La falta de medidas en Navidad pasa factura a la gestión lusa del coronavirus, con el país ahora al borde del colapso hospitalario.
Hoy es el peor día de la pandemia en Portugal. Otra vez». Así arrancan desde hace más de una semana los informativos lusos una vez reciben los datos diarios del covid, que llevará al país, ya aterrorizado, a cerrarse a partir de la medianoche del domingo. Todo se ha desbordado en la tercera ola, que ha llevado la ocupación de casi todas sus UCI a más del 90% y, aunque es posible disponer más camas, no hay sanitarios para atenderlas. Filas de ambulancias llenas de enfermos covid esperando durante horas para ser atendidos son la estampa habitual para los portugueses, que día tras día marcan un nuevo récord. Ya han superado las 300 muertes y 16.000 contagios en 24 horas. Son 10 millones de habitantes; en proporción, es como si España superase las 1.300 muertes y rondara los 70.000 casos en un día.
Lola Sánchez l El Confidencial
El miedo es palpable y había que reaccionar. A falta de acuerdo drástico con España para cerrar fronteras, el Gobierno luso ha decidido prohibir la salida a los suyos: los portugueses no podrán marcharse del país por ninguna vía durante 14 días a partir de este domingo, y vuelve a haber, además, controles en la frontera terrestre con España, que seguirá pese a todo abierta para quien quiera entrar, aunque bajo condiciones.
Es una medida que ha generado algunas dudas, ya que los lusos están confinados desde el 15 de enero y la posibilidad de salir del país ya estaba por tanto restringida a casos de necesidad; también porque se mantiene el tráfico aéreo, a excepción de vuelos de Brasil y el Reino Unido, prohibidos hace días. Es al final quedarse a medio camino de la opción que ganó fuerza en Lisboa en las últimas horas, un cierre total de la frontera con España como ocurrió en marzo del año pasado, cuando era el vecino quien estaba en verdaderos problemas. Pero había recelo: desde Bruselas la opción de volver a ver comprometida la circulación en el espacio Schengen no era lo más apetecible. Para Portugal —para el primer ministro, el socialista António Costa—, que ostenta la presidencia rotatoria de la Unión Europea, mantener una impecable imagen ante los 27 es esencial.
Empezó en Navidad
“Si hubiésemos tenido conocimiento a tiempo de la existencia de la variante británica, seguramente el cuadro de las medidas que fueron definidas para Navidad habría sido diferente”. La frase es de António Costa esta misma semana, en la que ha reconocido que la gestión “está saliendo muy mal”. Sus palabras han generado cierta sorpresa porque, como recuerda la prensa lusa, la variante se conoció antes de Nochebuena. Días antes. El 20 de diciembre, Portugal anunció que, ante la variante, solo entrarían a su territorio a través de vuelos llegados del Reino Unido portugueses o extranjeros con autorización de residencia en Portugal. Todos tendrían que presentar test negativo. Era un camino diferente al emprendido por más de 40 países que, esa semana, prohibieron las llegadas de todos los vuelos procedentes del Reino Unido, un país en el que es muy numerosa la presencia de emigrantes lusos. Si hubiésemos tenido conocimiento a tiempo de la variante británica, las medidas de Navidad habrían sido diferentes
En este contexto, ¿cuáles eran las medidas de Portugal para la Navidad? Prácticamente ninguna. Todas las normas se relajaron para las fiestas de Nochebuena y Navidad, en la que estuvo permitido circular por todo el territorio, se suavizaron los toques de queda vigentes y ni siquiera se establecieron límites a las reuniones familiares. El Gobierno aconsejó sentido común y no bajar la guardia. Nada más. Ya para la Nochevieja, todas las normas se recuperaron y hasta agravaron, una forma de hacer frente, dijo entonces Costa, al aumento de contagios que dio por hecho que vendría a consecuencia de la Nochebuena. Pero por la ventana de la Navidad entró con fuerza la variante británica, detectada en Madeira el 27 de diciembre —18 casos, de los cuales 17 eran personas procedentes del Reino Unido— y el 3 de enero en Portugal continental. La variante británica tiene actualmente una prevalencia del 20% en el conjunto del país, pero del 50% en los casos que se están detectando en la región de Lisboa, donde los hospitales ya empiezan a desbordarse.
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