No ha llegado ni a dos meses el tiempo que el opositor ruso Alexéi Navalni ha pasado en la colonia penal IK-3 en Jarp, más conocida como ‘Lobo polar’, antes de que el Servicio Federal Penitenciario de Rusia haya anunciado su fallecimiento. Una prisión en el Ártico que no era, no obstante, la primera en la que ingresaba. A comienzos de 2021, entró en el centro penitenciario IK-2, en la región de Vladímir, donde sufrió todo tipo de torturas por parte de las autoridades.
Al inicio, no se le permitió descansar debidamente por la noche. Según informaron entonces sus abogados, cada hora, un empleado de prisiones le despertaba enfocando hacia su cara una potente linterna. Esa fue la primera razón por la que Navalni decidió querellarse contra el centro. «Exijo que me dejen dormir normalmente», declaró en el juicio.
Después le negaron la visita de un médico, por lo que se declaró en huelga de hambre durante varias semanas, agravando todavía más su estado físico. Se quejaba de fuertes dolores en la espalda y entumecimiento en una pierna, pero sólo logró que le suministraran dos píldoras de ibufreno. Un colectivo de médicos pidió asistencia para él y le fue concedida.
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