La cuarentena puso en tres y dos a los empresarios. Ampliar la oferta de insumos va más allá de traer mercancía, porque la cadena podría derivar en evasión de impuestos e impulso a la economía informal.
Ingrid Bravo Balabu | El Diario
La crisis económica profundizada por la pandemia obligó a algunas empresas a cambiar de ramo o adaptar nuevas formas de producción para sobrevivir en Venezuela.
Durante el periodo de paralización como consecuencia del coronavirus, algunos comercios cambiaron drásticamente su actividad porque distribuir los productos o importar la materia prima elevó los costos.
Es común observar librerías, tiendas de ropa y fruterías que ahora ofrecen golosinas, productos de higiene personal y alimentos, en su mayoría, provenientes de otros países. Con este cambio no solo buscan garantizar el pago de alquiler, sino que permite ingresos para cancelar los salarios del personal y los servicios públicos.
Uno de los aspectos más significativos de este proceso es la informalidad que acarrea. En la cadena de comercialización surgen los proveedores que entregan insumos sin soportes ni facturas porque los costos son menores, además de la evasión de impuestos y el incumplimiento de los permisos establecidos en la ley.
En el municipio Libertador, varios locales venden más insumos de lo previsto en su documentación. Zapaterías pequeñas incorporaron maquillaje de réplica, ropa y juguetes, mientras que los restaurantes ahora tienen ferias de alimentos improvisadas.
En Chacao proliferan los bodegones. En la calle José Félix Sosa hay dos y en el establecimiento en el cual, durante años, estuvo un local de comida rápida, se habilitó un nuevo punto que venderá licores, chocolates y charcutería.
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