No se trataba solo de conducir sus diferentes modelos de Land Rover y Range Rover dentro de las actividades familiares típicas de la corona, el mismo tipo de autos con los que se hacían las excursiones de caza del príncipe consorte, o sobre el cual se trepaba sin dudarlo en sus visitas a países de la British Commonwealth of Nations en África.
A Isabel II le atraían los vehículos a motor desde mucho antes de ser reina, cuando todavía era la princesa de Windsor. Fue durante la Segunda Guerra Mundial que Isabel, por pura insistencia personal, se unió como subalterna en el Servicio Territorial Auxiliar de Mujeres, donde aprendió el oficio de la mecánica y de la conducción de camiones.
Había algo en sus genes. De parte de su padre, el Rey Jorge VI, les había enseñado a conducir a ella y a su hermana, la princesa Margarita, en los territorios del Castillo de Balmoral, la residencia de descanso de la corona británica en Escocia.
Y por el lado de su madre también. Porque cuando estalló la Segunda Guerra Mundial en 1939, la Reina Madre rechazó la idea de que ella y sus hijas fueran trasladadas a Canadá para preservar su vida de eventuales ataques sobre territorio inglés, y decidió quedarse en el Palacio de Buckingham, comprometida con su esposo y con su reino.
El paso de Isabel II por el ejército fue de gran suceso y trascendencia. Son varios los documentos que demuestran su compromiso con la tarea, pero más aún, su determinación para actuar en caso de necesidad, tanto fuera ensuciándose las manos para intervenir en la mecánica de los vehículos medianos y pesados del ejército, como para subir a la cabina y conducir un camión militar.
Un particular documento en video, retrata una visita que sus padres, el Rey y la Reina Madre, hicieron al Servicio Territorial Auxiliar en 1945, con la sola finalidad de visitar a su hija mayor. En la película se puede ver a Isabel haciendo ambas tareas, la de mecánica y de conductora de un camión liviano.
Pero la relación entre Isabel II y los automóviles no quedó en aquellas intervenciones durante la Segunda Guerra Mundial. Ella disfrutaba conducir y lo hacía cada vez que tenía la oportunidad, sea dentro de Balmoral o en las calles de Londres. Había una particularidad, y era que por ser la Reina de Inglaterra, no tenía necesidad de utilizar matrícula en el automóvil que condujera, ni tampoco necesitaba licencia de conducir, puesto que, como es costumbre en Gran Bretaña, todos los documentos públicos son expedidos en su nombre.
Recién en 2019, cuando el príncipe consorte Felipe de Edimburgo, que todavía conducía su auto particular a pesar de ya tener 97 años de edad, sufrió un accidente al volante de su Range Rover en el condado de Norfolk, fue cuando la Reina de Inglaterra decidió dejar de tomar la conducción de sus automóviles, esgrimiendo razones de seguridad. Ella estaba próxima a cumplir 93 años y entendió que lo que le generaba placer, podía convertirse en una actividad que ya no debía practicar y preocuparía al pueblo inglés.
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