Familia desestructurada, madre adicta, abuelo adoptivo, campeona mundial a los 16 años… Quienes pensaban en 2016 que Simone Biles tenía una vida de película no podían ni imaginarse lo que conocerían sobre ella en estos cinco años transcurridos hasta los Juegos de Tokio.
Natalia Arriaga / EFE
En la esfera competitiva, la gimnasta que parecía haber llegado a la cumbre con sus cinco medallas en Río ha revolucionado su deporte con dificultades nunca ejecutadas, que la han llevado a sumar todas las victorias posibles. Menos en las barras asimétricas, su asignatura pendiente.
Este domingo saldrá a escena en Tokio dispuesta a llevar su deporte a cotas difíciles de imaginar.
Su caudal inagotable de excelencia brota contra la corriente de unas circunstancias escalofriantes. A las ya conocidas relacionadas con su infancia hay que unir, según confesión propia, los abusos sexuales a los que la sometió durante años el médico del equipo estadounidense Larry Nassar, encarcelado de por vida.
Tras tomarse un año sabático al término de los Juegos de Río, en el que frecuentó alfombras rojas y estudios de televisión, Biles (Columbus, Ohio, 1997) regresó a la actualidad al sumarse en enero de 2018 a las otras gimnastas de su selección que habían denunciado los abusos de Nassar, que estaba siendo juzgado.
«Yo también soy una de las muchas supervivientes que sufrieron abusos sexuales por Larry Nassar”, escribió Biles en su cuenta de Twitter.
“Tendré que regresar continuamente al mismo centro de entrenamiento donde sufrí abusos. La mayoría de ustedes me conocen como una chica feliz, risueña y enérgica. Pero últimamente me he sentido rota y, cuanto más intento apagar la voz en mi cabeza, más fuerte grita. Ya no tengo miedo de contar mi historia», añadió.
Desde entonces, Biles ha sido el aliento en el cogote de la Federación de Gimnasia y el Comité Olímpico estadounidenses, a los que ha acusado de mirar para otro lado y de no facilitar una investigación independiente que aclare quién supo y toleró los abusos.
El compromiso de la joven gimnasta se trasladó a otras causas, como el feminismo o la igualdad racial. Apoyó a los candidatos Joe Biden-Kamala Harris y mostró su indignación tras el asalto al Congreso del pasado mes de enero.
Mientras, Biles dejó a la que había sido su entrenadora de los siete a los 18 años, Aimee Boorman, y comenzó a trabajar con el francés Laurent Landi. En julio de 2018 reapareció en competición en el Clásico de Estados Unidos, en el que logró la mejor puntuación (58,700) conseguida en cualquier competición por una gimnasta desde la que ella misma firmó en los Juegos de Río (62,198).
LA REVOLUCIÓN DE LA GIMNASIA
El lugar común que sostiene que los grandes campeones solo compiten contra sí mismos es, en el caso de Biles, una verdad palmaria.
Sin rival que pueda hacerle sombra desde hace años, al regresar de su año de descanso decidió reinventar su deporte. Y lo hizo con luz y taquígrafos.
Los vídeos de sus entrenamientos, en los que ensayaba elementos desconocidos o que solo habían practicado los hombres, anticiparon nuevas dificultades que presentó luego en la alta competición.
Primero fue el doble mortal atrás con triple giro en el ejercicio de suelo. Luego la salida en doble-doble de la barra de equilibrios. Llegó entonces el salto ‘yurchenko’ con doble mortal atrás carpado. Y, finalmente, seis giros seguidos sobre la barra.
Tanta revolución asustó a las jerarquías de la Federación Internacional (FIG), que otorgaron a algunos de esos elementos un grado de dificultad ridículo para que a otras gimnastas no les mereciera la pena el riesgo de intentarlo.
Desde los Juegos de Río, Biles ha participado en dos campeonatos del mundo, 2018 y 2019, en los que ha ganado nueve medallas de oro, una de plata y una de bronce.
En Tokio jugarán sobre seguro aquellos que apuesten por una victoria de Biles en la competición por equipos, el concurso completo individual y los ejercicios de suelo, salto y barra, si no media una caída como sucedió en Río. El sábado comenzará a competir en la ronda clasificatoria por países; ahí debe ganarse la plaza en todas las finales.
Las asimétricas son una cuenta que aún debe saldar. Los dos últimos mundiales los ganó en ese aparato la belga Nina Derwael. Junto a la china Liu Tingting, oro en barra en 2018, son las dos únicas gimnastas que han ganado un oro mundial en los últimos cuatro años en presencia de la multimedallista estadounidense.
Si revalida en Tokio el oro individual absoluto, Biles será solo la tercera mujer que lo consiga, después de la soviética Larisa Latynina (1956 y 1960) y la checa Vera Caslavska (1964 y 1968). Ni siquiera lo logró la rumana Nadia Comaneci, campeona en 1976 pero subcampeona en 1980.
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