La Navidad, en el mundo, celebra el nacimiento del Hijo de Dios. En Venezuela se instauró como la festividad que aprovecha este motivo para conjugar tradiciones criollas con el sentimiento de reencuentro y armonía familiar.
Por Ana Cristina Blanco | 2001
Una cena navideña con hallacas, pan de jamón, pernil, ensalada de gallina, panetón, torta negra y dulce lechosa fue siempre el centro de la tradición para el 24 de diciembre, cuando se espera el nacimiento del Niño Jesús. Para este día, la norma dictaba que todo el mundo en casa estrenaba ropa y zapatos, mientras que los pequeños recibían el esperado regalo del Niño y los grandes intercambiaban obsequios.
“Empecé a comprar los ingredientes para las hallacas en septiembre: aceitunas, pasitas y alcaparras, donde las veías más baratas. Después, hicimos una vaca en toda la familia para comprar carne, pollo y cochino. Para la cebolla y el pimentón, que es tan caro, ahorramos y vamos a comprarlo aquí en el Mercado Mayor de Coche que es un poco más barato”, relató Yolanda Contreras, de 65 años.
En su casa resolvieron explicar a los niños quién trae los regalos el 24 y por qué no pueden comprarlos. Para los estrenos “pedimos a amigos afuera que compren zapatos para los niños y los manden”.
Además de esto, lo natural para el venezolano era hacer fiestas con familiares, amigos y compañeros de trabajo durante todo diciembre. Las empresas solían brindar grandes agasajos a sus trabajadores y los más jóvenes planeaban salidas a diestra y siniestra.
Planificarse es vital. Frankarlo Gallardo tiene 38 años, es caraqueño, administrador de profesión y taxista de oficio. “Las cervezadas con la familia, los amigos y los vecinos eran diarias. Uno tomaba porque la tradición era que socializabas todos los días”, recordó. “Ahora ni una cerveza diaria se puede tomar porque el ingreso monetario no te lo permite; además, sería un derroche en alcohol que no debe ser”.
Entonces, él y su esposa decidieron fijar prioridades para mantener la tradición: “Las hallacas y el pernil son lo primero, no nos frenamos y pagamos lo que cueste. Ya me dieron precio de cinco dólares por el kilo de pernil. El pan de jamón no es tan importante, si se puede lo compramos”. Para lograrlo, él y su esposa decidieron restringir las “saliditas”.
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