Durante décadas, se pensó que personas con sistemas inmunológicos comprometidos no debían recibir vacunas que protegen de enfermedades prevenibles, un mito cada vez más desacreditado por evidencias científicas que claman la necesidad de revertir la subvacunación de estos pacientes en América Latina.
EFE
A pesar de ser aún escasos los estudios clínicos concluyentes, los expertos sostienen que existen sólidos argumentos teóricos sobre la eficacia de ciertas vacunas contra dolencias inmunoprevenibles en pacientes con sistemas de defensas debilitados, que tienen un mayor riesgo de mortalidad y morbilidad.
Dentro de este grupo figuran las personas infectadas con el virus de la inmunodeficiencia humana (VIH), con el que conviven más de 2,1 millones de ciudadanos de América Latina y 330.000 del Caribe, según los datos más recientes de la Organización Panamericana de la Salud (OPS), que estima que un 23 % de pacientes seropositivos desconoce su infección.
«Antes cuidábamos a los pacientes con inmunodeficiencias, incluyendo a los pacientes con VIH, de las vacunas. Creíamos que les podrían hacer algún daño o más bien no les podrían proveer un beneficio significativo», relató en una entrevista con Efe el pediatra inmunológico clínico Gustavo Lazo.
«Hoy sabemos que (las vacunas) son parte de sus estándares de cuidado» y que los pacientes seropositivos «constituyen un grupo de personas que tienen indicaciones específicas de vacunación», agregó el doctor del Hospital Nacional de Niños de San José, en Costa Rica.
EFICACIA REDUCIDA
Con la inoculación de vacunas, el sistema inmunitario aprende a defender al cuerpo de una eventual exposición a una enfermedad inmunoprevenible, como el sarampión, el tétanos o la gripe, por ejemplo.
Pero, en general, los pacientes inmunocomprometidos, entre ellos los infectados por VIH, tienen una menor respuesta vacunal, especialmente aquellos que no tienen acceso completo al tratamiento antirretroviral que, según la OPS, representarían alrededor del 40 % del total de seropositivos en América Latina y el Caribe.
«Hay antígenos que son muy buenos y atractivos en generar una respuesta al paciente VIH y hay otros que son menos potentes y robustos», dijo Lazo.
Esto se explica porque el virus que ocasiona el sida causa una inadecuada estimulación de las células B, lo que genera respuestas subóptimas a la vacunación.
Un buen conjunto de datos demuestran que los pacientes VIH tienen una menor capacidad de respuesta inmune con algunas vacunas específicas, como las hepatitis A y B, gripe, neumococo, meningococo y fiebre amarilla.
En cambio, la evidencia no es tan sólida para otras como las de encefalitis japonesa, rabia, fiebre tifoidea, poliomielitis, cólera y coronavirus.
NECESIDADES ESPECIALES
Aun así, los expertos defienden que, ante la falta de evidencias que contraindiquen la necesidad de inmunizar a pacientes seropositivos, las vacunas deben ser «parte de su tratamiento», siempre y cuando se tomen en consideración las precauciones y necesidades específicas de esta población.
«Necesitamos vacunas que sean bastante seguras, que no les vayan a producir efectos secundarios significativos, que tengan antígenos robustos y que reciban esquemas que no sean reducidos o abreviados», precisó Lazo.
En concreto, el doctor señaló que, en algunos casos, los pacientes VIH requieren ser inoculados con más dosis de las que se recomiendan a la población en general y que, aquellos que no tienen un mínimo concreto de linfocitos, deben abstenerse de recibir vacunas con microorganismos vivos atenuados, que podrían producir efectos adversos.
BENEFICIO COLECTIVO
En este sentido, Lazo destacó la importancia de forjar una «burbuja» alrededor de estos pacientes, inoculando a su círculo de contactos más estrecho, y recordó que las vacunas no solo protegen de forma individual, sino que son más bien un «beneficio colectivo» porque reducen la probabilidad de desatar una epidemia.
«(La vacunación) es una estrategia de salud pública, pues la idea de aplicar una vacuna es lograr resistencia colectiva como comunidad a una enfermedad», subrayó.
Añadió que prácticas como la priorización de la inmunización de pacientes VIH en las campañas de vacunación contra la covid-19 demuestran que la región está encauzada en la senda que debería permitirle derribar definitivamente el mito sobre la supuesta ineficacia de las vacunas en esta población.
«En lo que estamos fallando, tal vez, es en diseñar estrategias concretas para estos grupos de pacientes, que tienen necesidades específicas», criticó el doctor.
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