En esta comunidad del Sur de Valencia, un hueco tiene hasta ocho años sin jamás ser reparado. Por eso, los vecinos tratan de poner trapos de color rojo, palos y demás orientadores para evitar accidentes.
La entrada de la vivienda de Pedro Manuel Salgado Narváez, en el sector Lomas de Urdaneta, de Miguel Peña, en Valencia, no está decorada con jarrones de flores, ni sillas de madera para la visita. En cambio, la recepción es un agujero de aguas negras, cuyo constante desbordamiento es tan grande, que tuvo que subir sus pocos enseres en gavetas de refresco, para salvarlos de las heces y las aguas fétidas de la cañería.
Lomas de Urdaneta es un lugar donde los tiempos son largos y la esperanza lejana. No hay una fecha exacta de su fundación, pero los vecinos relatan que tiene al menos 30 años. En esas tres décadas jamás han tenido servicio de agua potable, ni una vía asfaltada, además tardan hasta seis meses para tener gas doméstico.
En esta comunidad del Sur de Valencia un hueco tiene hasta ocho años, sin jamás ser reparado. Por eso los vecinos tratan de poner trapos de color rojo, palos y demás orientadores para evitar accidentes. En algunos casos, los boquetes están en la entrada de las casas, por lo que los habitantes tienen que improvisar pasadizos de piedra para ingresar a su vivienda.
Salgado Narváez relata que para poder hacer sus necesidades, sin causar un desborde en su cañería, usa una bolsa de plástico, que luego arroja a un canalón que borda la parte trasera de su casa.
“Vivo en la calle Santander. El problema de las aguas negras tiene más de seis años. Para que mi esposa y yo hagamos nuestras necesidades, tenemos que usar una bolsa de plástico y luego botarlo a la canal. La otra vez pagamos a un camión $50 para achicar y el problema está cada vez peor”.
Por su parte, Nieves Hurtado tiene más de 30 años viviendo en una de las calles principales de Lomas de Urdaneta. Señala que en todo ese tiempo logró disfrutar del servicio de agua potable por tres meses, debido a su ubicación entre las primeras casas, del resto debe comprarla a los camiones cisterna, o a los tanques que construyen algunos vecinos del sector, que las comercializan a $1 el recipiente.
Por la manera en que se refieren a los voceros del Consejo Comunal y los responsables de los Comité Local de Abastecimiento y Producción (Clap) pareciera que los consideran su autoridad más cercana. Al menos, es a ellos a quien refieren sus quejas, sobre la evidente crisis de servicios públicos en el sector.
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