El personal del club llamó a emergencias tras producirse los primeros desmayos. Los bomberos accedieron al club, en el que se estaba celebrando una fiesta de alto contenido sexual con protección respiratoria , tras una rápida comprobación, detectaron un exceso de monóxido de carbono en el aire, seguramente causado por la falta de ventilación. Tras pedir refuerzos, el jefe de bomberos ordenó la evacuación del edificio de tres plantas en el que ese momento había unas 350 personas celebrando la orgía.
En tangas y calzoncillos, en el mejor de los casos, el público salió a la calle. Los afectados hubieron de esperar durante unos tensos veinte minutos hasta que un total de 160 bomberos y policías repartieron toallas para que pudieran mínimamente cubrirse mientras se organizaba su transporte a un hospital cercano y pudiesen ser sometidos a un control rutinario.
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El ayuntamiento de Hattingen, una ciudad de 50.000 habitantes en la Cuenca del Ruhr, advertido del caso, fletó varios buses urbanos para facilitar el transporte.
«Ha sido muy fuerte, yo no daba crédito. Nunca había visto algo así. Pero es mi trabajo, así que los ayudé a subir uno por uno como pude al autobús, arrancamos, y los dejé en su destino», ha declarado uno de los conductores a la radio local.
La policía de Hattingen ha comprobado después que se había disparado la alarma de monóxido de carbono, pero que debido al ruido y el volumen de la música, nadie la había escuchado. En conjunto once personas han recibido tratamiento médico, varias de ellas no por intoxicación respiratoria sino porque resultaron heridas durante la atropellada evacuación.
Finalmente, a los invitados se les permitió regresar desde el hospital al edificio para recoger sus pertenencias personales. «La fiesta no continuó», informó el departamento de bomberos. «Muchos invitados, a pesar de la desafortunada situación, entendieron completamente el trabajo de los servicios de emergencia».
El monóxido de carbono (CO) es un gas incoloro, inodoro e insípido. Esto lo convierte en un peligro particularmente traicionero: si fluye, puede, a diferencia del humo, no verlo ni olerlo. Por eso también se le llama «asesino silencioso». Su envenenamiento provoca una falta masiva de oxígeno en el cuerpo. Las consecuencias incluyen dolores de cabeza, palpitaciones, náuseas, apatía, falta de aliento y, en el peor de los casos, muerte, según la concentración.
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