Han pasado dos semanas desde que Nueva Zelanda recomendó a sus habitantes quedarse en casa y evitar actividades como ir a la playa o hacer deportes al aire libre. Ninguna es una actividad esencial. También se ha dicho que se debe tener especial cuidado en no entorpecer la vía de recursos para los servicios de emergencia.
Por Anna Fifield / The Washington Post
La gente ha procurado hacer sus caminatas y viajes en bicicleta únicamente en sus respectivos vecindarios. También se han mantenido a 6 pies de distancia mientras uno por uno van hacer las compras al supermercado.
Pasaron sólo 10 días para encontrar señales de que estas medidas han sido efectivas. El número de casos nuevos ha diminuido en dos días consecutivos, a pesar del gran aumento de pruebas, con 54 nuevos reportados hasta este martes. “Las señales son prometedoras”, dijo Ashley Bloomfield, directora general de salud.
Estos resultados rápidos han motivado peticiones para aminorar las restricciones de encierro, al menos un poco, pues en cuatro días se celebran las vacaciones de semana santa. Sin embargo, la primera ministra, Jacinda Ardern, se ha mantenido firme en que Nueva Zelanda debe completar sus cuatro semanas de encierro: dos ciclos completos de incubación de 14 días.
¿Cómo le hizo Nueva Zelanda para controlar el brote tan rápido?
“Cuando llegué desde China hace un mes, me sorprendió que las autoridades no me tomaran la temperatura en el aeropuerto. Me dijeron que simplemente me aislara por 14 días (así lo hice)”, expresó.
Pero con el coronavirus desgarrando a Italia y extendiéndose en los Estados Unidos, este país -fuertemente dependiente del turismo: recibe cuatro millones de visitantes internacionales al año, casi tantos como su población total- hizo lo que antes era impensable: cerró sus fronteras a extranjeros.
Dos días después, Jacinda Ardern dio un discurso televisado desde su oficina -algo que no ocurría desde 1982- para anunciar un plan de alerta en respuesta a la pandemia. El lunes 23 de marzo la mandataria difundió otra declaración y le dio al país 48 horas para que se preparase para un bloqueo Nivel 4. “Actualmente tenemos 102 casos, dijo, pero también Italia los tuvo alguna vez”.
A partir de ese miércoles, todos tuvimos que quedarnos en casa durante cuatro semanas, a menos que trabajaran en un trabajo esencial, como atención médica, o fueran al supermercado o hicieran ejercicio cerca de su casa.
Poco antes de irme a la cama, mi teléfono sonó como una sirena mientras emitía la siguiente alerta de texto: “Actúa como si tuvieras Covid-19. Esto salvará vidas. Hagamos todo lo posible para unirnos contra Covid-19”.
Desde el comienzo, Jacinda Ardern y su equipo han hablado en un lenguaje simple: quédense en casa, no tengan contacto con nadie fuera y sean solidarios con los demás. Por lo general lo hace desde el podio de las conferencias de prensa, aunque también responde algunas preguntas en Facebook.
Ha habido críticos y rebeldes. La policía ha tenido que ordenar a algunos surfistas que salgan del mar. El ministro de salud fue atrapado andando en bicicleta y llevando a su familia a la playa (casi le cuesta su puesto de trabajo). Pero también ha habido un sentimiento colectivo. La respuesta ha sido notablemente apolítica. El Partido Nacional de centroderecha ha tomado claramente la decisión de no criticar las medidas del gobierno que está en funciones y, de hecho, lo ha ayudado.
Estos esfuerzos parecen estar dando sus frutos.
Después de alcanzar un máximo de 89 el 2 de abril, el número diario de casos nuevos se redujo a 67 el lunes y 54 el martes. La gran mayoría de los casos pueden vincularse a viajes internacionales, lo que hace que el seguimiento de contactos sea relativamente fácil, y muchos se consolidan en grupos identificables.
Debido a que hay poca evidencia de transmisión comunitaria, Nueva Zelanda no tiene un gran número de personas que abruman los hospitales. Solo una persona, una anciana con problemas de salud existentes, ha muerto.
“Jacinda abordó esto de manera decisiva e inequívoca y enfrentó la amenaza”, dijo Michael Baker, profesor de salud pública en la Universidad de Otago y uno de los mejores epidemiólogos del país. “Otros países han tenido una aceleración gradual, pero nuestro enfoque es exactamente el contrario”, explicó. Mientras otras naciones occidentales han tratado de frenar la enfermedad y “aplanar la curva”, Nueva Zelanda ha tratado de erradicarla por completo.
Incluso algunos médicos estadounidenses han recomendado a la administración de Trump seguir los mismos pasos.
En el caso de Nueva Zelanda, ser una pequeña nación insular facilita el cierre de fronteras. También ayuda que el país sea una especie de pueblo donde todos se conocen y todos los mensajes lleguen fácilmente.
El próximo desafío para Nueva Zelanda será, una vez que se elimine el virus, cómo mantener así la situación.
El país no podrá permitir la entrada de personas a Nueva Zelanda hasta que el virus haya dejado de circular a nivel mundial o se haya desarrollado una vacuna, dijo Baker.