Una vez que el árbitro uruguayo Esteban Ostojich marcó el final del partido, todas las miradas y todos los flashes apuntaron hacia él. Nadie quería perderse la reacción de Lionel Messi, que por fin lograba su gran ilusión: ganar un título con la selección argentina. El triunfo por 1-0 ante Brasil ya estaba consumado y todo era euforia entre los jugadores albicelestes, que no dudaron en correr desaforadamente para ir a abrazar a su capitán.
Pasaron unos minutos de emoción y lágrimas, pero luego sobrevinieron las sonrisas y la locura. Pronto comenzaron las rondas y los festejos desatados: ese tramo de la celebración incluyó un momento en el que todos los integrantes del conjunto nacional se juntaron, alzaron a la Pulga y lo hicieron volar por los aires en reiteradas ocasiones. “Que de la mano de Lionel Messi toda la vuelta vamos a dar”, era el cántico que más sonaba por esos momentos. Fueron gestos que dieron cuenta de la centralidad y de la preponderancia del rosarino en el grupo.
El encuentro con Lionel Scaloni fue conmovedor: ambos se abrazaron y no pudieron contener el llanto. Fue una suerte de descarga por las tensiones, por la felicidad de alcanzar el título y por la seguridad de saber que habían cumplido el objetivo que habían ido a buscar.
Pero uno de los momentos más emocionantes fue el del abrazo entre Messi y y Neymar. Al brasileño se lo vio realmente desconsolado por la derrota. Fue el más afectado de todos los futbolistas locales. Pero esa tristeza no le impidió tener un acto de caballerosidad con su gran amigo argentino: el del PSG se acercó a su ex compañero en el Barcelona y ambos se fundieron en un sentido abrazo. Se dijeron algunas palabras al oído y luego se separaron, pero dejaron una imagen que de seguro recorrerá el mundo.
A sus 34 años, Lionel Messi festejó como un niño. Cuando subió al escenario a buscar los premios al mejor jugador y al goleador del torneo, quedaba claro que en realidad estaba ansioso por otra cosa: por levantar de una vez la copa que fue a buscar a Brasil. Unos minutos después la alzó junto a sus compañeros y fue el momento cúlmine de la noche. Sus gestos, sus acciones, sus sonrisas denotaban que este no era un título más: era el que había esperado -y se le había negado- por tantos años.
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