«Es como perder a un padre». Los habitantes de San Petersburgo rindieron homenaje el jueves por la mañana a Yevgueni Prigozhin, jefe del grupo paramilitar Wagner convertido en enemigo del Kremlin, que supuestamente falleció en un accidente de avión.
Considerado como traidor por Vladimir Putin tras la rebelión armada del 23 y 24 de junio, Prigozhin conservó una particular popularidad en Rusia, donde su grupo tiene fama de despiadado y brutal, pero también de eficaz, especialmente en Ucrania.
Su labia, su brío salpicado de vulgaridad, su nacionalismo intransigente y sus desenfrenadas denuncias de la incompetencia de la élite militar le convirtieron en una figura de culto para algunos.
A la sombra del edificio de cristal donde Wagner instaló su cuartel general en la antigua capital imperial rusa, sus partidarios desfilaron el jueves para colocar claveles rojos, rosas o insignias con la calavera del logo del grupo armado.
‘Huérfana’
Aquí no se nombra su rebelión, ni el hecho de que Putin lo repudió, ni las posibles causas de la caída del avión en el que viajaba con sus colaboradores cercanos, entre ellos el jefe de operaciones de Wagner, Dmitri Utkin.
Sin embargo, los transeúntes no dudan en hablar de su cariño casi filial hacia el jefe de guerra, que pasó por las colonias penitenciarias soviéticas y se hizo rico en la hostelería, antes de servir al Kremlin en el campo de batalla y llevando a cabo campañas de desinformación en Internet.
Pavel Zakharov, hombre de negocios que vino a presentar sus respetos, comparó al fallecido con el expresidente francés y líder de la Resistencia contra los nazis, Charles De Gaulle.
«Es horrible. En Francia, cuando murió Charles De Gaulle, se decía que Francia quedó huérfana. Para mí, desde esta noche, Rusia quedó huérfana», afirmó el hombre de 36 años.
Trapo rojo
Con una calavera y una bandera rusa en su gorra, Igor, ingeniero de 42 años, también considera que quedó huérfano.
«Es como perder a un padre. Lo era todo para nosotros, siempre esperábamos escuchar lo que iba a decir el tío Jenia (el diminutivo de Yevgueni)», admitió.
Natalia, una joven de 31 años, vino en bicicleta a dejar un ramo. Dijo que siente que ha perdido a alguien cercano.
«Para nosotros era un amigo, un hermano. Creo que para todos los soldados es un momento muy importante», aseguró.
Aunque Natalia no compartió su opinión sobre las causas del accidente aéreo, mientras se especula sobre la posibilidad de que fuese un asesinato, explicó que teme que la muerte de Prigozhin pueda desestabilizar Rusia y provocar malestar.
«Espero que, para nuestra sociedad, esto no se convierta en un trapo rojo blandido delante de un toro», añadió.
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