Miriam Echenique prepara con sus vecinos jugo para hidratar a una treintena de jugadores en silla de ruedas que se alistan para un partido de baloncesto. Con espíritu deportivo y solidario, renuevan esperanzas frente a la crisis venezolana.
En una cancha que hasta hace unos meses era un basurero cubierto de maleza, hay un colorido cartel de bienvenida a un torneo protagonizado por el grupo de «Lesionados medulares de Venezuela».
«Esta cancha era horrible, nosotros la hemos recuperado», relata emocionada Miriam, de 52 años, quien forma parte del voluntariado Acción social Fe y Alegría en Artigas, una barriada de Caracas bordeada por frondosos árboles y modestas casas.
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Es el segundo encuentro deportivo disputado en la zona gracias a la gestión de Roiniel Álvarez ‘Choco’, un estudiante de 18 años a quien la vida le cambió al caer de un árbol de mango de siete metros de altura.
Aún en terapia, juega junto a compañeros que describe como «padres», todos con movilidad reducida.
Ahora «llegan fundaciones a tratar de apoyarnos en lo que pueden, antes aquí no se hacía nada», comenta a AFP ‘Choco’ recostado en una pared tras prestarle su silla a otro jugador.
Además de eventos deportivos, el grupo vecinal al que pertenece Miriam gestiona donaciones de medicamentos, algunos escasos hasta en 80% y otros impagables por una inflación que cerraría el año en 200.000%, según el FMI.
«No somos ningún partido político, ni nada por el estilo, somos un grupo de vecinos que nos organizamos», relata Miriam, al resaltar la «unión» surgida para afrontar las precariedades que impiden a muchos «ir al cine o la playa».
– «Un buen mensaje» –
Es sábado y el cielo irradia un celeste nítido. Sin techado, los jugadores sudan sin parar abrazados por el sol caribeño. Lejos de mostrar cansancio, disputan un «amistoso» previo al encuentro formal.
En el descanso, Miriam y varios vecinos ayudan a repartir sándwiches donados por la ONG Seamos Ángeles de Bendiciones, encabezada por Diógenes Urbina, camillero de hospital y mototaxista.
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Con fiereza, los jugadores luchan por llegar a la canasta impulsados por sus atléticos brazos. En las maniobras por hacerse del balón, ‘Choco’, uno de los más jóvenes del equipo, cae, pero entre todos le ayudan a levantarse.
A Luis Yegres, aguerrido jugador de 24 años que disfruta jugar de «escolta», le sobresale en su torso una cicatriz de bala que le recuerda sus «malas decisiones».
«Lo que más me gusta es hacer cortinas para que los compañeros pasen y puedan hacer el punto», relata Luis, que ahora trabaja como promotor deportivo en un ministerio.
Padre de un niño de cinco años, dice que su mentalidad cambió, por eso procura llevar «un buen mensaje» a las violentas barriadas de Caracas, poniendo como ejemplo sus propios errores.
«Todas estas cosas las hacemos por la comunidad», comenta Miriam, motivada por el ambiente distendido que se respira en la renovada cancha y con la mente puesta en el próximo reto: un comedor para mitigar el hambre en su barrio.
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