John Mecklin, editor jefe del Bulletin of the Atomic Scientists (Boletín de los Científicos Atómicos), una publicación online de divulgación científica que focaliza en “riesgo nuclear, cambio climático y tecnologías disruptivas”, entrevistó al director Christopher Nolan, a propósito del estreno de Oppenheimer, su esperada película que se estrenó esta semana en todo el mundo y que solo cosecha elogios y reseñas positivas.
Es un interesante relato de cómo un periodista no habitualmente relacionado ni acostumbrado a manejarse en la industria cinematográfica aborda a una estrella de ese mundo, desde la perspectiva de su publicación. Por esto también resultas interesantes las respuestas de Nolan sobre la concepción de la idea de la película, la investigación previa, situaciones de rodaje y también, lo que cree el cineasta representará la difusión de una obra artística sobre un tema central de la historia de la humanidad, del cual nos acercamos al centenario a pasos agigantados (no falta mucho para 2045, apenas 22 años), acorde a la velocidad de los tiempos que corren.
A continuación, fragmentos de la introducción de Mecklin a la entrevista y luego la entrevista propiamente dicha en toda su extensión, un documento valioso para entender el pensamiento de uno de los directores de cine más transcendentes de ese tiempo.
Informa John Mecklin al inicio de su texto: “La carrera por construir una bomba atómica estadounidense antes de que la Alemania nazi pudiera hacerse con una es, por derecho propio, un drama complicado y existencial de primer orden. Muchos de los mejores físicos de Los Álamos habían huido antes del Tercer Reich; sabían que Werner Heisenberg y otros científicos del emergente campo de la mecánica cuántica se habían quedado en Alemania y habían trabajado en una bomba nazi (aunque más tarde se puso en duda con qué fidelidad). Más allá de la gigantesca tarea de construir un laboratorio secreto en un lugar aislado de Nuevo México, atraer a los mejores científicos y gestionar sus extravagantes y a veces conflictivas personalidades, la saga de Oppenheimer incluye una serie de complejos aspectos personales, psicológicos y políticos. Oppenheimer, un polímata aparentemente tan interesado en la psicoterapia, la poesía, la religión oriental, las artes y los paseos a caballo por el interior de Nuevo México como en la física, era a la vez una figura imponente -una especie de héroe para muchos en Los Álamos- y un alma sensible y ambigua de cierta fragilidad.
Tras su formación en Harvard, Cambridge y la Universidad de Göttingen (Alemania) durante los años veinte, Oppenheimer se convirtió en una figura importante de la ciencia estadounidense y mundial al crear un programa de física en la Universidad de California, Berkeley, junto con un nombramiento conjunto en el prestigioso Instituto de Tecnología de California, o Caltech. Sus contribuciones a la física teórica fueron importantes en varios de sus subcampos, desde la teoría cuántica de campos hasta los fenómenos que llegaron a denominarse agujeros negros. En la California de los años 30, Oppenheimer también se interesó por las causas políticas de la izquierda. Su pertenencia a círculos progresistas en los que había miembros de grupos comunistas y socialistas estadounidenses no era particularmente inusual en el contexto de una gran depresión que entonces asolaba a la clase obrera estadounidense y el auge del fascismo en Europa. Muchos intelectuales estadounidenses de la izquierda política sentían cierta conexión con la Unión Soviética, especialmente en lo que respecta a su apoyo al gobierno republicano en la Guerra Civil española, contra los nacionalistas fascistas del general Francisco Franco”.
Y concluye en la introducción: “La historia de J. Robert Oppenheimer es rica, llena de matices, dramática, políticamente tensa, existencialmente importante, moralmente desafiante y, por lo tanto, una narración que se destaca de la serie general de secuelas de superhéroes animados y otras franquicias de Hollywood tan crudamente (a mi modo de ver) como la tarántula de Raymond Chandler en un torta de cumpleaños”.
“En la siguiente entrevista”, escribe el editor jefe del Bulletin of the Atomic Scientists, “le pregunté a Nolan cómo llegó a elegir a Oppenheimer como tema de una película y cómo redujo la extensa vida del físico -tal y como se expone en la biografía de más de 700 páginas de Kai Bird y Martin J. Sherwin, ganadora del Premio Pulitzer, American Prometheus- a un guión cinematográfico manejable. Sus respuestas constituyen una especie de historia de origen cinematográfico, que me pareció importante e interesante durante la entrevista y, tras una revisión posterior, aún más digna de atención, ya que Rusia sigue amenazando esporádicamente con el uso de armas nucleares en Ucrania”.
—Trabajó en un campo en el que el material es naturalmente desagradable; las armas nucleares no son algo de lo que la gente quiera hablar. Me interesa saber por qué eligió Oppenheimer como película. No es Batman o algo así.
—No, es algo que ha estado en mi radar durante varios años. Yo era un adolescente en los 80 en Inglaterra y era el momento álgido de la Campaña para el Desarme Nuclear, la Greenham Common; la amenaza de una guerra nuclear era el mayor miedo que todos teníamos. Creo que conocí a Oppenheimer en esa relación; creo que se hacía referencia a él en la canción de Sting sobre los rusos y habla de los “juguetes mortales” de Oppenheimer. Entonces formaba parte de la cultura pop, sin que supiéramos mucho de él.
En las décadas intermedias, conocí el hecho de que los científicos de Los Álamos en un momento habían determinado que había una pequeña posibilidad estadística de que la prueba Trinity encendiera la atmósfera y destruyera toda la vida en la Tierra. No podían matemáticamente, teóricamente, eliminar por completo esa posibilidad; siguieron adelante de todos modos. Y eso me pareció la situación más dramática de la historia del mundo, con cualquier tipo de posibilidad que supusiera el fin de la vida en la Tierra. Esa es una responsabilidad que nadie más en la historia del mundo había enfrentado.
Hice una referencia a ello en mi última película, Tenet; hay un diálogo, una referencia a esa situación exacta por parte de Oppenheimer. Esa película trata de una extrapolación de ciencia ficción de esa noción: ¿Se puede volver a poner la pasta de dientes en el tubo? El peligro del conocimiento es que, una vez desvelado, una vez conocido, una vez que es un hecho, no se puede dar marcha atrás al reloj y guardarlo.
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