Meses antes de entregarse a la justicia, Pablo Emilio Escobar Gaviria, jefe máximo del Cartel de Medellín, se encontraba en una de las caletas que usaba para esconderse de las autoridades. Era la hora del almuerzo y había terminado de contestar las cartas más importantes de la numerosa correspondencia que recibía a diario, una práctica recurrente en su día a día.
Después de comer su plato favorito, arroz con huevo y pedacitos de plátano maduro sofritos, decidió no ir a escuchar las noticias en la radio como lo hacía todos los días. Esa tarde se quedó en la mesa conversando con uno de sus sobrinos, Nicolás Escobar, que lo acompañaba en su escondite.
La conversación giró en torno de la muerte, y de qué hacer si “el enemigo”, es decir, las fuerzas policiales del Estado colombiano, los encontraban en alguna de sus caletas. Pablo estaba particularmente conversador, reiteraba que lo más importante era no dejarse coger, tener claras las salidas y los lugares para esconderse, huir a las caletas rápidamente y si no se alcanza a hacerlo “de una, tiro en el oído que así no falla”, y mirando a su sobrino repetía: “Jamás hay que darles la oportunidad de que nos agarren”.
Nicolás escuchaba a su tío con atención, en ese momento Pablo Escobar no solo era el narcotraficante más grande del mundo, sino que estaba ganando su guerra contra el Estado, en su haber ya estaban los asesinatos de figuras tan importantes para el país como el ministro de Justicia Rodrigo Lara Bonilla, el director del periódico El Espectador Guillermo Cano, el procurador Carlos Mauro Hoyos, el comandante de la Policía de Antioquia Valdemar Franklin Quintero y el candidato presidencial Luis Carlos Galán Sarmiento, entre otros tantos.
Sin embargo, el asedio de las fuerzas policiales encabezadas por el Bloque de Búsqueda era muy grande, y en su mente ya estaba rondando la idea de pactar con el Gobierno de César Gaviria, entonces presidente, una entrega voluntaria, con la condición de que lo dejaran adecuar su propia cárcel, la cual pasaría a ser conocida como “La Catedral” y en la que permaneció el capo entre el 19 de junio de 1991 hasta el 22 de julio de 1992.
La conversación siguió girando en torno a la muerte y es entonces cuando Nicolás le pregunta a su tío que en caso de morir dónde le gustaría que lo enterraran, cual sería su deseado lugar de descanso.
“Cuando yo me muera, me gustaría que mis restos quedaran metidos en la ceiba [un árbol típico de la zona] que está en toda la entrada de la Hacienda Nápoles. A mí me gustaría que la ceiba fuera mi última morada”, me dijo mi tío.
Esta inédita anécdota la cuenta el propio Nicolás Escobar en conversación con Infobae, reiterando que la historia con todos estos detalles nunca la había referido a ningún otro medio.
“Yo nunca dejé de pensar en eso que Pablo quería y nunca quedó testado”, reitera.
Dice que esto se lo contó a Juan Pablo Escobar, el hijo del capo colombiano, la última vez que lo vio hace más de 20 años en Bogotá. “Yo le dije, lo que quería tu papá era estar enterrado en la ceiba de Nápoles. ¿Por qué no organizamos y trasladamos los restos para la ceiba de Nápoles?”, pero a Juan Pablo no le interesó ese deseo de su padre.
“Él no es Escobar, ese es Marroquín”, dice Nicolás sobre el hijo de Pablo.
Tras la negativa, Nicolás siguió llevando presente ese deseo de su tío y finalmente pudo cumplirlo años después, ya que se quedó con algunos de los restos del capo de Medellín cuando estos fueron desenterrados en la exhumación que el 8 de noviembre de 2006 la familia de Escobar realizó para corroborar su teoría de que la muerte de Pablo había sido un suicidio.
“Cuando hice la exhumación, tenía muy presente el deseo de Pablo, pero pensaba: yo no me puedo llevar de acá todo el cuerpo. Entonces lo que hice fue que cogí una pequeña parte de los huesos de Pablo y me fui hasta Nápoles, abrí el hueco al lado de esa ceiba que Pablo quería y yo mismo le hice mi ritual en mi forma, sin ser cura, padre o absolutamente nada, pero le hice mi ritual para darle cumplimiento a su última voluntad”, le contó a Infobae.
