El consumo final de alimentos ha caído entre 25% y 48%, según la categoría, durante la cuarentena nacional, severamente afectado por las restricciones de movilidad, especialmente en áreas como comidas rápidas donde la paralización es casi total; sin embargo, no se espera ningún colapso en la producción por lo menos en las próximas semanas, porque las empresas tienen niveles de inventarios relativamente suficientes de materias primas para operar.
Por Armando J. Pernía | Banca y Negocios
De acuerdo con información obtenida por Banca y Negocios, los proveedores claves de materia prima importada y empaques para el procesamiento de alimentos tienen niveles de inventarios suficientes para un lapso que va desde 1,6 meses hasta un año, según la categoría, así que la mayor preocupación del sector radica en la movilidad del personal y el abastecimiento de combustibles para las plantas.
El reporte obtenido de fuentes directas del sector señala que, a pesar de que el impacto de la pandemia de Covid-19 en Venezuela fue sorpresivo, las procesadoras de alimentos pudieron hacer importaciones de materias primas a principios de año, cuando hubo un flujo regular de mercancías, de manera que, ante la baja sostenida del consumo, la situación parece bajo control.
Igualmente, la fuente apunta que, hasta ahora, no ha habido grandes problemas para la movilización de mercancía, porque el suministro de diesel se ha mantenido regular, mediante un racionamiento estricto de las reservas; sin embargo, el drama se registra con la flota que se moviliza con gasolina, y que ha obligado a las empresas a manejar operativos especiales con los vehículos disponibles para trasladar personal clave.
Como se trata de un sector estratégico, cuyas operaciones no son restringidas por el estado de alarma nacional, la industria de alimentos ha podido compensar la baja de demanda al detal con mayores volúmenes dirigidos al consumo industrial. Por ejemplo, las ventas de sal industrial subieron 50% en marzo pasado.
– Escenarios –
De acuerdo con la información obtenida por Banca y Negocios, el sector alimentos maneja varios escenarios para la normalización de actividades en el país. El más «optimista» fija la reactivación para finales de abril o principios de mayo, mientras que el más «pesimista» considera que la situación de emergencia sanitaria por el brote del coronavirus debería estar controlada para julio.
Ambos escenarios representan enormes riesgos para la sobrevivencia de muchas empresas. De acuerdo con las cifras que se manejan en el sector, el uso de la capacidad instalada oscila entre 15% y 29%, lo que no refleja un cambio demasiado sustantivo en comparación con los niveles de actividad previos a la crisis por la pandemia.
El consumo de alimentos venía severamente afectado por la hiperinflación y la depresión económica que el país padece desde 2014, de manera que el coronavirus no es más que un factor adicional -y se espera que coyuntural- que se añade a la precariedad preexistente.
Los industriales del sector alimentos han ido ajustando sus volúmenes a la demanda, pero hay preocupación por la sostenibilidad de los negocios, debido a que se espera una mayor contracción de la capacidad de consumo de la población, como consecuencia más grave de la crisis del coronavirus.
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