Las enfermedades infecciosas están haciendo estragos entre la población de la Franja de Gaza, según declaró el lunes la Organización Mundial de la Salud, conforme más personas huyen a los refugios superpoblados del sur, donde la terrible situación y la escasez de alimentos y agua potable han desencadenado una crisis de salud pública.
Por Clarín
Las limitadas instalaciones sanitarias y el hacinamiento en los refugios están provocando la propagación de enfermedades e impidiendo que la gente se recupere, dijo Shannon Barkley, jefa del equipo de sistemas de salud de las oficinas de la OMS en Gaza y Cisjordania.
El ejército israelí anunció el lunes la apertura de un segundo puesto de control de seguridad en el paso fronterizo de Kerem Shalom para controlar la ayuda humanitaria procedente de Egipto, lo que permitirá la entrada en Gaza de más alimentos, agua, suministros médicos y materiales para refugio. Muchas organizaciones humanitarias afirman que el ritmo de la ayuda que llega a Gaza desde la caída de un alto el fuego temporal este mes dista mucho de ser suficiente.
Barkley señaló que enfermedades tan comunes como un resfrío pueden suponer graves riesgos para los palestinos, especialmente para los niños, los ancianos y las personas inmunodeprimidas.
Aunque el colapso del sistema sanitario de Gaza ha dificultado el seguimiento de las cifras exactas de casos, la OMS ha informado de al menos 369.000 casos de enfermedades infecciosas desde el comienzo de la guerra, utilizando datos recogidos del Ministerio de Salud de Gaza y de la UNRWA. Según Barkley, es probable que estas cifras sean inferiores a las reales, ya que no incluyen los casos registrados en el norte de Gaza.
«Todos estamos enfermos», dijo Samah Al-Farra, de 46 años y madre de 10 hijos. «Todos mis hijos tienen fiebre alta y un virus estomacal».
Al-Farra hablaba por teléfono el lunes desde un campamento de desplazados palestinos en Rafah, donde la familia duerme en la arena desde que huyó de Khan Younis hace una semana. Durante los últimos tres días, Al-Farra dijo que ella y sus hijos han tenido fiebre alta y sufrido diarrea y vómitos persistentes.
«Todo esto se debe al agua que bebemos y a la carpa en la que vivimos», dijo.
Al-Farra, como muchos otros en el castigado enclave, dijo que beben la misma agua que utilizan para lavarse, y se quejaron de que olía mal.
«Cuando me lavo las manos, tengo la sensación de que están más sucias, no más limpias», señaló.
Su hija menor, Hala, de 6 años, había pasado la mayor parte de los últimos tres días durmiendo y estaba demasiado débil para pedir comida tras semanas de pasar hambre. «Solía suplicar que le dieran más comida, pero ahora ni siquiera puede retener algo», dijo Al-Farra. Su hijo de 9 años, Mohammad, sufría convulsiones, probablemente a causa de la fiebre, añadió.
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