La familia es una institución con la que se viaja toda la vida y que, en el caso del próximo presidente de Estados Unidos, de repente tendrá un asiento de primera fila cuando este llegue a la Casa Blanca el próximo 20 de enero. Y antes de comenzar el mandato de Joe Biden, los focos del escrutinio se centran en su hijo Hunter, investigado por sus negocios y que ya estuvo en el punto de mira de los republicanos por sus relaciones empresariales en Ucrania.
Barack Obama abandonó el 1600 de la Avenida de Pensilvania libre de escándalos, incluso con dos hijas adolescentes en el punto de mira —lo máximo que sucedió fue que a Malia, la mayor, se la vio fumando lo que parecía marihuana en un conocido festival de música—. No fue el caso de otros presidentes recientes. Desde la investigación del hermano de Jimmy Carter, Billy, por interceder a favor del Gobierno de Libia, hasta uno de los hijos de George Bush padre (Neil) por un fraudulento préstamo bancario, acabando con el perdón que concedió Bill Clinton a su hermano Roger por un caso de drogas. Los hijos de Donald Trump también han tenido cuentas con la justicia.
Cuando jure su cargo, Joe Biden cruzará las puertas de la Casa Blanca con un gran bagaje familiar llamado Hunter Biden y sus problemas legales. A menos que el Departamento de Justicia de EE UU deje libre de cargos al único hijo varón vivo de su sucesor antes de esa fecha, el nuevo presidente se verá ante la tesitura de decidir si su Gobierno abre una investigación que podría exponer a su hijo a una acusación penal. De momento, y a pesar de que el recién dimitido fiscal general William Barr se ha distanciado de Trump al declarar que no veía razón alguna para nombrar a un investigador especial tras abrir la Fiscalía de Delaware un caso por los impuestos de Hunter Biden, en las filas republicanas lo reclaman para asegurar que el asunto quede alejado de cualquier tipo de favoritismo.
La vida de Hunter Biden ha estado marcada por la trayectoria de sus influyentes padres. Su andadura personal ha tenido en sus casi 50 años de vida más sombras que luces, más tragedias que alegrías, empezando por la muerte de su madre en un accidente de tráfico cuando apenas tenía tres años. Alcohol, drogas, prostitutas, un matrimonio fracasado, la relación sentimental con la viuda de su hermano, Beau, y varios centros de rehabilitación están en la biografía de más de la mitad de su joven vida. De forma justa o no, se le considera la oveja negra de los Biden.
Le influyó ser un hombre eclipsado por su hermano mayor, Beau, llamado a triunfar como el padre —algo que impidió la prematura muerte de aquel en 2015 por un cáncer—. Hunter lleva años siendo un quebradero de cabeza para los Biden. Ahora, su sombra bordeando los límites de la legalidad planea sobre la nueva presidencia.
Para empezar, las actividades pasadas del abogado, lobista y empresario han sido blanco de las acusaciones del mandatario saliente, aunque la caza de brujas que inició Trump contra Hunter —y por extensión contra el padre— se acabara volviendo en su contra. Al pretender que se abriera contra el hijo de Biden una investigación respecto a su papel en una empresa de gas en Ucrania, Trump acabó presionando al presidente de ese país, lo que abrió el camino hacia el impeachment que al final superó en el Senado, de mayoría republicana.
Un ordenador olvidado
Aquellos dardos del aún presidente se lanzaron al inicio de la carrera del candidato demócrata a la Casa Blanca, pero en la recta final de la batalla el asunto volvió a subir como posible escándalo a través de un tabloide del magnate Rupert Murdoch que se lanzó sobre unos supuestos correos electrónicos encontrados en un ordenador que Hunter Biden había mandado a reparar y nunca recogió. La breve correspondencia electrónica, la resumió así The New York Post: “Un ejecutivo ucranio agradeció a Hunter Biden la oportunidad de reunirse con su padre vicepresidente”. Detrás de esa historia de la etapa de Biden como segundo de Obama estaba el abogado personal de Trump, el exalcalde de Nueva York Rudy Giuliani, quien lleva años difundiendo acusaciones infundadas contra los Biden.
“Todo el mundo tiene traumas. En cada familia hay adicciones. Yo estaba perdido. Estaba en un túnel, un túnel sin final, del que nunca sales”, relataba Hunter Biden en un perfil escrito por Adam Entous en The New Yorker el año pasado. Hunter confesó todos sus pecados para adelantarse así a cualquier polémica y no perjudicar a su padre cuando empezaba su camino hacia la Casa Blanca. La investigación sobre sus negocios en Ucrania no arrojó resultados, pero el nombre de Hunter Biden no va a desaparecer.
En estos momentos, se enfrenta a una investigación federal, llevada a cabo por la Fiscalía de Delaware, sobre sus “asuntos fiscales”, como él mismo declaró, en relación con sus complicadas actividades financieras, aunque hasta la fecha no se ha probado ninguna conducta ilegal.
Incluso aunque Hunter Biden no sea encontrado culpable de haber violado la ley, el hecho de que llegue a producirse una investigación será un problema para el presidente. En el caso de Billy Carter, hermano de otro presidente demócrata, los escándalos llevaron a cuatro investigaciones judiciales y del Congreso, y un informe de 92 páginas de la Casa Blanca. Si los líos de Hunter Biden siguen el mismo camino, la Administración demócrata afrontaría una situación complicada, con meses de investigaciones que distraerían de la labor de la Casa Blanca y supondrían una espada de Damocles sobre el presidente.
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