Pete Buttigieg, un joven político de Indiana de perfil rompedor, y Bernie Sanders, el veterano senador izquierdista de Vermont, se colocan a la cabeza de los caucus de Iowa, primera cita de la larga campaña de primarias demócratas, en una jornada desconcertante por el fiasco del recuento.
Por EL PAÍS
El pistoletazo de salida hacia la presidencia más poderosa del mundo se convirtió en una fiesta de la confusión, un fracaso sideral. Los resultados de los caucus, las asambleas vecinales celebradas el lunes, llegaron con casi 24 horas de retraso por problemas técnicos e “incongruencias” en los datos recibidos. Cuando lo hicieron, supusieron una sorpresa fenomenal.
Con los datos del 62% de los distritos electorales disponibles, el tercero en los sondeos de Iowa, Buttigieg, se erigía vencedor (con el 26,99% de los delegados), seguido de cerca por el favorito, Sanders (25,1%). El primero es el más joven de la carrera, de 38 años, y el segundo, el mayor, con 78. Les separan cuatro décadas y muchas ideas —Buttigieg se enmarca en el lado moderado del espectro demócrata; Sanders es un declarado socialista—, pero ambos comparten un perfil atípico, outsiders en los códigos no escritos de las carreras presidenciales.
El Partido Demócrata busca al hombre o mujer con quien superar el trauma de 2016, cuando una candidata de manual, Hillary Clinton, cayó derrotada frente a lo que parecía un imposible, un chiste recurrente de los programas de humor. El país ha cambiado en estos cuatro años. Entonces, Donald Trump y Bernie Sanders eran, pese a las abismales diferencias en ideas y estilo, dos heterodoxos que habían llegado para sacudir la política estadounidense. Hoy, uno se sienta en el Despacho Oval y el otro ha pasado de moverse en los márgenes ideológicos del partido a representar una corriente central y situarse a la cabeza en las encuestas.
Buttigieg no es una criatura de Washington, se presentó a las primarias sin más experiencia en la Administración que ocho años de alcaldía de una ciudad de 100.000 habitantes, South Bend (Indiana). Si ganase, sería el primer presidente millennial, también el primero abiertamente homosexual. Forjado políticamente en un territorio eminentemente conservador, es religioso, exmilitar y muy culto, con un discurso de aire obamaniano que habla de unificar el país, de lograr una gran coalición de votantes. Sanders es el viejo rockero de la izquierda, un independiente que hace cuatro años empezó a sacudir los cimientos del Partido Demócrata, al enfrentarse con fuerza a Hillary Clinton, y ahora espera dar el golpe definitivo al tablero político.
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