Hace 10 días, el número de infectados por COVID diarios en el mundo promediaba 1,5 millones y ya los expertos de la Organización Mundial de la Salud (OMS) advertían que se estaban haciendo menos testeos para rastrear al coronavirus y que eso era un problema para vigilar las mutaciones que el patógeno realiza con el tiempo.
Ayer, la Universidad Johns Hopkins de Estados Unidos que contabiliza el número de positivos diarios gracias a los reportes que envían los países a la OMS, registró 900.000 nuevos contagios en solo 24 horas, muy por debajo de los más de 2 millones que venía computando. Y hace dos días las cifras marcaban solo 320.000 positivos.
Es indudable que la variante Ómicron está en retirada si miramos los picos registrados hace tres o cuatro meses. Pero los especialistas advierten que nuevas subvariantes como BA.2, BA.4 y BA.5 de Ómicron están avanzando y que hay dificultades para rastrearlas por los pocos testeos que hoy las naciones y los particulares en forma privada realizan diariamente.
“Varios países están reduciendo drásticamente las pruebas” diagnósticas sobre la COVID-19. Esto inhibe nuestra capacidad para ver dónde está el virus, cómo se está propagando y evolucionando”, alertó la semana pasada el director general de la Organización Mundial de la Salud, Tedros Adhanom Ghebreyesus.
Y agregó: “Las pruebas siguen siendo una herramienta vital en nuestra lucha contra la pandemia, como parte de una estrategia integral”, consideró el funcionario. Además, planteó un riesgo real frente a que los científicos de todo el mundo “pierdan de vista” las nuevas variantes del coronavirus a medida que los testeos caen en picada y se desmantela la infraestructura de vigilancia clave para este patógeno que todavía no se fue.
El Instituto de Métricas y Evaluación de la Salud de Estados Unidos estima que solo se detecta el 7% de los casos positivos de COVID-19 en ese país, lo que significa que las tasas de casos son en realidad 14,5 veces más altas que las reportadas oficialmente. La última vez que la tasa de detección de infecciones fue tan baja fue al comienzo de la pandemia, en marzo de 2020. La disminución significativa en el informe de datos y a nivel nacional en las pruebas públicas han dejado a los expertos en salud preocupados de que los funcionarios puedan estar pasando por alto los aumentos repentinos virales y sin saber acerca de las verdaderas tasas de positividad en el país, dada la falta de información.
“Creo que estamos subestimando dramáticamente los casos. Probablemente solo estamos detectando una de cada siete o una de cada ocho infecciones. Entonces, cuando decimos que hay 30,000 infecciones por día, probablemente esté más cerca de un cuarto de millón de infecciones por día, “, dijo el ex comisionado de la FDA, el doctor Scott Gottlieb, durante una aparición en “Face the Nation” de CBS el domingo.
El prestigioso neurólogo argentino Conrado Estol, que se ha vuelto un especialista en información y datos durante la pandemia, afirmó a Infobae que el momento epidemiológico es fundamental para determinar los testeos.
“En Argentina, con una baja tasa de infección como es lo que ocurre por estos días, no es tan crítico el contar el número de positivos. Entonces, los números duros de hospitalización y muerte son los que confirman efectivamente que haya un número bajo de infectados. Sin embargo, es importante testear en medio de un brote, como está ocurriendo en Asia o Europa. Probablemente aumente también en Estados Unidos, donde en la última semana se incrementaron las hospitalizaciones en un 29% en Nueva York, en personas mayores de 60 años por BA.2. De hecho en el Estado de Nueva York, ya han registrado la subvariante BA.12 y BA.12.1, que son mucho más contagiosas que BA.2 de Ómicron”, sostuvo Estol.
“Pero han pasado dos cosas importantes. En el caso de los europeos, que están avanzados en la vacunación con dosis de refuerzo, distinto de lo que pasa en EEUU o en Argentina que estamos rezagados en la aplicación de terceras dosis, la enfermedad fue muy menor. Eso hizo que mucha gente con síntomas menores ni se testeara. La otra variable es que aquellas personas que dan positivo mediante un test casero, no figuran en la mayoría de los casos en las listas oficiales de los países. Igualmente se sabe que es de una gran utilizada, ya que al hacerse el test, la persona puede saber si tiene un resfrío, gripe o COVID-19, y así aislarse”, agregó el experto.
Y completó: “Pero la disponibilidad de estos test de antígenos y el hecho de que la gente sabe que la mayoría tiene resfrío o síntomas, han disminuido la cantidad en el conteo de infectados, que por otro lado siempre fue así. Siempre hubo muchos más casos reales que los notificados. Sería importante que ante un brote, el Estado provea de testeos por PCR como debió hacerse en la Argentina en forma masiva durante la pandemia”.
La doctora Liliana Vázquez, médica infectóloga (MN 67434), especialista en infectología perinatal y pediátrica en Funcei afirmó a Infobae que en Argentina siempre los testeos fueron bajos. “Hoy hay distintas forma de evaluar la enfermedad. Tanto el número de casos no es parámetro para hacerlo. El dato a seguir hoy es la cantidad de internados en relación a los muertos”.
