La vida parecía prometedora el año pasado para Philaé Lachaux, una estudiante de administración de empresas de 22 años en Francia que soñaba con incursionar de manera independiente en la industria de la música en vivo, pero la aparición de la pandemia, que provocó que perdiera su trabajo de medio tiempo como mesera, la hizo tener que regresar a vivir a casa de su familia.
Ahora, con dificultad para vislumbrar un futuro tras meses de restricciones, Lachaux asegura que la soledad y la desesperación se hacen presentes por la noche.
“Miro al techo y siento un nudo en la garganta”, comentó. “Nunca había tenido tantos pensamientos suicidas”.
“La pandemia se siente como un gran alto en nuestras vidas”, añadió. “Uno que nos entristece tanto que me pregunto: ‘¿Qué sentido tiene todo esto?’”.
Los toques de queda, cierres y confinamientos en los países europeos se prolongarán hasta la primavera o incluso el verano, por lo que los profesionales de la salud mental están cada vez más alarmados por el deterioro del estado mental de los jóvenes, que, según dicen, han sido de los más afectados por un mundo con un sentido del futuro escorzado.
Puesto que son los últimos en la fila de las vacunas y las escuelas y universidades están cerradas, los jóvenes han tenido que cargar con gran parte de los sacrificios que se están haciendo principalmente para proteger a las personas mayores, que corren más riesgo de sufrir infecciones graves. Sin embargo, los profesionales de la salud mental afirman que la resiliencia de los jóvenes puede estar sobrestimada.
Con una vida social restringida e incertidumbre adicional en un momento ya precario de sus vidas, muchos jóvenes tienen la sensación de estar perdiendo tiempo valioso de sus mejores años.
En todo el mundo, han perdido oportunidades económicas, se han perdido de acontecimientos de vida importantes y han tenido que renunciar a sus relaciones en un momento crucial para la formación de la identidad.
“Muchos sienten que están pagando el precio no de la pandemia, sino de las medidas tomadas contra esta”, aseveró Nicolas Franck, director de una red psiquiátrica en Lyon, Francia.
Franck comentó que, en una encuesta de 30.000 personas que llevó a cabo la pasada primavera, los jóvenes ocuparon los puestos más bajos en cuanto a bienestar psicológico.
En Italia y los Países Bajos, algunas salas de psiquiatría para jóvenes se han llenado como nunca antes. En Francia, donde los estragos de la pandemia en la salud mental han llegado a los titulares de la prensa, los profesionales han instado a las autoridades a considerar la reapertura de las escuelas para combatir la soledad. En el Reino Unido, algunos terapeutas afirmaron que habían aconsejado a los pacientes que quebrantaran las normas de aislamiento para sobrellevar la situación.
En Estados Unidos, una cuarta parte de los jóvenes de entre 18 y 24 años afirmó haber considerado seriamente el suicidio, según un informe. En Latinoamérica y el Caribe, una encuesta realizada por UNICEF a 8000 jóvenes reveló que más de una cuarta parte había sufrido ansiedad y un quince por ciento, depresión.
Un estudio realizado el año pasado por la Organización Internacional del Trabajo en 112 países reveló que dos terceras partes de los jóvenes de 18 a 29 años podrían sufrir ansiedad y depresión.
Aún se están midiendo los efectos duraderos en los índices de suicidios, depresión y ansiedad, pero en entrevistas una docena de expertos en salud mental de Europa presentaron un panorama sombrío de una crisis que, en su opinión, debería tratarse con la misma seriedad que la contención del virus.
“Estamos en medio de una pandemia de salud mental y no creo que se le esté prestando la atención suficiente”, señaló Arkadius Kyllendahl, un psicoterapeuta de Londres que ha visto duplicarse el número de los clientes jóvenes en los últimos meses.
Una sensación de estar en el limbo
Muchos países europeos llegaron al otoño con la ilusión de haber frenado los brotes del virus, solo para enfrentarse a una ola de contagios aún mayor este invierno. Según los jóvenes, esto derivó en expectativas erróneas de que las restricciones severas terminarían pronto.
Los cierres les han ofrecido a algunos un respiro del estrés de la escuela o el trabajo, lo que los ha vuelto más resilientes, señalan los psicólogos, pero para otros, en especial para los que ya tenían problemas de salud mental o acceso limitado a la atención médica, su fragilidad se ha visto exacerbada.
