La pandemia por el coronavirus COVID-19 ha provocado grandes impactos en las economías, debido a los largos periodos de cuarentena que han sido decretados para evitar la propagación de la enfermedad. Prácticamente las actividades comerciales y de servicio se han visto detenidas, lo que obligó a muchas empresas tanto públicas como privadas a cesantear a un importante número de personas.
Con información de HispanoPost / Juan Carlos Salas
Ante la grave crisis política, económica y social que hay en Venezuela, más de 4 millones de venezolanos decidieron salir del país buscando nuevos horizontes, una mayor calidad de vida y por supuesto ayudar a sus familiares económicamente, para hacer un poco más llevadera la situación.
En 2019, economistas como Asdrúbal Oliveros, de Ecoanalítica y Luis Vicente León, de Datanalisis, precisaban que al país entraban por concepto de remesas familiares un aproximado de 4 mil millones de dólares. Sin embargo, esta cifra cambió dramáticamente durante este año y hoy en día pronostican que solo 2 mil millones dólares, o quizás menos, podrían ingresar a la economía venezolana por el referido concepto.
HispanoPost contactó a dos venezolanos en el extranjero que viven en carne propia las consecuencias económicas de la COVID-19 y que están de manos atadas porque no tienen la posibilidad de ayudar a sus familiares en Venezuela.
Johan Graterol es un joven de 26 años de edad que se encontraba en Cali, en Colombia, trabajando como vendedor en una tienda y haciendo algunos trabajos de albañilería los fines de semana. Este venezolano lograba reunir aproximadamente 200 dólares que enviaba mensualmente a sus padres y hermanos que se encuentran en Barquisimeto, en el estado Lara.
“Como todos los venezolanos yo me fui para poder ayudar a mi familia. Semanalmente les enviaba el equivalente a 50 dólares y al mes podía llegar a los 200 dólares. Como mis padres son trabajadores jubilados, con ese dinero se ayudaban muchísimo para hacer mercado y también para comprar sus medicinas. Pero todo cambió cuando en Colombia decretaron la cuarentena, porque cerraron todos los comercios y todas las oficinas y a las tres semanas comenzaron a despedir a los trabajadores de los negocios y las empresas”, explicó.
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Precisó que en la tienda donde se desempeñaba como vendedor de teléfonos celulares le respetaron el sueldo las primeras dos semanas, pensando que la cuarentena no sería tan larga. Sin embargo, a mitad de la tercera semana lo llamaron para informarle que estaba despedido porque la empresa no tenía la capacidad de seguir pagándole.
“Yo tenía algunos ahorros y la primera quincena en la tienda me pagaron la mitad de mi salario y eso también lo ahorré. Sin embargo, ya para la segunda quincena nos dijeron a todos los vendedores que no podían seguir pagándonos y que estaban suspendidos los sueldos hasta que se acabara la cuarentena. Esa noticia me pegó mucho porque sabía que no podía seguir enviando dinero para Venezuela. En esta situación duré solo un mes, todo lo que tenía ahorrado tuve que pagarlo en alquiler y cuando se acabó el dinero, me pidieron que desocupara la habitación donde vivía de manera inmediata”, comentó.
Al verse sin trabajo y sin ahorros, decidió devolverse a Venezuela. Con ayuda de la alcaldía de Cali, logró conseguir un traslado hasta la frontera de San Antonio del Táchira.
“Me tocó dormir dos noches en una plaza con un grupo grande de venezolanos que estaban en mí misma situación. Gracias a Dios y a la alcaldía de Cali, nos montamos en un autobús que nos llevó hasta la frontera y allí pasamos a San Antonio del Táchira, donde pudimos ingresar al país. Luego de un mes de cuarentena ya estoy en Barquisimeto, estoy esperando que se reactiven de nuevo los negocios para ver si puedo conseguir trabajo”, contó.
Al ser consultado sobre cómo fue su experiencia en Colombia antes del COVID-19, el joven explicó que en ese país hay muchas oportunidades, siempre y cuando se tengan ganas de trabajar.
“Yo llegué a Colombia y a la semana ya estaba trabajando de vendedor. Al principio me comenzaron pagando el salario mínimo, pero luego de tres meses me pagaban un poquito más. Con ese salario mínimo podía pagar la habitación, comprar comida y mandar dinero para Venezuela. No era mucho, pero en algo ayudaba. Cuando comencé con un amigo a trabajar de albañil los fines de semana, entonces ganaba más y eso, como te comenté, me permitía enviar a mi familia 200 dólares al mes”, precisó.
Indicó que se encuentra sumamente angustiado por el futuro del país y reconoció que no se volvería a ir de nuevo. “Aunque me experiencia fue buena al principio y mala al final, creo que no me volvería a ir de Venezuela. Utilizaré lo aprendido tanto en la parte de venta como de albañilería para trabajar aquí en Barquisimeto y así poder hacer los 200 dólares que enviaba y, por qué no, hasta un poco más de dinero”, dijo.
Espero que esto acabe rápido
Anabel, una venezolana que vive en Buenos Aires, Argentina, y que se desempeña como vendedora, espera que la actividad comercial inicie pronto porque ya los ahorros se le están agotando y desde hace dos meses no puede enviar dinero suficiente a su familia.
“Desde que llegué a Buenos Aires hace dos años, siempre había tenido dos empleos. Desde hace más de año y medio yo no sé qué es un fin de semana libre. Antes de que comenzara la cuarentena en la mañana trabajaba como vendedora en una tienda de cosméticos y en la tarde como cajera en una especie de bodegón. Al mes ganaba algo más de 24 mil pesos y eso me permitía enviar dinero a mi familia en Venezuela. Al comenzar la cuarentena, la tienda de cosméticos cerró y de una vez nos suspendieron el salario. Gracias a Dios el bodegón como es venta de alimentos sigue abierto, pero ahora solo gano 14 mil pesos y eso solo me permite enviar a Venezuela 50 dólares al mes, cuando antes enviaba entre 200 y 300 dólares”, reveló.
Señaló que con el actual salario que devenga puede pagar el alquiler de la habitación donde se encuentra y comprar comida, pero la misión de mandar ayuda para su casa cada día es más difícil.
“Me siento muy impotente porque además sé que mi familia en Caracas no la está pasando bien. Siempre que los llamo no tienen agua, se les va la luz, los alimentos cada día están más caros y esto me hace sentir muy mal, porque el venezolano que me diga que salió de su país para no ayudar a su familia es un mentiroso. Debo dar gracias porque en la tienda me dijeron que apenas inicien las actividades mantendré mi trabajo y eso me permitirá poder seguir enviando la cantidad de dinero que enviaba antes”, sentenció.
Ambos venezolanos coincidieron en que el COVID-19 agarró por sorpresa al mundo entero y esperan que la situación económica mejore para así seguir trabajando y dar un poco más de comodidad a sus familias, que llevan 20 años soportando las consecuencias de un modelos económico y político que solo ha dejado atraso para el país.
Con información de HispanoPost / Juan Carlos Salas
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