Más de 900 trabajadores de atención médica esenciales en EE.UU. han muerto por la COVID-19, según información hasta este martes de una base de datos interactiva creada por el diario The Guardian y el servicio estadounidense de noticias de salud Kaiser Health News (KHN).
EFE
Lost on the Frontline, que según sus creadores es el recuento más completo de las muertes de trabajadores de salud en EE.UU., es resultado de una asociación entre las dos redacciones que tiene como objetivo contar, verificar y honrar a cada trabajador de salud de Estados Unidos que ha muerto durante la pandemia.
De acuerdo a KHN, a medida que aumentan los casos de coronavirus, y persiste la grave escasez de equipos de protección que salvan vidas, como máscaras N95, delantales y guantes, los trabajadores de salud del país se enfrentan de nuevo a condiciones potencialmente mortales, en especial en los estados del sur y el oeste.
A través de análisis y comparación de registros y fuentes, informes de colegas, redes sociales, obituarios en línea, sindicatos de trabajadores y medios locales, los reporteros de Lost on the Frontline han identificado a 922 trabajadores de salud que murieron por COVID-19 y sus complicaciones.
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Un equipo de más de 50 periodistas de The Guardian, KHN y de escuelas de periodismo han pasado meses investigando muertes individuales para comprobar que fueran a causa de la COVID-19 y de que los fallecidos efectivamente estuvieran trabajando en primera línea de batalla, en contacto directo con pacientes con la enfermedad o trabajando en lugares donde reciben tratamiento.
Los reporteros también han estado investigando las circunstancias de sus muertes, incluido su acceso a equipo de protección personal (EPP), y han estado contactando a familiares, compañeros de trabajo, representantes sindicales y empleadores para que comentaran sobre estas muertes.
167 HISTORIAS
Hasta el momento, se han publicado 167 con nombres, datos e historias de vida con colegas o seres queridos opinando y recordando sus vidas. Cada semana se publican los nombres de nuevas víctimas y cada muerte se confirma de manera individual antes de publicarla.
El recuento incluye médicos, enfermeras y paramédicos, así como personal de apoyo crucial, como conserjes de hospitales, administradores y trabajadores de hogares de adultos mayores.
Los primeros recuentos también sugieren que la mayoría de las muertes se produjeron entre personas de color, muchas de ellas inmigrantes. Pero debido a que esta base de datos es un trabajo en curso, con nuevos casos confirmados y sumados semanalmente, los primeros hallazgos representan una fracción del total de informes y no son representativos de todas las muertes de trabajadores de salud, advirtió KHN.
De los 167 trabajadores publicados en la base de datos hasta ahora la mayoría, 103 (62%), fueron identificadas como personas de color. La mayoría de las muertes, 103, ocurrieron en abril, después del aumento inicial de casos en la costa este.
De hecho, al menos 68 vivían en Nueva York y Nueva Jersey, dos estados muy afectados al comienzo de la pandemia, seguidos por Illinois y California.
Se informó que al menos 52 (31 %) tenían un equipo de protección inadecuado y que la edad promedio es de 57 años, aunque oscila entre los 20 y los 80 años, con 21 personas (13 %) menores de 40.
Aproximadamente un tercio, al menos 53, nacieron fuera de los Estados Unidos y 25 eran de Filipinas.
Asimismo, aunque el 38 % (64) fueron enfermeras, el total también incluía médicos, farmacéuticos, socorristas y técnicos hospitalarios, entre otros.
MALA PREPARACIÓN
Según KHN, la mala preparación, los errores del Gobierno y un sistema de salud sobrecargado aumentaron el riesgo. El acceso inadecuado a las pruebas, la escasez de equipos de protección en todo el país y la resistencia al distanciamiento social y al uso de máscaras han obligado a más internamientos en hospitales ya sobrecargados, y han elevado el número de muertos.
El Gobierno federal no ha registrado con precisión las muertes de trabajadores de salud. Hasta el domingo 9 de agosto, los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) de EE.UU. informaron 587 muertes entre este grupo, pero la agencia no enumera nombres específicos y ha admitido que se trata de un recuento insuficiente.
Las medidas recientes de la Casa Blanca subrayan la necesidad de datos públicos y responsabilidad. En julio, la administración Trump ordenó a los centros de salud que enviaran datos sobre hospitalizaciones y muertes por COVID-19 directamente al Departamento de Salud y Servicios Humanos, sin pasar por los CDC.
En los días siguientes, la información vital sobre la pandemia desapareció del ojo público. Los datos se restauraron más tarde después de una protesta pública, pero la agencia indicó que es posible que ya no actualice las cifras debido a un cambio en los requisitos de informes federales.
Los correos electrónicos obtenidos a través de una solicitud de registros públicos mostraron que los funcionarios federales y estatales estaban al tanto a fines de febrero de la grave escasez de equipos de protección.
El informe también ha examinado las muertes de 19 trabajadores de salud menores de 30 años que murieron por COVID-19.
EFE
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