De aquella época de fraternidad inquebrantable entre Hugo Chávez y el matrimonio Kirchner, el gobierno “revolucionario” firmó contratos con la empresa argentina Granja Tres Arroyos por 82 millones de dólares para construir un polo avícola en Venezuela. Fue en el año 2009 y hoy, diez años después de aquellos anuncios que prometían la soberanía alimentaria para Venezuela, queda un pequeño galpón de cría de pollos olvidado en el Parque Nacional de Uverito en el Estado Monagas. Una millonaria estafa al pueblo venezolano que también ocasionó el desplome de la economía de una ciudad argentina que hoy se recupera de una burbuja que reventó muy pronto.
Rodolfo Rico y Adrián Pino / Armando.info
6 de marzo de 2008. Bajo la mirada del Libertador Simón Bolívar, entre paredes de caoba en el Salón de Ayacucho en el Palacio de Miraflores en Caracas, se firmaba una carta de intención entre la empresa avícola argentina Granja Tres Arroyos y PDVSA Agrícola, el brazo alimentario de la entonces poderosa Petróleos de Venezuela.
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En esos días, el gobierno de Venezuela anunciaba a viva voz que se iniciaba en el país un proceso de industrialización en el sector avícola destinado a garantizar la “soberanía alimentaria”. El programa era liderado por PDVSA Agrícola, dirigida por Egly Antonio Coronado, un tío del entonces presidente de la corporación petrolera Rafael Ramírez y era un ambicioso plan que incluía una inversión millonaria para dotar a Venezuela de la infraestructura, las capacidades técnicas y humanas necesarias para que produjera sus propios pollos.
Carlos Mario Plano, representante de la poderosa firma Granja Tres Arroyos había llegado a Caracas en el marco de una visita de la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner. Una visita con la pompa usual: militares vestidos de gala, de completo rojo y dorado con sus sables al cinto recibían a la presidenta Cristina Fernández, a quien Hugo Chávez trataba de hermana y que declaraba ese día como peronista. Los representantes de Granja Tres Arroyos esperaban para firmar una “carta de intención” que se traduciría en contratos por 82 millones de dólares.
Ese 6 de marzo de 2008 corrió la tinta de firmas: de contratos, de memorandos de intención o de entendimento, de compra venta y de logística. Compra de maquinarias, plantas agroindustriales, empresas mixtas con la petrolera del Estado argentino, o de alimentos y equipos del hogar a los supermercados COTO. Había dinero para todo el mundo. El petróleo amanecía ese día a 103 dólares el barril. Chávez aún no tenía cáncer, Néstor Kirchner estaba vivo. Y en Buenos Aires empezaba la temporada teatral.
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