Tenemos que mantener la guardia arriba en términos de distancia con otras personas y en situaciones donde podamos transmitir el Covid-19», dijo Newsom en una rueda de prensa el miércoles. Anunció además que no habrá fuegos artificiales para celebrar el Día de la Independencia en Estados Unidos, una tradición que congrega a miles de personas cada año en todo el país.
Por eso, playas normalmente repletas en un puente así como las de la costa de Santa Mónica o Malibú estarán cerradas al público. El condado de Los Ángeles sigue siendo, de lejos, el principal foco de preocupación en California. Casi la mitad de los casos se han registrado en esta parte del Estado Dorado y un 55% del total de fallecidos. «Estamos en un momento crítico de la pandemia», dijo Bárbara Ferrer, la directora de Salud Pública de la región.
En otros condados como San Bernardino o Riverside, a las afueras de Los Angeles, los hospitales están cerca de alcanzar su máxima capacidad y muchos pacientes están siendo enviados a otras partes de la región.
Newsom aseguró que las nuevas medidas suponen un frenazo para la ‘quinta economía mundial’ que ya tenían previsto. «No es una sorpresa para nadie», indicó, después de que el primer estado en echar el cierre y ordenar cuarentenas a toda su población comenzara a reabrir a principios de mayo. Para el 12 de junio ya se habían reabierto iglesias, restaurantes, peluquerías, bares y gimnasios, una sensación de normalidad que ha tardado poco tiempo en desvanecerse.
El gobernador comenzó a encender las alarmas seis días después, el 18 de junio, al volver obligatorio el uso de mascarillas en público. Para entonces, parte del daño ya estaba hecho. Las manifestaciones por la muerte de George Floyd fueron masivas en las grandes ciudades californianas y regresaron las reuniones entre amigos. Para este puente, Newsom ha pedido que nadie se relacione con quien no viva bajo su mismo techo.
23 ESTADOS TOMAN MEDIDAS SIMILARES
California no es el único territorio que se ha visto obligado a dar marcha atrás en su proceso de reapertura. Otros 23 estados del país han tomado medidas similares tras superarse los 50.000 casos a nivel nacional en un solo día. Junto a California, cuatro estados han marcado máximas de contagios en un día: Arizona, Carolina del Norte, Tennessee y Texas. En este último, hay temor a que no haya suficientes camas en hospitales para atender a tanta gente.
Nada parece indicar que vaya a cambiar la tendencia. No hay obligación de llevar mascarilla al salir de casa, y con parques y otros lugares públicos abiertos, el fin de semana del 4 de julio puede ser una auténtica hecatombe para los centros médicos en las próximas semanas. «La combinación de viajes y reapertura, quizá en algunos casos demasiado temprano, con gente no tomando las necesarias medidas de precaución, pueden ser la tormenta perfecta», decía el doctor Joshua Barrocas, del Boston Medical Center, a la cadena CNN.
Mientras, el presidente Donald Trump aseguró desde la Casa Blanca que la situación está «controlada» y su vicepresidente, Mike Pence, insistió en la necesidad de reabrir para salvaguardar la economía. Ambos se han mantenido firmes en su discurso desde el principio.
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