Varios países europeos han utilizado sus ejércitos como apoyo logístico para hacer frente al COVID-19, pero España, uno de los más afectados por la pandemia, está empleando la disciplina militar para un proceso que, según los expertos en salud, resulta clave a la hora de frenar la propagación del virus: el seguimiento de contactos.
Reuters
En cinco bases militares de Madrid, 150 soldados voluntarios pasan sus días llamando a personas que han sido diagnosticadas con COVID-19, creando un mapa de las interacciones sociales recientes de los contagiados y pidiendo a los potencialmente infectados que se queden en casa.
“Intentamos inculcarles la idea de que su ayuda es vital para poner fin lo antes posible al caos que estamos viviendo este año”, explica el teniente Héctor Sánchez en la base militar de El Goloso, en las afueras de Madrid, donde está a cargo de 30 rastreadores.
“No podemos comprobar si la gente está haciendo su parte y aislándose. Queremos pensar que sí, pero obviamente no podemos controlar a la gente”, apunta.
Con 741 infecciones de COVID-19 por cada 100.000 personas, Madrid es el epicentro de uno de los peores brotes de Europa occidental. España ha reportado casi 836.000 infecciones acumuladas y 32.562 muertes desde el inicio de la pandemia en marzo.
De los 2.000 efectivos que el Gobierno nacional ha ofrecido para reforzar las labores de rastreo, 1.783 han sido asignados a 15 de las 17 regiones de España, según dijo el jueves el ministro de Sanidad, Salvador Illa, en una conferencia de prensa.
España ha realizado más de 10 millones de pruebas de hisopado, pero los expertos en salud pública dicen que las pruebas por sí solas no son suficientes, y enfatizan la importancia del rastreo de contactos, una estrategia utilizada para interrumpir la transmisión de enfermedades infecciosas desde hace décadas.
A nivel nacional, se está identificando un promedio de tres contactos por cada persona que da positivo, según el Instituto de Salud Carlos III, con sede en Madrid.
Es difícil identificar el origen de un brote en una zona poblada como la capital de España y una persona contagiada podría infectar a dos o tres más, explica Sánchez, por lo que su equipo tiene que actuar con rapidez.
“Nuestro trabajo es evitar que se extienda a tres personas más, porque entonces es una cadena sin fin”, asegura.
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