El hijo mayor del último sha de Persia se define como un inmigrante más en la ciudad en la que hoy vive su exilio, Washington. Reza Pahlavi (Teherán, 1960) acaba de hacer algo poco común en un heredero a la corona de un país milenario como es Irán: ha emitido un comunicado llamando a la desobediencia civil para derrocar la dictadura religiosa de los ayatolás en su país.
Recibe a ABC en plena pandemia, en una terraza desde la que a lo lejos se adivinan las chimeneas y el mástil de la Casa Blanca, el centro de poder mundial desde el que se han tomado algunas de las decisiones más trascendentes para Irán en el pasado medio siglo.
¿Por qué llama ahora a la desobediencia civil en su país?
Porque es mucho menos costoso tratar de lograr un cambio evitando el conflicto y la violencia, que otros escenarios que rara vez terminan con un resultado democrático. Y mucha sangre derramada crea heridas a largo plazo que las sociedades llevarán consigo durante al menos un par de generaciones antes de que las cosas se normalicen. Y la importancia de la no violencia, que de nuevo ha sido siempre mi propuesta, es porque creo que es uno de los factores más útiles cuando los ciudadanos de un país se enfrentan a una dictadura brutal o un sistema totalitario.
¿Es la transición española un modelo para usted?
Recuerdo muchas reuniones que tuve en los 80, en particular con el Rey Juan Carlos, y con algunos invitados suyos, como Kyril de Bulgaria, que terminó siendo primer ministro de su país después de los cambios experimentados en ese país. Son diferentes modelos. De todos modos, no sé qué decidirían los iraníes como sistema propio. Yo creo que mi misión es asegurarme de que lleguemos al día de los referendos en los que la gente decidirá lo que quiere. No me he ofrecido como voluntario para cargo alguno. No quiero tener en el futuro ningún cargo formal. Prefiero ser un defensor del pueblo, a solas.
¿Entonces no quiere papel alguno?
Mi papel es seguir animando a las fuerzas prodemocráticas de mi país a trabajar juntas por un objetivo común, de la forma más eficaz posible, haciendo de Irán nuestra prioridad y entendiendo muy bien que en algún momento habrá diferencias de opinión. Pero en esta etapa, lo principal es crear instituciones, que no las hay.
¿Cuáles cree que son las prioridades para los iraníes en este momento?
Una de ellas creo que es dejar atrás la humillación propia de las naciones que fueron víctimas de muy malas decisiones o comportamientos de sus respectivos gobiernos. Como muchos japoneses o alemanes tras la II Guerra Mundial, italianos tras Mussolini, españoles tras Franco, sudafricanos tras el apartheid, los iraníes tienen la sensación de humillación porque su imagen se ha empañado como nación. Muchos seguro se sienten humillados porque se les identifica como terroristas, se les trata como parias. No es culpa suya. Debemos ayudarles a encontrarse a sí mismos. Cuando el pueblo reclama sus derechos, también necesita las estructuras adecuadas de liderazgo y organización, lo que no es fácil de lograr bajo regímenes muy represivos.
Entonces insiste que usted no aspira a tener un cargo en ese futuro Irán.
Mi objetivo es no centrarme en los individuos, sino en las instituciones. No tengo problema si mañana, la gente todavía insiste en decir que tal vez necesiten un líder simbólico por encima de refriegas, que suele ser lo que se supone que los monarcas constitucionales representan.
¿Qué le parecen llamamientos como los que se ha escuchado a políticos socialistas europeos, como José Luis Rodríguez Zapatero, de crear una «alianza de civilizaciones» con el irán de los ayatolás?
Hasta el día de hoy, lamentablemente todavía hay algunos en Occidente que piensan que se puede lograr un cambio de conducta en el régimen. Sea mayor o menor el grado de presión y sanciones al régimen, este no puede cambiar inherentemente su comportamiento porque en el momento en que lo hace, ya no es lo que es. Ellos siempre intentan jugar el mismo juego, con la esperanza de que alguna administración en un país sea más débil que la anterior y, por lo tanto, los presione menos. Juegan a dividir, como tan bien lo han hecho todos estos años. Occidente tiene que entender que la gente en Irán quiere completar ellos mismos el cambio de sistema.
¿Qué cree que busca el régimen con el apoyo prestado recientemente al chavismo en Venezuela?
Si nos fijamos en los estatutos de la Guardia Revolucionaria y en la filosofía general del régimen, su prioridad es exportar la revolución. Exportar significa más allá de sus fronteras, ¿no es así? No están contentos con tener una revolución solo para ellos. No es Corea del Norte, aislada en sí misma. Los norcoreanos no intentan exportar una ideología comunista. Para el régimen en Irán, Venezuela sería un satélite. Ya no es solo Hizbolá en Líbano o Siria. Su presencia ya se deja notar en el continente americano. No solo los iraníes se ven perjudicados. También son los sirios. También los iraquíes, los libaneses y, por supuesto, los venezolanos, como los colombianos y cubanos. Saben muy bien que quieren plantarse donde puedan incomodar a EE.UU. y a Europa.
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