Los venezolanos estuvieron indefensos ante la voracidad del COVID-19 que sacudió sin contemplación y lo hizo a sus anchas durante el 2020, entre la falta de medidas gubernamentales que permitieran el control epidemiológico, una respuesta efectiva de un sólido sistema de salud con el diagnóstico a tiempo y una rigurosa campaña de difusión con voceros creíbles. Así lo consideran los expertos entre ese juego de flexibilidad, que convirtió a los médicos, en víctimas fatales en más del 80% de los 292 trabajadores de la salud fallecidos y a la data oficial general, en un misterio sobre el verdadero registro de contagiados.
Guiomar López | La Prensa de Lara
Ese ambiente vulnerable no cesó, frente al coronavirus que ya mostraba su agresividad desde octubre con rebrotes en Europa y en países con una mejor plataforma de salud. La carrera se disparó a más de 80 millones de contagiados en todo el mundo y más de un millón terminaron cremados por no superar las complicaciones. Venezuela superó los 113 mil infectados y brincó la talanquera con más de mil muertos, de esa data que tanta desconfianza genera entre especialistas, por la falta de pruebas o resultados tardíos de los mismos. Evidencias tangibles de un certero balance.
«Fue negativo, porque nos llegó una epidemia con toda su energía en plena crisis sanitaria», precisa Jaime Lorenzo, presidente de Médicos Unidos Venezuela, de ese piso agrietado por una migración forzada de profesionales que venían retirándose desde hace 3 años por los bajos sueldos, falta de insumos y deficiente infraestructura. Una plataforma desmantelada del recurso humano y en varios centros asistenciales, sin las camas de cuidados intensivos o equipos de ventilación para ayudar a los pulmones en esa deficiencia respiratoria que aqueja al 20% de los afectados críticos. Una neumonía que se ha vuelto tan familiar, que simplemente se asocia al virus. Se aíslan en el estatus de «sospechoso», pero muchas veces mueren sin la confirmación de las pruebas PCR, que pueden tardar hasta más de 15 días.
Con este panorama, muchos casos eran tratados en casa y aquellos que desconfían de la capacidad de respuesta pública, hacen el esfuerzo por poder costear los cuidados en una clínica. Los obliga ese miedo y pánico de sentir la muerte cerca, por lo que buscan asegurar la ventilación y evitar complicarse aún más con la inflamación de otros órganos. «Llega el COVID-19 con un escenario ya ineficiente, que no podía responder ante los pacientes de moderados a graves y condujo a la mayor demanda en privados», recordó René Rivas, titular del Colegio de Médicos de Lara, preocupado ante la nueva cepa que aun teniendo menos letalidad, es más contagiosa, tal como lo ha demostrado en Reino Unido.
Rivas comparte los argumentos de Lorenzo, al calificar al sistema público de salud «como un fracaso, con un régimen que no ha levantado la calidad de atención». Se refiere a esa crisis que también absorbió al Seguro Social, red ambulatoria, Barrio Adentro y demás subsistemas. Un cóctel que tuvo el aditivo de la flexibilidad «segura» en diciembre, para condimentar un posible rebrote del virus, que ya promete una cuarentena radical para 2.021.
Críticas de expertos que se estancaron en la insistente aclaratoria oficial de un 95% de recuperación y sin profundizar en medidas para que los venezolanos, realmente asumieran una conciencia preventiva que evitara más contagios. La preocupación sigue siendo, que a falta de respuesta pública, es pertinente el compromiso personal y obligatoriedad de la protección.
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