La energía nuclear tuvo desde sus orígenes dos grandes peligros: su uso como arma y el riesgo de accidente. La Humanidad ya vio los dos en práctica.
Estados Unidos lanzó en 1945 sobre las ciudades japonesas de Hiroshima y Nagasaki los dos únicos ataques nucleares de la historia. Las centrales nucleares de Three Mile Island (Estados Unidos), Chernobyl (antigua Unión Soviética, hoy Ucrania) y Fukushima (Japón) son suficiente advertencia sobre los peligros de las fugas radioactivas tras accidentes nucleares.
Ahora, el ataque de Rusia contra Ucrania abre un nuevo escenario.
Esta guerra es la primera de la historia que se produce en el territorio de un país con centrales nucleares. Y no uno cualquiera: Ucrania tiene en Zaporijia la mayor central nuclear de Europa con seis reactores que, todos en marcha, producen casi 6 Gwh. Es el segundo país europeo con más potencia nuclear instalada después de Francia y Rusia.
Una nueva era
Es Chernobyl uno de los nombres que evocan mayor terror en Europa. Con el ataque ruso a Ucrania y el cañoneo con tanques de varios edificios de esa central se entra en una nueva era, la de las centrales nucleares como objetivo bélico para aterrorizar a la población o para provocar radiación por fugas.
Ucrania usa los ataques rusos a esas centrales a su favor. El presidente ucraniano Volodimir Zelenski dijo la semana pasada que una explosión de la central nuclear de Zaporijia –que los expertos descartan por el diseño de la misma- “sería el fin de todo, el fin de Europa”.
En Ucrania se llama “terrorismo nuclear” a esos ataques. Lo que no descartan los expertos es que las centrales se queden sin energía para enfriar los reactores o que empleados de las mismas, trabajando bajo presión y a órdenes de militares no especializados en centrales nucleares, puedan cometer algún error.
Además de Zaporijia, los combates rompieron conexiones eléctricas que alimentan la central nuclear de Chernobyl (que todavía tiene un reactor en funcionamiento).
En los últimos cuatro días, a pesar de los anuncios de que iba a ser reconectada a la red eléctrica, la central ha estado normalmente desconectada y usando para sus sistemas de refrigeración sus motores auxiliares, alimentados por diésel. Si ese diésel se acaba y no se puede reponer por la situación bélica en la zona en pocos días empezaría a haber problemas de seguridad.
La Agencia Internacional de la Energía Atómica supervisa la situación pero no consiguió hasta ahora que sus técnicos pudieran acceder a la central. También la de un reactor de investigación del Instituto de Física de la Universidad de Jarkov, bombardeada por los rusos desde hace días.
Ucrania tiene en total 15 reactores nucleares en cuatro centrales, suficientes para producir algo más de la mitad del consumo eléctrico del país. También tiene centros de investigación nuclear como el de Jarkov y depósitos de residuos radioactivos.
La Agencia, que dirige el diplomático argentino Rafael Mariano Grossi, no tiene acceso desde hace días a los sistemas de control de los materiales radioactivos de Chernobyl.
Grossi dijo que el cañoneo de Zaporijia había sido un ataque “sin precedentes” y “extremadamente preocupante”. Y aunque el presidente ruso Vladimir Putin dijo al francés Emmanuel Macron que no tenía ninguna intención de atacar las centrales, la palabra del ruso en Europa ya no vale nada.
Las convenciones internacionales prohíben los ataques sobre instalaciones nucleares no como tales sino porque son parte esencial de las infraestructuras civiles.
Fuentes diplomáticas europeas creen que Putin juega con el miedo a un accidente nuclear para empujar a más poblaciones a tomar el camino del éxodo. Este lunes la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados contaba que se habían superado ya los 2,7 millones de refugiados ucranianos desde el pasado 24 de febrero.
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