Un documento interno del servicio diplomático europeo sobre la situación afgana reclama “aumentar las cuotas de reasentamiento” para hacer frente a la crisis humanitaria.
Guillermo Abril | Claudi Pérez | ABC
Lección de primero de realismo político: los distintos gobiernos se ven obligados a conversar, por muy alejadas que sean sus visiones del mundo, incluso con los regímenes más correosos o directamente sanguinarios. A este dilema se enfrenta ahora la Unión Europea en Afganistán, después la retirada de tropas y la marcha del último hombre de su legación diplomática: un vacío en el tablero mundial que otras potencias están más que dispuestas a llenar.
Bruselas alerta de los riesgos para el peso geopolítico de Europa de no estar presente en las negociaciones que se avecinan: “La presencia diplomática en Kabul por parte de la UE y de sus Estados miembros será muy limitada o inexistente, al menos a corto plazo”, admite con preocupación un documento interno del Servicio Europeo de Acción Exterior (SEAE), el brazo diplomático de la Unión, al que ha tenido acceso EL PAÍS. “Esto supone un reto importante en lo que respecta a la recopilación de información y a nuestra capacidad de influir en los acontecimientos sobre el terreno, dejando el campo libre a China, Irán, Pakistán, Qatar y Rusia, que mantendrán su presencia en Kabul”.
El texto, un total de siete páginas, reconoce que la toma del poder de los talibanes tendrá un “profundo impacto en intereses estratégicos clave de la UE”, con potencial para poner en jaque la estabilidad regional y ramificaciones de todo tipo, que van del terrorismo al tráfico de drogas. Y plantea un abanico de opciones frente a los “muy mediáticos” talibanes, que “se han esforzado por presentarse como una organización que ha cambiado, en su búsqueda de reconocimiento internacional”. Los informes con los que cuenta la UE, sin embargo, atestiguan “ejecuciones, latigazos públicos, restricciones a las mujeres y el secuestro de chicas jóvenes para casarse a la fuerza”, advierte con prudencia el documento elaborado por el servicio europeo que encabeza Josep Borrell, alto representante para Asuntos Exteriores.
El informe toca todas las teclas: de la migración a las sanciones de la ONU, pasando por la economía. Incluso deja para el arrastre (sin mencionarlo) el vago acuerdo de mínimos sobre los refugiados esbozado este martes por los ministros de Interior de la UE, en el que las capitales se han dejado llevar por los cantos de sirena de la fortaleza Europa. La diplomacia europea reclama en cambio “poner en marcha o aumentar las cuotas de reasentamiento de los Estados miembros” con “compromisos” concretos, algo que de momento solo parece haber esbozado la canciller alemana, Angela Merkel, al asegurar hasta 40.000 afganos podrían tener derecho a ser evacuados rumbo a Berlín.
La parte central del documento se centra en cómo ha de relacionarse la UE con los talibanes. A falta de una “presencia diplomática plena”, propone considerar “modelos innovadores” que garanticen la representación local de la UE en Kabul. “Por ejemplo, una oficina humanitaria, o una oficina de representación europea”, plantea uno de los párrafos. “Esto permitiría un mejor análisis de la situación sobre el terreno y proporcionar la base para mantener canales de comunicación con quienes ostentan el poder” mientras el bloque comunitario sopesa “el futuro compromiso diplomático, o no, con los talibanes”.
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