¿Qué es una pandemia? Se trata de una palabra que para muchos es familiar desde que el COVID-19 irrumpió en la humanidad. La Real Academia Española (RAE) la define como una enfermedad epidémica que se extiende a muchos países o que ataca a casi todos los individuos de una localidad o región.
Por Infobae
Las explicaciones y las soluciones asociadas a esta problemática son, gracias a la ciencia, variadas y eficaces. No por nada, se lograron mitigar las hospitalizaciones y los fallecimientos por el SARS-CoV-2 mediante la vacunación, solo por mencionar un ejemplo.
Por otro lado, uno de los diversos focos de estudio y análisis al respecto es el cambio climático. Jarbas Barbosa, director adjunto de la Organización Panamericana de la Salud advirtió anteriormente que los países “deben aprovechar las lecciones aprendidas durante la pandemia de COVID-19 para prepararse para el impacto del cambio climático y prevenir futuras crisis”.
Es que según Barbosa, “las altas temperaturas, los fenómenos meteorológicos extremos y la contaminación han provocado un aumento de las enfermedades cardiovasculares y respiratorias, así como un incremento de las enfermedades transmitidas por vectores como el Zika y el Chagas”.
En esa línea, recientemente, un estudio arrojó luz sobre la dinámica de supervivencia del virus SARS-CoV-2, responsable de la pandemia de COVID-19, en el aire que respiramos. La investigación liderada por la Universidad de Bristol y publicada en la revista Nature ha revelado el papel crítico del dióxido de carbono (CO2) en la determinación de la supervivencia de los virus transmitidos por el aire, destacando que controlar y potencialmente reducir los niveles de CO2 en la atmósfera pueden contribuir a la reducción del riesgo de infección.
Uno de los autores del trabajo, Allen Haddrell, detalló: “Sabíamos que el SARS-CoV-2, como otros virus, se propaga a través del aire que respiramos. Pero este estudio representa un gran avance en nuestra comprensión de exactamente cómo y por qué sucede esto y, fundamentalmente, qué se puede hacer para detenerlo. Esto demuestra que abrir una ventana puede ser más poderoso de lo que se pensaba originalmente, especialmente en habitaciones abarrotadas y mal ventiladas, ya que el aire fresco tendrá una menor concentración de CO2, lo que hará que el virus se inactive mucho más rápido”.
Para Haddrell, “el trabajo también resalta la importancia de nuestros objetivos globales de cero emisiones netas, porque la investigación indica que incluso niveles ligeramente elevados de CO2 , que están aumentando en la atmósfera con el cambio climático, pueden mejorar significativamente la tasa de supervivencia del virus y el riesgo se está extendiendo”.
Los resultados del estudio mostraron una correlación entre el aumento de las concentraciones de CO2 y la prolongación del tiempo durante el cual el virus permanece en el aire. Por ejemplo, según postularon los autores, a concentraciones de CO2 típicas en interiores, como 3000 partes por millón (ppm), la supervivencia del virus fue significativamente mayor que en entornos más ventilados. En esa línea, Haddrell explicó que el mencionado gas actúa como un ácido cuando interactúa con las gotas de aerosol exhaladas, lo que disminuye el pH de estas gotas y ralentiza la inactivación del virus, subrayando así la importancia de mantener bajos los niveles de CO2 para combatir la transmisión del virus.
La investigación reveló que el CO2 no solo es un indicador de la ventilación en interiores, sino que también influye en la supervivencia del virus en el aire. Los científicos encontraron que diferentes variantes del SARS-CoV-2 tienen distintas estabilidades en el aire, siendo la variante Ómicron la más resistente. Utilizando una tecnología desarrollada específicamente para este propósito, los investigadores pudieron simular las condiciones de aerosol exhalado en laboratorio y observar cómo variaba la supervivencia del virus con diferentes concentraciones de CO2 en el aire.
Haddrell dijo: “Esta relación arroja luz importante sobre por qué pueden ocurrir eventos de superpropagación bajo ciertas condiciones. El alto pH de las gotas exhaladas que contienen el virus SARS-CoV-2 es probablemente un factor importante de la pérdida de infecciosidad. El CO 2 se comporta como ácido cuando interactúa con las gotas. Esto hace que el pH de las gotas se vuelva menos alcalino, lo que hace que el virus dentro de ellas se inactive a un ritmo más lento.
“Es por eso que abrir una ventana es una estrategia de mitigación eficaz porque elimina físicamente el virus de la habitación, pero también hace que las gotas de aerosol sean más tóxicas para el virus”, planteó el especialista.
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