“¡Mami me duele mucho la cabeza, no aguanto más!” fueron las palabras de una niña venezolana de 6 años, quien se observaba descompensada faltando 15 minutos para el mediodía, luego de cruzar el puente internacional Simón Bolívar, bajo una temperatura de 38 grados centígrados, para llegar a las inmediaciones de la sede de Migración Colombia, donde esperaba el transporte que diariamente traslada a los escolares que residen en Venezuela, pero estudian en el hermano país neogranadino.
Luz Dary Depablos, La Patilla
El cuero cabelludo de la estudiante de primer grado, se observaba enrojecido por la alta temperatura. Son miles de niños y adolescentes que diariamente deben caminar más de medio kilómetro “bajo un sol inclemente”, dijo Adriana Martínez, supervisora del transporte escolar en el puente internacional Simón Bolívar.
Martínez enfatizó que “realmente son muchos los riesgos que se ven aquí, son niños desde grado prescolar hasta grado 11, y por ser una zona de frontera, se mueve toda clase de personas, tanto para bien como para mal. Ellos (los estudiantes) están expuestos no solo al sol inclemente, también a enfrentamientos (entre grupos irregulares cerca del puente)”.
El restablecimiento de las relaciones comerciales entre Venezuela y Colombia, mantiene a los padres, representantes y operadores del transporte escolar, en expectativa y a la espera de algún pronunciamiento por parte de las autoridades de ambos países, pues las unidades tienen como parada o parqueadero, uno de los estacionamientos del Centro Nacional de Atención en Frontera (Cenaf) y de la Dirección de Impuestos y Aduanas Nacionales (Dian), que probablemente se activará en los próximos días por ser un área de carga, por lo que los estudiantes se quedarían sin un espacio seguro para abordar las unidades escolares.
Ante esta situación, padres y representantes esperan como parte de la reapertura gradual de esta frontera, que nuevamente se permita el paso a Venezuela de las 38 unidades escolares que diariamente trasladan a más de 4.430 niños que residen en municipios fronterizos venezolanos y estudian en escuelas y colegios de Colombia.
Cristina Herrera, madre de dos niños que residen en San Antonio (Táchira) y estudian en Villa del Rosario (Norte de Santander), pide que se permita el ingreso de los autobuses a Venezuela, para evitar seguir exponiendo a miles de niños a los peligros que se registran en los pasos binacionales.
“Yo he tenido inconvenientes con los carrucheros (personas que cargan maletas en carretillas), porque por pasar corriendo, no ven a los niños y les pasan por encima, y algunos niños pasan solos. Ya varios niños han sido golpeados y atropellados por maleteros”, aseguró Herrera.
Igualmente, Alexandra Parra, abuela de uno de los estudiantes que diariamente hace migración pendular, pidió que “ojalá otra vez permitan que los autobuses se paren allá en la Plaza de las Banderas”, ubicada cerca de la Aduana de San Antonio del Táchira.
El mal estado de las escuelas y liceos, además del pésimo estado de los servicios públicos en los municipios fronterizos de Táchira, ha generado un número importante de deserción escolar en estos planteles, por lo que miles de padres y representantes de niños venezolanos, colombianos o con doble nacionalidad que residen en la frontera venezolana, se ven obligados a llevar a sus hijos a estudiar en territorio colombiano.
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