Juan Guaidó se ha jugado este sábado su penúltima carta frente el gigante bolivariano. Y lo hizo con una oposición dividida, que en algunos casos prefirió mirar para otro lado y, en otros, apostó sin disimulo por el fracaso de una consulta popular programada para enfrentar los pírricos resultados de las elecciones fraudulentas de Nicolás Maduro.
Por EL MUNDO
«Este país va a ser lo que hagamos de él», insistió el presidente interino, un cargo que también está en juego. Durante la última semana, Guaidó se echó sobre sus espaldas el peso de la consulta, con el apoyo explícito de sólo una parte de los diputados y dirigentes de la Unidad Democrática. Tanto fue su entusiasmo que recordó al joven diputado de los primeros meses del 2019, cuando llenó de esperanza a buena parte del país.
Alza la voz, ésa era la proclama. Y la voz de los irreductibles se elevó otra vez pese a los huracanes en contra y, sobre todo, pese a las agresiones e intimidación puestas en marcha por los militares de la Guardia Nacional Bolivariana y los paramilitares de los colectivos chavistas. Las fuerzas bolivarianas asustaron, repartieron golpes y desplegaron sus habituales técnicas del miedo, todo un clásico en revolución.
Incluso oficiales de la Policía Nacional Bolivariana se pasearon por distintos puntos para comprobar cuánta gente estaba votando. A muchos les tocó correr para llevar sus puntos de votación a otros lugares más resguardados. Las detenciones comenzaron incluso un día antes de la consulta.
Falta por conocer los resultados, previstos para la madrugada, en un recuento manual arduo, pero en principio el grito opositor no resonó tan fuerte como en ocasiones precedentes, muestra también de la apatía y el hastío ante la destrucción nacional provocada por la revolución. Se buscaba mayor volumen que las parlamentarias fraudulentas pero también imágenes de participación nutrida en una protesta simbólica con objetivos políticos, porque tal y como ha pasado con todas las iniciativas legislativas del Parlamento durante cinco años no fueron puestas en marcha por el régimen.
Ni lo serán, aunque de puertas adentro de la oposición la respuesta a las preguntas de la consulta están claras: aumentar los mecanismos de presión interna y externa para llegar a la disputa de unas elecciones presidenciales y parlamentarias verdaderamente democráticas.
La consulta superó el desierto popular vivido el domingo pasado en unas elecciones que sólo arrastraron hace una semana a las urnas al 30% del censo (datos oficiales desmentidos por la oposición y que no pueden comprobar), cuando en las parlamentarias del 2015, durante la histórica victoria opositora, votó el 71% del electorado. Pese a la exigua respuesta popular, el chavismo se hizo con 253 de los 277 escaños de la Asamblea.
El líder opositor comenzó la jornada en su Caraballeda natal, con el calor de los suyos. Después prosiguió en Caracas mientras informaba de lo que ocurría en el resto del país y mientras las plataformas digitales se colapsaban de nuevo. Los 50.000 voluntarios trabajaron duro para recibir la confirmación de los votos digitales y las papeletas de los que sólo votaban de forma presencial.
La confirmación in situ no era obligatoria para los que durante la semana ejercieron su derecho a través de la mensajería Telegram, la aplicación VOARTZ y la web creada para la consulta. Los dos principales obstáculos fueron desde el principio el miedo a que el Gobierno confeccione una nueva lista Tascón, el histórico apartheid social con el que chavismo persiguió a los firmantes del proceso revocatorio contra Hugo Chávez. Para votar por Telegram era necesario enviar la cédula, algo que en Venezuela produce sudores fríos a sus ciudadanos sabedores de hasta dónde puede llegar el régimen en sus represalias.
El segundo inconveniente que enfrentó la consulta también era conocido de antemano: vivir en un país con las peores estadísticas mundiales en velocidad de Internet, sólo superado por Argelia y Afganistán, a lo que hay que sumar los constantes apagones eléctricos. Táchira, Barinas y Mérida fueron los estados con mayor participación, precisamente los mismos que alcanzaron mayores cotas de abstencionismo durante las parlamentarias de Maduro.
«La participación tiene un valor mucho más grande que cualquier farsa del régimen y no es comparable con el proceso fraudulento del 6-D. Eso no se compara frente a un movimiento firme y democrático como lo es la consulta popular y con la que se enfrenta una dictadura», subrayó Carlos Vecchio, embajador en EEUU.
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