Argentina estaba el sábado al borde de cruzar la barrera de los 700.000 casos positivos de coronavirus, luego de ver crecer las infecciones en los últimos meses, primero en Buenos Aires y sus alrededores y luego en otras provincias.
Según un informe del Ministerio de Salud, hasta el viernes por la noche había 15.208 muertos y 691.235 infectados, una cifra que crecería mucho más luego de que la provincia de Buenos Aires anunciara un cambio en su sistema de registro de casos.
Después de casi siete meses de cuarentena para intentar contener el coronavirus, el gobierno de la provincia de Buenos Aires, la más rica y poblada del país, anunció el viernes que comenzará a cruzar datos de tres fuentes diferentes y admitió que hay 3.523 muertos más que los informados hasta ahora.
“En pandemia nosotros vamos a seguir con una realidad disociada, vamos a seguir recibiendo todos los días partes de gente que muere por COVID que en realidad murió hace dos meses”, dijo el viernes Daniel Gollan, ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires.
Argentina, que atraviesa una grave crisis económica, inició una estricta cuarentena a inicios de marzo para contener los contagios de COVID-19, que ha ido flexibilizando con el paso del tiempo, habilitando las reuniones de hasta 10 personas al aire libre, con distancia de dos metros y uso de mascarilla.
También permitió a los restaurantes y bares de Buenos Aires colocar mesas afuera, lo que llevó a las plazas y calles de la ciudad a colmarse de personas deseosas de recuperar algo de la intensa actividad social que caracteriza a los argentinos.
En un principio, el país fue una de las historias de éxito de la región, pero vio crecer los casos en los últimos meses.
“En este momento Argentina está con un número total de casos de un poquito más de 600.000 y la tasa de letalidad sigue siendo baja, pero el número, lamentablemente, de pacientes fallecidos va en aumento, lo que significa que estamos todavía con una circulación intensa del virus en la comunidad”, dijo el doctor Eduardo López, infectólogo y asesor presidencial en la pandemia.
Carlos Landa, un arqueólogo e investigador de 45 años de la ciudad de Buenos Aires que contrajo el coronavirus junto a su pareja, dijo a Reuters que los principales síntomas que tuvo fueron congestión y pérdida del olfato, mientras preparaba el desayuno y molía café, cuyo aroma no podía sentir.
“Es intenso el tratamiento con el caso sospechoso porque como que la humanidad se corre un paso, es fuerte (…) El ser humano, nosotros, somos una especie totalmente socializada, no existimos si no estamos en sociabilización, entonces ya toda una enfermedad que implica ir en contra de una costumbre que tenemos arraigada como especie es muy duro”, dijo Landa.
Y contó, con sorpresa, que la gestión de su caso y el de su pareja fue diferente a pesar de convivir en la misma casa y en la misma ciudad. Ambos fueron el mismo día a hacerse el hisopado, pero uno pudo hacerlo y el otro no al tener distintas coberturas de salud.
“Me parece que en todo esto que está sucediendo el signo es el de la incertidumbre, todo es incierto y están construyendo sobre lo incierto”, reflexionó. “Hay un desfasaje protocolar (…) El mismo sistema de salud nacional debería homogeneizar, esté en manos privadas o manos públicas”, concluyó.
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