Lo que pasa en el municipio Antonio Díaz, del estado Delta Amacuro, parece ser lo más crudo de la crisis generalizada que vive el país. Si bien hay carencias y bajos salarios en las grandes ciudades, estas condiciones recrudecen en las comunidades indígenas con acceso fluvial.
“Al menos en Tucupita tú puedes ir a pie a tu escuela o agarrar un autobús. Todo es más sencillo. Pero allá en los caños todo es más difícil”, dijo un docente de la escuela de Musimurina, una comunidad que está a cinco horas por vía fluvial desde la capital deltana.
Él está entusiasmado con trabajar, pues estar en su ambiente de vida lo anima, pero el contexto comunitario es diferente.
La comunidad se ha ido quedando vacía. Los habitantes han tenido que salir a otras localidades más grandes o migrar a Brasil o Guyana, debido a la crisis económica que pega con más fuerzas en estas comunidades. Este reinicio de año escolar apenas puede ver a una docena de niños en una casa familiar que funciona como escuela, ya que la propia institución educativa se cayó.
La comida escolar difícilmente llega a esta comunidad; de hecho, en 2023 no ha llegado. Los dirigentes políticos del Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV), que ahora han asumido la responsabilidad de coordinar el traslado, alegan que no cuentan con motor fuera de borda ni combustible. La comunidad siempre espera estos alimentos cuando el gobierno de Delta Amacuro lleva a cabo algún operativo cercano.
A pesar de estas carencias, aunque difícil de creer incluso para él mismo, se encuentra animado de seguir enseñando a sus estudiantes. Está consciente de que su sueldo no le alcanza ni para comer, que debe ir a remo y en canoa hasta Tucupita, pero afirma que, de no mantener su firmeza, nadie más lo haría por su comunidad.
Cada día son menos los estudiantes, pero sus ganas de trabajar siguen intactas. Espera que algún día todo el panorama pueda cambiar.
Trabajo y asistencia escolar: la otra cara
Otra realidad se ve en la escuela indígena “Yakariyene”, ubicada en la comunidad Janokosebe, sector carretero del municipio Tucupita. Esta localidad, de unos mil habitantes, ha retomado las clases con normalidad, informó Domitilo Núñez, docente.
Los maestros, de mayoría indígena, se han incorporado al trabajo en una de las escuelas más cuidadas de la zona.
Núñez aclaró que “no todo es color de rosa”, pero el esfuerzo de la comunidad y los docentes, ha minimizado las carencias. Con esta unión y organización, han llevado el planteamiento de los problemas escolares y comunitarios a las instituciones del Estado, y estas han respondido positivamente.
Atienden a más de 100 estudiantes de educación primaria y cuentan ahora con los alimentos del programa escolar.
Núñez afirmó que la unión comunitaria con la escuela, ha sido una de las claves para hacer frente a las adversidades: todos tienen posturas diferentes frente a la realidad venezolana, solo que insiste y buscan solución a los problemas juntos.
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