«Cuando sintamos nuestras espaldas contra la pared, cuando nos encontremos en un callejón sin salida, sin luz y sin escapatoria, cuando parezca que incluso Dios no responde, recordemos que no estamos solos». Las palabras del Papa Francisco han resonado este Domingo de Ramos en la celebración de la misa que abre la Semana Santa. El Pontífice escucha la lectura de la pasión según San Mateo de pie, con la cabeza gacha, hasta que se arrodilla en la cima del dolor, en el instante de la muerte: «Y Jesús lanzó un fuerte grito, murió».
Las lecturas de la liturgia y la imagen misma de la Basílica de San Pedro, vacía, sin siquiera los bancos donde los fieles suelen sentarse, con el Papa celebrando la misa en el altar de la Cátedra junto con algunos sacerdotes, devuelven el sentido de lo que está sucediendo en el mundo. Francisco murmura: «Hoy, en el drama de la pandemia, ante tantas certezas que se desmoronan, ante tantas expectativas traicionadas, en el sentimiento de abandono que aflige nuestros corazones, Jesús dice a cada uno: ‘Valor: abre tu corazón a mi amor. Sentirás el consuelo de Dios, que te apoya'».
Este domingo se ha celebrado también el Día Mundial de la Juventud y Francisco se ha dirigido a niñas y niños en particular para tomar el ejemplo de los modelos más auténticos: «Queridos amigos, mirad a los verdaderos héroes que salen a la luz en estos días: no son los que tienen fama, dinero y éxito, sino aquellos que se entregan para servir a los demás. Siéntete llamado a arriesgar tu vida. No tengas miedo de gastarla por Dios y por los demás: ¡la ganarás! Porque la vida es un regalo que se recibe entregándose. Y porque la mayor alegría es decir sí al amor, sin condiciones y sin peros. Como lo hizo Jesús por nosotros».
El Papa ha instado a los fieles a dar sentido al sufrimiento de estos días: «Queridos hermanos y hermanas, ¿qué podemos hacer ante Dios, que nos ha servido hasta para experimentar la traición y el abandono? No podemos traicionar para lo que fuimos creados, no podemos abandonar lo que importa. Estamos en el mundo para amarlo a Él y a los demás. El resto pasa, esto queda». Así, «el drama por el que estamos pasando nos empuja a tomar en serio lo que de verdad cuenta, a no perdernos en cosas triviales, a redescubrir que la vida no sirve de nada si no se sirve», ha concluido.
‘VIVIR PARA SERVIR’
Detrás de él, durante la misa, el Papa quiso que estuviera el icono de la Virgen Salus Populi Romani (que habitualmente permanece en la Basílica de Santa María la Mayor) y el Crucifijo de la iglesia de San Marcello, que en 1522 cruzó las calles de Roma para poner fin a la «gran plaga» de la peste. Son las mismas imágenes que habían acompañado en oración silenciosa al propio San Pedro cuando dijo: «Nadie se salvará a sí mismo». Así que ahora Francisco repite: «La vida se mide por el amor. En estos días santos, en casa, estamos ante Cristo crucificado, una medida del amor de Dios por nosotros. Ante Dios, que nos sirve hasta el punto de dar su vida por nosotros, pedimos la gracia de vivir para servir. Tratamos de contactar a los que sufren, los que están solos y los necesitados. No pensemos solo en lo que nos falta, sino en el bien que podemos hacer».
Esto es lo esencial, en estos días marcados por el coronavirussegún Jorge Bergoglio: «El Padre, que apoyó a Jesús en la Pasión, también nos anima en el servicio. Por supuesto, amar, rezar, perdonar, cuidar a los demás, tanto en la familia como en la sociedad, puede costar. Puede parecer un Vía Crucis. Pero la forma de servicio es la forma ganadora, que nos salvó y que salva nuestras vidas».
El Papa inaugura así una Semana Santa sin precedentes, en la que se han cancelado procesiones como la de las palmas o la misa Crismal de Jueves Santo, en la que se bendicen los santos óleos que servirán durante el año para impartir los sacramentos. Francisco celebrará la tradicional misa de Jueves Santo, pero ha cancelado el tradicional lavado de pies que solía realizar de visita a centros de acogida de refugiados o cárceles. El Viernes Santo habrá misa en el interior de la Basílica de San Pedro, cambiando el escenario del Coliseo donde se venía realizando desde 1964. Los fieles no podrán estar presentes tampoco en la Vigilia Pascual del Sábado ni en la misa del Domingo de Resurrección, tras la que el Papa impartirá la bendición ‘Urbi et Orbi’.
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