El FBI ha pedido este jueves la colaboración ciudadana, y en concreto la de los testigos del asalto al Capitolio, para identificar a los insurrectos. Cualquier prueba gráfica o audiovisual del tumulto colgada en las redes sociales puede servir a la agencia del Departamento de Justicia para saber quiénes fueron los individuos que el miércoles hollaron la sede de la soberanía popular en un intento incivil de impedir que Joe Biden fuera confirmado como presidente de Estados Unidos.
María Antonia Sánchez Vallejo | El País
Los peones, la fuerza de choque, se inscriben en el movimiento MAGA (acrónimo de Make America Great Again, el lema del mandato de Trump) pero la retaguardia ideológica corresponde a viejos conocidos en el mundo de la extrema derecha, la derecha alternativa, o alt-right, y el movimiento supremacista blanco, como pusieron de manifiesto las banderas de la Confederación que algunos manifestantes ondeaban. A esta fuerza de choque pertenecía Ashli Babbitt, de 35 años, una veterana de la Fuerza Aérea que resultó herida por el disparo de un agente y murió poco después en el hospital. Otras tres personas, cuyas identidades se desconocen y sobre las que no hay información ni siquiera en los cenáculos digitales ultras, requirieron atención médica de urgencia durante la intentona y fallecieron posteriormente.
Que el FBI pida ayuda para identificar a los revoltosos no es de extrañar: muchos entraron en el Capitolio disfrazados de personajes a cual más peregrino, pero no por capricho del figurinista, que dibujó un reparto a medio camino entre Braveheart y Dersu Uzala, sino por la necesidad de ocultar las armas de fuego que luego desenfundaron en el interior del edificio.
Dado que el espectáculo del miércoles no es el primero –y para muchos, tampoco será el último, aun con Donald Trump fuera de la Casa Blanca–, la lista de insurrectos orbita alrededor de los sospechosos habituales del trumpismo. En primer lugar están los Proud Boys, una banda de la derecha alternativa cuyo líder, Enrique Tarrio, fue arrestado la víspera por vandalizar símbolos del movimiento Black Lives Matter en una iglesia negra, precisamente durante un mitin anterior de Trump.
El FBI vincula al grupo, al que el mandatario republicano siempre ha evitado condenar, con el nacionalismo blanco y un ejercicio militante de la misoginia. Formado solo por hombres, tras abrevar en las cloacas del odio de Internet cobró protagonismo en los disturbios de Charlottesville en 2017, cuando un neonazi arrolló con su coche una protesta antirracista, matando a una persona e hiriendo a una veintena.
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