Olga Slishik comenzó a temer lo peor cuando en enero su marido, Mijailo, ingeniero militar que servía en el frente en el este de Ucrania, no la llamó por su cumpleaños.
No era inusual que algunos días fuera imposible contactar a su esposo, de 40 años, pero Olga sabía que si él estaba bien habría hecho hasta lo imposible para hablar con ella ese 14 de enero.
“Estaba segura de que me llamaría o encontraría alguna manera de felicitarme. Pero tuve una pesadilla y sabía que algo andaba mal”, cuenta a la AFP esta mujer de 30 años, vestida de luto, con su hijo, Viktor, de dos años, en los brazos.
Al día siguiente recibió la noticia que tanto temía: Mijailo había perdido la vida en Soledar, una ciudad del este de Ucrania, que las tropas rusas conquistaron a inicios de año.
Olga es una de las cada vez más numerosas mujeres que han enviudado desde la invasión rusa de Ucrania lanzada hace más de un año.
Ninguna de las partes ha revelado las cifras exactas de los soldados caídos, aunque documentos de inteligencia estadounidenses filtrados recientemente dan números de hasta 17.500 soldados ucranianos muertos.
Olga se unió a un grupo en línea de viudas, que cuando su marido murió ya contaba más de 300 miembros. Ahora son más del doble.
“Aprendes a vivir con ello”
Olga, originaria de Mariúpol (sureste), una ciudad que cayó en los primeros meses de la invasión rusa, dice que sigue hablando con su marido “todo el tiempo, en mi cabeza y en voz alta”.
“Cuando no logro abrir una lata de conserva lloro de frustración y grito [a mi esposo] ‘¡Ni siquiera puede hacer esto!’ y de repente se abre”, cuenta.
Daria Mazur, de 41 años, se enteró de la muerte de su marido en 2014 al ver fotos de su cadáver cubierto de sangre en medios rusos tras encarnizados combates en el este de Ucrania con separatistas prorrusos apoyados por el Kremlin.
“El tiempo no sana. Solo te acostumbras. Lo aceptas. Aprendes a vivir con ello. Y el dolor se vuelve una parte de ti”, explica desde su cocina en Kiev, junto a fotos de su marido, sonriente, con sus hijos en brazos.
Se conocieron en una playa en 2006, se enamoraron y se casaron en 2010 en la región de Jersón (sur). Daria huyó de allí a la llegada de los rusos a inicios de 2022.
Cuenta que sintió la inquietud de su marido, Pavlo, que murió con 30 años, en la última conversación que tuvo con él.
“Me dijo: ‘por favor, prométeme que, me pase lo que me pase, serás feliz’”.
“Te necesito a mi lado”
“Estos hombres dan su vida para que nosotros podamos seguir viviendo”, añade, refiriéndose a los ucranianos en el frente de guerra.
Fue precisamente esa necesidad de encontrar algo para seguir adelante que empujó a Oksana Borkun, que también perdió a su marido en la invasión rusa, a crear “We Have to Live” (Debemos vivir), una organización de apoyo a las viudas, la misma a la que se unió Olga.
“Las mujeres afrontan un inmenso dolor, que te puede hacer perder la cabeza. La vida alrededor tuyo continúa, y necesitas hablar con gente que te puede entender”, explica Oksana.
La organización recauda dinero para las viudas, ofrece apoyo logístico y emocional, pero sobre todo proporciona una plataforma en línea para que puedan hablar.
Meses después de la muerte de su marido, Olga se pregunta si el sacrificio de su marido valió la pena.
“Me dijo que iba [a la guerra] por mi y Viktor”, explica.
“Pero si quieres que esté a salvo, que esté bien, te necesito a mi lado, no en otro sitio”, añade, dirigiéndose a su difunto marido e intentando controlar las lágrimas.
AFP
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