“En esta segunda etapa de la enfermedad en el país, que nos encuentra con una aplica cantidad de gente vacunada, no implica necesariamente el saber el número total de casos, cuando el comportamiento hoy de la enfermedad es diferente. Hoy ya no tenemos la morbilidad y mortalidad que teníamos antes. Por eso es importante en nuestro país seguir atentos a la cantidad de gente que se interna por COVID, la cantidad de camas disponibles de UTI y la mortalidad”, precisó la experta.
“Una respuesta eficaz de salud pública depende de datos de alta calidad en tiempo real”, precisó el doctor John Brownstein, epidemiólogo del Boston Children’s Hospital. “La notificación insuficiente, impulsada por los cambios en el comportamiento de las pruebas, la falta de interés público y los departamentos de salud pública locales con fondos insuficientes, crean una tormenta perfecta de recuentos de casos y hospitalizaciones engañosas”. Desde el verano boreal pasado, docenas de estados en EEUU, junto con agencias federales, han optado por reducir los informes regulares de datos de COVID-19. Un número cada vez menor de estados aún ofrece informes diarios de datos de COVID-19, y la mayoría ahora cambia a un horario de días alternos o incluso a un horario semanal.
“Con las definiciones de casos cambiantes para hospitalizaciones, la disminución de las pruebas y el mayor uso de pruebas rápidas en el hogar, los datos sobre COVID-19 en los EEUU se han vuelto cada vez más difíciles de interpretar”, indicó Sam Scarpino, vicepresidente de vigilancia de patógenos en la Fundación Rockefeller. En consecuencia, los niveles de prueba se encuentran ahora en su punto más bajo desde junio de 2020, con una caída de más del 80 % en los números oficiales de prueba desde principios de año, con solo medio millón de pruebas reportadas diariamente, en comparación con 2.5 millones de pruebas reportadas a nivel nacional durante pico viral en enero.
Docenas de estados también se han movido para cerrar los sitios públicos de prueba, ya que las pruebas de COVID-19 en el hogar se han vuelto más accesibles. “Estas son aguas desconocidas para nosotros con este virus. Probablemente estemos subestimando la cantidad de infecciones que estamos teniendo en este momento, porque muchas de las infecciones son asintomáticas o mínimamente sintomáticas, y lo perderá si la gente lo hace en casa y no se informa a un banco central”, dijo el doctor Anthony Fauci en una entrevista la semana pasada, reiterando que es imposible predecir cómo se desarrollará el COVID-19 en los próximos meses.
Los datos de hospitalización
Los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades actualizaron recientemente sus pautas sobre cómo determina el nivel de riesgo de COVID-19 en las comunidades. En lugar de depender principalmente del porcentaje de pruebas positivas, el método ahora enfatiza las admisiones hospitalarias y las camas ocupadas junto con el recuento de casos de COVID-19. Para muchos funcionarios, monitorear las hospitalizaciones por COVID-19 relacionadas con el virus ha sido clave para evaluar el estado de la pandemia. Sin embargo, en los últimos meses, los datos de hospitalización también se han vuelto menos accesibles.
A principios de este año, el Departamento de Salud y Servicios Humanos eliminó el requisito de que los hospitales informen varias métricas clave de COVID-19, incluido un total diario de la cantidad de muertes por COVID-19, la cantidad de pacientes ventilados y desbordados en el departamento de emergencias, e información sobre la escasez crítica de personal.
“Los datos de hospitalización ahora se consideran una métrica clave que define la gravedad de la pandemia por parte de los CDC. Al mismo tiempo, con brechas masivas en los datos de hospitales y estados, es difícil fijar estos datos como un estándar de oro mediante el cual se pueden tomar decisiones políticas”, explicó Brownstein. Mientras tanto, la demanda de pruebas PCR de COVID-19 está cayendo a medida que más personas usan pruebas rápidas en el hogar, cuyos resultados a menudo no se informan a las agencias de salud pública.
En los EEUU, todo esto ha llevado a algunas jurisdicciones a reducir la capacidad de prueba de COVID-19 y los esfuerzos de rastreo de contactos. “Estamos en un lugar donde podemos centrarnos un poco más en las enfermedades graves porque tenemos una inmunidad tan alta en nuestra población, tanto a través de la vacunación como a través de infecciones recientes, particularmente con Omicron”, afirmó la doctora Crystal Watson, investigadora principal de la el Centro Johns Hopkins para la Seguridad de la Salud.
Sin embargo, esto podría dar lugar a lagunas en nuestra comprensión de la amplitud de la circulación de la COVID-19. “Las hospitalizaciones son un indicador rezagado, por lo que es realmente importante mantener la vigilancia donde podamos para tener una advertencia temprana de que se avecina un aumento y vigilar nuevas variantes que puedan tener consecuencias”, concluyó Watson.
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