Ni las amenazas de multas, detenciones, confiscación de vehículos o retirada de la custodia de sus hijos están haciendo mella entre los manifestantes antivacunas que llevan casi dos semanas ocupando el centro de Ottawa con camiones pesados y proclaman que nadie les va a sacar de la ciudad.
EFE
«Nos vamos a mantener en nuestras trece. No nos vamos a ir», explicaba este miércoles desafiante, entre los aplausos de incondicionales, a un grupo de periodistas el controvertido político derechista canadiense Randy Hillier, que fue expulsado del Partido Conservador en 2019 por burlarse del padre de un niño autista.
Hillier y otro polémico político, Maxime Bernier, líder del Partido Popular de Canadá (PPC), habían convocado en Ottawa una rueda de prensa para presentar a algunos de los protagonistas de la protesta.
Arropados por Hillier y Bernier, que fue ministro de Defensa y Asuntos Exteriores entre 2007 y 2011 durante los Gobiernos del primer ministro conservador Stephen Harper y abandonó el partido en 2018 para crear el PPC, a la derecha de su antigua formación política, los manifestantes desfilaron por los micrófonos.
Primero un ranchero de la provincia de Alberta, en el oeste del país, que se unió al autodenominado «Convoy de la Libertad» junto con sus tres hijos. Después, un granjero, también del oeste del país, fundador de la organización Take Back Our Freedoms (TBOF o «Recuperemos Nuestras Libertades»).
Tampoco faltaron un par de doctores opuestos a las conclusiones de la mayoría de científicos del mundo sobre la epidemia y su tratamiento. Y un religioso, Henry Hildebrandt, un pastor protestante que bendijo a los camioneros antivacunas y sus acciones.
«Canadá se fundó sobre principios que reconocen la supremacía de Dios. Estoy aquí para representar a Dios. ¡Llevo aquí 12 días y no me puedo ir porque cada vez que veo a un camionero doy las gracias a Dios!», explicó Hildebrandt.
«Amigos, nuestras oraciones han sido contestadas. Diputado tras diputado están yendo contra nuestro primer ministro (Justin Trudeau). Nuestro primer ministro ha dicho cosas equivocadas, contrarias a nuestra constitución, contrarias a nuestros derechos y, lo que es más importante, contrarias a la palabra de Dios. ¡Nuestro primer ministro fracasará!», continuó alzando su voz.
«Todo el mundo está mirando. El mundo sabe que nuestros camioneros están liderando el camino y les aplaudimos», terminó declarando el pastor.
OCUPADO EL CENTRO DE OTTAWA
El espíritu de la rueda de prensa condensa el ambiente que se vive en las calles situadas en los alrededores del Parlamento de Canadá, ocupadas desde el 29 de enero por unos 400 camiones y centenares de manifestantes llegados de todos los puntos del país.
Esta protesta, que hace sonar sus bocinas día y noche, ha provocado el enfrentamiento con los vecinos de la zona, mientras que el primer ministro Tudeau acusó el lunes a los manifestantes de «bloquear» la democracia y la economía canadiense.
En corrillos festivos alrededor de una fogata, junto a las cabinas de camiones pesados o frente a tiendas de campaña montadas en el asfalto, los manifestantes destilan optimismo y resolución.
Muchos de ellos hablan en términos patrióticos o religiosos, de haber descubierto una causa por la que merece combatir y de una camaradería que nunca habían experimentado. Y todos dicen estar dispuestos a mantener la ocupación hasta las últimas consecuencias.
El miércoles, las autoridades de Ottawa lograron que un juez autorizara multiplicar el precio de las multas por encender fogatas, aprovisionar a los camioneros o transportar en bidones combustible para mantener motores y generadores en marcha.
Pero horas después de que Ottawa avisara que los manifestantes se enfrentan a multas de miles de dólares por llevar por la calle un bidón de combustible, el aprovisionamiento de gasolina se mantiene delante de las narices de los agentes de Policía.
Los manifestantes han empezado a utilizar ingeniosas estratagemas para hacer inútiles las amenazas. Hoy, decenas de personas deambulaban por la capital canadiense transportando bidones de gasolina, vacíos, para confundir a los agentes que no pueden detener y multarlos a todos.
La Policía de Ottawa también advirtió que el bloqueo de las calles que están realizando los camioneros es un delito criminal conocido como «daño a la propiedad», porque impide que los ciudadanos utilicen las calles, y que «cualquiera que obstaculice o ayude a obstaculizar» las calles puede ser arrestado.
Además, dijo la Policía, los vehículos pueden ser confiscados y si una persona es condenada por un tribunal, tendrá un pasado criminal y puede que no sea admitida en Estados Unidos.
Pese a los avisos, ni un solo camión se movió en la noche del miércoles del centro de Ottawa.
No solo eso, este fin de semana, los camioneros antivacunas de Ottawa recibirán refuerzos: Hillier anunció este miércoles la formación del llamado «Blue Collar Convoy» («Convoy de obreros»), compuesto por trabajadores del sector de la construcción y que llegará a la capital canadiense en las próximas horas.
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