Muchas cosas cambiaron a lo largo del último siglo y una de ellas es la industria de la aviación, que desde sus orígenes hasta la fecha ha evolucionado de una forma increíble, al punto de convertirse en el medio de transporte más seguro en la actualidad gracias a la enorme tecnología y a las numerosas medidas de seguridad con las que cuentan los aviones modernos.
Por Infobae
Sin embargo, la realidad era muy diferente en 1921, cuando las aeronaves todavía eran construidas en madera, prácticamente no contaban con sistema de navegación y podían alcanzar velocidades que hoy en día parecerían absurdas.
Por esta razón, es difícil imaginarse en esa época que una mujer con escasa experiencia de vuelo pudiera cruzar sola la Cordillera de Los Andes en uno de esos aparatos precarios sin la ayuda de un mapa y sin conocer siquiera la zona. Sin embargo, eso fue exactamente lo que hizo Adrienne Bolland el 1º de abril de aquel año.
Esta joven francesa realizó una de las hazañas más recordadas en el ámbito de la aviación al ser la primera piloto mujer en viajar desde la provincia argentina de Mendoza hasta Santiago de Chile a través de la peligrosa cadena montañosa, y la única persona en la historia en hacerlo pasando por el Paso de la Cumbre, muy cercano al Cerro Aconcagua, cuya cima es el segundo punto más alto del mundo, al estar ubicada a 6.962 metros sobre el nivel del mar.
Para cumplir con esta misión, Bolland contó únicamente con su biplano Caudron C-3 F-ABEW, equipado con un motor Le Rhone de 80 LP, con el cual completó su recorrido en poco más de cuatro horas, viajando a una velocidad media de 50 km/h.
La heroína de esta historia nació el 25 de noviembre de 1895 en Arcueil, una pequeña comuna francesa situada en el departamento de Valle del Marne, a las afueras de París. Cuando tenía apenas 25 años fue contratada por la Société des avions Caudron (Sociedad de Aviones Caudron), principal constructor de aeroplanos de la época.
El que le dio el empleo fue, justamente, René Caudron, quien le pidió personalmente a la joven que se uniera a su equipo luego de perder una apuesta con ella: le había dicho que una mujer no podía realizar nunca una famosa acrobacia aérea conocida como “looping the loop”. Ante esa afirmación, Bolland, que no tenía grandes recursos económicos y mucho menos podía pensar en juntar el dinero para comprarse un avión, le dijo que aceptaba el desafío a cambio de un biplano.
Tras días más tarde, la muchacha sorprendió al empresario al realizar esa difícil pirueta y éste, además de contratarla, cumplió con su promesa y le entregó el vehículo con el que realizó una gira por diferentes partes de Francia y, luego, de Sudamérica. Cuando llegó hasta Buenos Aires, la piloto tuvo la idea de cruzar a Chile superando todas las dificultades que esa travesía implicaba, para así obtener el reconocimiento que finalmente le llegaría.
Fue así como comenzó a preparar el operativo junto a su mecánico habitual, René Duperrier, con quien decidió que el mejor lugar para despegar era desde el aeródromo Los Tamarindos, en Mendoza, por lo que tuvieron que transportar el avión en ferrocarril hasta esa provincia.
Ya instalados en la región cuyana, el aparato quedó en condiciones para realizar el vuelo en los últimos días de marzo de 1921. Entonces, el 31 de ese mes se realizó el primer intento de llegar hasta Santiago, pero el excesivo peso generado por la carga completa de combustible y las malas condiciones atmosféricas la obligaron a regresar de urgencia a la Argentina antes de llegar a su destino.
A pesar de este fracaso inicial, Bolland no se desanimó y cuando llegó el primero de abril lo volvió a intentar, aunque para ese momento ya había circulado con mayor fuerza la noticia de la hazaña que estaba por realizar y decenas de personas se reunieron aquel día en ambos lados de la frontera para presenciar la salida y la llegada del vuelo.
Después de haberse elevado desde Los Tamarindos, en Mendoza, a las 06:35 (hora de Argentina), pasó por Las Cuevas a las 07:25; por Caracoles, a las 08.00 (hora chilena), y por Río Blanco a las nueve de la mañana. Desde este punto, la piloto tomó decididamente rumbo a Santiago.
“En los primeros momentos parecía que iba a estrellarme contra las montañas, pero seguí decidida. La muralla de nubes era tan espesa que hubo un instante en que no vi nada y creí fracasar. Mi pena fue muy grande y ya pensaba en regresar a Mendoza, convencida de la imposibilidad de continuar adelante, cuando alcancé a ver a lo lejos, como una puerta muy ancha, un enorme hueco entre las nubes. Hacia esa abertura me lancé cerrando los ojos, dispuesta a todo. Y pasé”, relató luego Bolland, de acuerdo a lo que reflejan documentos oficiales que se encuentran en la Biblioteca Nacional de Chile.
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