En momentos en que Venezuela colapsa bajo una depresión económica de dimensiones pocas veces vista en el último siglo, al aislado régimen de Nicolás Maduro aún le queda un salvavidas que lo ayuda a mantenerse a flote: el oro. Así lo reseña El Nuevo Herald.
Por Antonio Maria Delgado / Kyra Gurney / Jay Weaver / Jim Wyss / Nicholas Nehamas / Bram Ebus
Las selvas del sur venezolano esconden toneladas del precioso metal, codiciado por banqueros, joyeros y fabricantes de productos electrónicos en todo el mundo. Durante la última década, decenas de miles de venezolanos empobrecidos han migrado hacia la zona desde otras partes del país para probar suerte en la minería ilegal, contagiados por la fiebre del oro.
La minería ilegal es controlada por elementos corruptos de las fuerzas armadas, la guerrilla colombiana y organizaciones delictivas venezolanas, en desenfrenadas operaciones de explotación que están destruyendo el frágil ecosistema de la selva, grandes cantidades de árboles y contaminando ríos y cuencas con mercurio, una sustancia en extremo tóxica.
Como resultado, la producción de oro venezolano ha aumentado significativamente y parte de la producción se está contrabandeando a través de la vecina Colombia hacia uno de los principales mercados mundiales del metal: Miami.
Organismos de seguridad en Colombia y Estados Unidos se empeñan en descubrir las redes venezolanas de contrabando, según fuentes familiarizadas con esas investigaciones. También tienen la mirada puesta en refinerías y comerciantes bajo sospecha de que se benefician del oro contrabandeado.
Estos esfuerzos por contener las operaciones ilegales con el “oro de sangre” es visto como importante para combatir a organizaciones colombianas del narcotráfico, que lavan el dinero obtenido con la venta de cocaína comerciando con el metal venezolano, así como para frenar al Ejército de Liberación Nacional (ELN), organización guerrillera colombiana que ha añadido el contrabando de oro a su cartera de operaciones criminales, que también incluye el narcotráfico y la extorsión.
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Determinar quienes están comprando “oro de sangre” venezolano es difícil, pero es visto como un paso importante por la administración del presidente Donald Trump en su intento por reducir las fuentes de ingresos que mantienen en pie al régimen de Maduro.
Maduro usa el dinero que generan las operaciones de oro y minería ilegal para comprar la lealtad de los militares. Debilitar esas operaciones restringiría el respaldo que recibe de las fuerzas armadas, señalan analistas y antiguos aliados.
Una vez que el oro venezolano entra al mercado estadounidense, se refina y se vende a grandes compañías. Eso significa que “oro de sangre” puede terminar en su reloj, sus joyas, su teléfono móvil o su auto.
De esa manera no solo está el consumidor estadounidense financiando sin saberlo un régimen que a los ojos de muchos se ha convertido en un sindicato del crimen organizado, sino que Miami —la capital del movimiento antimadurista— también es un importante piñón en la maquinaría de contrabando que ayuda a Maduro mantenerse en el poder.
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Con una economía abrumada por un colapso histórico y una reducción sustancial de la producción petrolera, el gobierno de Venezuela ha echado mano a uno de sus últimos salvavidas: el oro. El metal lo extraen de minas ubicadas en las selvas gente del gobierno, pandillas delictivas y grupos guerrilleros que usan equipos pesados y mercurio.
Parte del oro se contrabandea a la vecina Colombia en aviones, camiones, embarcaciones fluviales y mulas humanas. Otros cargamentos se envían por mar o avión a las islas caribeñas de Aruba y Curazao. Para ello, se falsifican documentos que indican que el oro se extrajo legalmente en Colombia u otro país. Los carteles de las drogas invierten frecuentemente en el negocio del oro para lavar dinero sucio.
El oro se envía entonces por avión a Miami, uno de los principales mercados mundiales del preciado metal. Otros cargamentos se envían a Turquía, los Emiratos Árabes Unidos y Suiza.
Después que se refina en Estados Unidos, el oro puede venderse a bancos, joyeros y empresas fabricantes de equipos electrónicos, y al final el metal termina en el bolsillo o alrededor del cuello de los consumidores.
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Entonces se envía el efectivo a Venezuela a través de Colombia y el Caribe, y al final llega a manos del régimen de Maduro.
Así es como Miami, un importante destino del oro venezolano, ayuda a Maduro a mantenerse a flote. https://t.co/MEbW4Ys3DW
De la serie "Venezuela: El paraíso de los contrabandistas" (THREAD) #Venezuela pic.twitter.com/b9xLeDqe2W— el Nuevo Herald (@elnuevoherald) July 23, 2019
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