“No tener el control de algo así induce a la ansiedad”, comentó Dalia al Dujaili, de 21 años, estudiante de la Universidad de Edimburgo.
A medida que la pandemia se ha ido prolongando, también lo ha hecho la sensación de estar en el limbo, comentó, y el año pasado probó por primera vez la terapia en línea.
“¿Qué estoy haciendo? ¿Para qué voy a obtener un título si no va a haber trabajo?”, preguntó.
Mencionó que algo muy bueno es que los jóvenes están más abiertos a hablar de sus dificultades.
“Todo el mundo habla de sus terapeutas y sus medicamentos”, indicó.
No obstante, eso no ha impedido que algunos se sientan culpables, dado que la pandemia ha afectado a todo el mundo.
“Hay personas con mayores dificultades: gente que ha perdido su trabajo o a un familiar a causa de la enfermedad”, dijo Marcelo Andreguetti, un diseñador gráfico brasileño que estudia en Colonia, Alemania.
Comentó que empezó a tomar antidepresivos cuando le diagnosticaron depresión y trastorno obsesivo compulsivo este año.
‘La soledad los lleva a la desesperación’
El invierno ha empeorado la situación, de acuerdo con lo que dicen terapeutas y psiquiatras, quienes afirman haber visto jóvenes que manifiestan síntomas más graves de ansiedad, depresión, trastornos alimentarios y adicciones.
En los Países Bajos, Robert Vermeiren, profesor de psiquiatría infantil en el Centro Médico de la Universidad de Leiden, dijo que la unidad de casos agudos que dirige ha estado llena durante semanas, algo que nunca le había sucedido.
Dijo que la situación era tan grave que su equipo no envió a los niños a casa para la Navidad, como haría en circunstancias normales. Añadió que el aislamiento también ha perturbado la transición habitual a la adolescencia, cuando los jóvenes pasan de pertenecerle a su familia a pertenecerles a sus compañeros.
“Se sienten vacíos, solos, y esa soledad los lleva a la desesperación”, aseguró.
En Italia, el año pasado se duplicaron las llamadas a la principal línea de atención a los jóvenes que han considerado o intentado autolesionarse. Las camas de la unidad de neuropsiquiatría infantil del Hospital Infantil Bambino Gesù de Roma están llenas desde octubre, según Stefano Vicari, director de la unidad.
Las hospitalizaciones de jóvenes italianos que se autolesionaron o intentaron suicidarse han aumentado un 30 por ciento durante la segunda ola de casos, añadió.
“A los que afirman que, después de todo, son desafíos que tienen que enfrentar los jóvenes y que saldrán fortalecidos, esto solo es aplicable para algunos, los que tienen más recursos”, dijo Vicari.
Catherine Seymour, jefa de investigación de la Fundación de Salud Mental, una organización benéfica con sede en el Reino Unido, dijo que los jóvenes que viven en hogares más pobres tienen más probabilidades de padecer ansiedad y depresión, según un estudio realizado a 2400 adolescentes.
“Puede ser que los que viven en hogares más pobres tengan más probabilidades de carecer de espacio suficiente y acceso a internet que les ayude con las tareas escolares y la comunicación con sus amigos”, afirmó Seymour. “Puede ser que también les afecten las preocupaciones económicas y el estrés de sus padres”.
Silvia Schneider, psicóloga de niños y adolescentes de Bochum, Alemania, mencionó que los gobiernos deberían transmitir mensajes claros en la televisión y las redes sociales.
“Hay que dar información muy fácil y accesible sobre cómo manejar la situación y reafirmarles que no están solos con estos retos”, dijo Schneider acerca de los jóvenes. “Y que hay cosas que pueden ayudarles”.
Para combatir los síntomas de la ansiedad y la depresión, algunos terapeutas, como Kyllendahl en Londres, les sugieren a sus clientes que pasen todo el tiempo posible en el exterior, aunque eso implique quebrantar las restricciones.
Con todo, algunos jóvenes ven un resquicio de esperanza.
“Por lo menos, la pandemia nos ha dado el derecho a estar tristes”, señaló Lachaux, la estudiante francesa. “No tenemos que demostrar todo el tiempo cuán fuertes somos”.
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