No hay condiciones de infraestructura. La situación laboral de los docentes es insostenible. El virus no está controlado y los contagios se expanden. El plan de vacunación ni siquiera se acerca a la mitad de la meta de población inmunizada que había prometido la administración de Maduro para esta fecha.
Aunque la educación a distancia sirvió como medida estándar para evitar la propagación del coronavirus, durante estos 18 meses (dos años escolares completos y un tercio de otro) se fueron profundizando diferencias entre los estudiantes, pues no todos los escolares, docentes ni hogares cuentan con el apoyo ni los recursos para realizar el acompañamiento que se les exige.
Los monitoreos hechos por oenegés, diagnósticos, encuestas y reportes en comunidades escolares revelan que la falta de dispositivos tecnológicos o de conectividad se acentúa en los de menos recursos.
Que las madres y adultos del hogar no están en capacidad de hacer seguimiento ni de impartir la instrucción que se requiere, que los niños en edades tempranas están perdiendo habilidades de socialización y autonomía, y que en el transcurso de este año y medio se dio lugar a una brecha entre niños, niñas y adolescentes que se está haciendo difícil de salvar.
¿Volver o no volver?
Maestras, profesores, directivos, madres, especialistas y estudiantes expresan por qué la presencialidad es un asunto que debe verse más allá de la pandemia.
La Encuesta de Condiciones de Vida (Encovi) de 2021, presentada este 29 de septiembre en la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), enfatiza que:
“La escuela existe porque es el espacio adecuado para el desarrollo de los aprendizajes, con personal profesional y dotación de recursos que frecuentemente están ausentes en muchos hogares”.
La dotación de estos equipos en los hogares ronda 24% (computadoras) y 8% (tablets o dispositivos similares). Lo más común es contar con un único celular en casa que cuenta con conexión a internet limitada y los hay en 78% de los hogares con menos recursos.
Lo señala Encovi, monitoreos hechos por ONG y lo reportan las mismas comunidades escolares: la brecha entre niños y adolescentes se está haciendo difícil de cerrar y el regreso a la educación presencial se vuelve imprescindible.
«Entraron en un túnel borroso»
Para Raiza Mendoza, maestra de 1er grado, «los estudiantes entraron en una especie de túnel borroso en el que los maestros dejamos de ver su avance, sus necesidades y las carencias que vienen arrastrando, y afecta más a quienes les agarró la pandemia en grados donde correspondía un cambio de nivel», explica.
«Muchos entraron estando en primaria y salieron en el liceo; otros apenas habían empezado la etapa preescolar y están saliendo ya en 1er grado. Yo estoy viendo niños que están aterrizando en un 1er grado sin siquiera saber las sílabas, afirma Mendoza.
La maestra con 17 años de experiencia precisa que aunque todo esté en contra no se puede asumir que la escuela es algo prescindible.
«Las condiciones son adversas, pero la escuela no puede darse el lujo de ser el único espacio sin reactivarse. Como docentes tenemos que exigir que nuestro salario vuelva a valer la pena para que el trabajo que hacemos ocupe el lugar de respeto que se merece».
«Pero como sociedad también tenemos que sincerarnos: los comercios abren, las peluquerías, los gimnasios, los centros comerciales y en todos esos espacios uno ve que hay niños interactuando ¿entonces es solo la escuela el lugar más riesgoso?».
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