Reunido alrededor de un celular, un grupo de mujeres ruega a un reo que está al otro lado de la línea por información sobre sus familiares. Gritan sus nombres con la esperanza de saber si sobrevivieron a la nueva masacre en una penitenciaría de Ecuador.
«Aquí hay familiares del pabellón dos y necesitan saber de los chicos», dice la mujer que sostiene el teléfono. Una voz que se escucha entrecortada intenta responder. De repente, solo hay silencio. La comunicación se corta y la frustración brota entre quienes buscan noticias de los suyos.
Un nuevo baño de sangre en la penitenciaría Guayas 1, que empezó la noche del viernes y se extendió hasta el sábado, deja al menos 68 muertos y 25 heridos. En esa misma cárcel, ubicada en el puerto de Guayaquil (suroeste ecuatoriano), 119 reclusos fallecieron en una matanza registrada en septiembre, con cuerpos decapitados y quemados.
En lo que va del año, más de 320 presos han muerto en revueltas en las cárceles de Ecuador, cuyo estado de excepción no ha podido detener las masacres tras las rejas.
Berta Yago pedía ayuda para sacar a su sobrino Roberto Cevallos, que está próximo a completar una pena de tres años y medio por robo.
«Que me ayuden a sacarlo antes de que lo saquen muerto», dijo a la AFP la mujer de 51 años, quien relata que en la carnicería de hace casi dos meses el joven de 22 años fue atacado con un machete.
Otros no soportan el dolor y caen desmayados en las afueras de la cárcel, en el norte de Guayaquil. De fondo se escuchan gritos desgarradores. «¡Ay mi hijo!», clamaba una mujer.
«Indolentes»
En el centro forense policial también reina la indignación por la falta de información.
«En la penitenciaría no dicen nada y aquí en la morgue tampoco. Las autoridades son indolentes. Los presos también son seres humanos», expresa a la AFP Paola Quiñónez, mientras llora abrazada a su hermana al desconocer si su hijo está entre las víctimas.
Quiñónez se trasladó destrozada desde la cárcel hasta el centro de medicina legal, pues había visto el nombre de su hijo en una lista de supuestos fallecidos que circulaba entre los familiares de presos. No hablaba con él desde la semana pasada.
Imágenes divulgadas por redes sociales, a través de transmisiones en vivo y cuya autenticidad no ha sido confirmada por las autoridades, muestran cadáveres ensangrentados y a reclusos prendiéndoles fuego, y asestando golpes y machetazos a cuerpos.
También se escuchan fuertes detonaciones y voces que piden cerrar las puertas para evitar el ataque de reclusos de bandas rivales con nexos con el narcotráfico que se disputan el poder.
El gobernador Pablo Arosemena comentó en una rueda de prensa que hubo «cruces de bala muy intensos» y una «situación de salvajismo» en la penitenciaría, una de las más importantes del país, con 8.500 internos y una sobrepoblación de 60%.
Por un celular
Autoridades indicaron que para tratar de restablecer el orden, la Policía ingresó a la cárcel varias horas después de que se iniciara el amotinamiento por el alto riesgo para los uniformados ante el alto nivel de violencia, con armas de fuego cortas y largas y explosivos.
El presidente conservador Guillermo Lasso expresó sus condolencias a las familias de las víctimas y criticó veladamente a la Corte Constitucional por haber limitado el estado de excepción en las cárceles, decretado en septiembre, al impedir el ingreso de militares a las prisiones.
«El primer derecho que debemos garantizar es el derecho a la vida y la libertad ciudadana, lo cual no es posible si la fuerza pública no puede actuar para proteger», escribió Lasso en Twitter.
Mientras el gobernante sostenía una reunión con el comité de seguridad, Félix González, padre de un preso, llegaba a la morgue cargando una copia de la cédula de identidad de su hijo.
Con los ojos enrojecidos le pedía a un agente de criminalística buscar su cuerpo. «Él es mi segundo hijo. No es justo que muera por robar un celular», señala a la AFP.
El hombre, agotado por la búsqueda de información, señala que no descansará hasta saber la suerte que corrió su hijo. «Cómo voy a dormir si no he hablado con él desde el jueves. Nadie se merece este sufrimiento», expresó al borde del llanto.
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