Allí reposa todavía esa parte de Pablo Escobar, a la vista de todos los visitantes que hoy en día aún llegan a Nápoles, un lugar que fue epicentro de las extravagancias del capo colombiano, en donde tuvo un zoológico con animales exóticos como rinocerontes, elefantes, camellos, hipopótamos, cebras, jirafas, grullas, impalas, venados, dantas, canguros, flamencos, avestruces o una pareja de loras negras únicas en el mundo, y que actualmente es un parque natural temático para toda la familia.
Lo que enterró fue un huesito de su columna vertebral, pero aparte de eso Nicolás se quedó con otro huesito del oído, dientes, y pelo de la barba en la cual hay restos de sangre y pedacitos de su cerebro. Esto lo guarda como tesoros en su casa y aunque ha recibido ofertas de millones de dólares para venderlos dice que es su recuerdo de Pablo y que los usará para demostrar que su tio se suicidó.
“A Pablo no lo mataron, se suicidó”
Nicolás hoy es el anfitrión de varios canales en redes sociales donde está dedicado a “contar la verdad” en la historia de su tío Pablo Escobar. En su casa, una hacienda ubicada en Antioquia, tiene un museo con parafernalia de los años de gloria del Cartel de Medellín, como el carro donde le hicieron el primer atentado a su tío en 1982 y la avioneta que coronaba la entrada de la Hacienda Nápoles, la cual sostiene que es la verdadera pues la que tumbaron las autoridades, era una réplica.
Desde su canal en youtube “Soy Escobar, La Historia Continúa” sigue manteniendo viva la teoría del suicidio de Pablo, que es defendida por toda la familia del capo de la droga colombiano.
Él se apoya en lo que encontraron cuando exhumaron el cadáver de Pablo hace 14 años, motivados por saber no solo si a su tío lo habían matado a balazos mientras huía por los tejados de la casa donde se escondía en Medellín, como cuenta la historia oficial, sino si ese que estaba enterrado ahí era Pablo Escobar.
Esa versión “no tanto amañada sino obligada” por la conveniencia del Gobierno de ese entonces, siempre levantó duda para Nicolás, quien en el momento en que muere su tío, el 2 de diciembre de 1993, estaba escondido en España.
“Para mí siempre se sintió ese desasosiego por la muerte de Pablo, no sabía si el cuerpo que estaba ahí era de él o no. También se tejía dentro de mí durante todos esos años esa frase que siempre acompañó a Pablo, la de “prefiero una tumba en Colombia que una cárcel en los Estados Unidos”, afirma.
Cuenta otro detalle inédito: no fueron una sino dos exhumaciones. La segunda, que no se le mostró a la opinión pública, fue revelada en días recientes en el canal de youtube de Nicolás y cuyas imágenes le fueron suministradas a Infobae por el sobrino del capo.
“Lo que más me interesaba y lo que la gente no se dio cuenta, era poder revisar el cuero cabelludo de Pablo, lo poco que quedara de la piel del oído del lado derecho y el hueso del oído”, dice.
Una vez desenterrado el cuerpo para Nicolás el resultado era claro, asegura: Pablo se había suicidado.
“En los restos se muestra la entrada de un tiro totalmente lineal en el oído derecho saliendo del oído izquierdo. Eso me entrega la tranquilidad de que la palabra de Pablo siempre fue hasta el día de su muerte”, sentencia Nicolás.
Además, afirma que a través de los años se ha dedicado a hablar con testigos directos de la muerte de Escobar, miembros del Bloque de Búsqueda, los miembros del Cartel de Cali que en ese entonces integraban Los Pepes junto con el jefe paramilitar Carlos Castaño y otros exaliados de Pablo que le habían declarado la guerra.
Uno de esos testimonios de un exmiembro del Bloque de Búsqueda confirma la teoría del suicidio y Nicolás lo narra así:
“Nosotros vimos cuando su tío sale a la parte de afuera del tejado de la casa donde estaba resguardado. Nos cagamos del susto cuando vimos a Pablo y no fuimos capaces de levantar el arma para apuntarle. Él nos ve, nos hace con la mano una “V” de victoria, se ríe y se pega un tiro en el lado de derecho (no me dice en el oído) y cae”.
Sobre la teoría de que la ubicación del escondite de Pablo fue revelada por Gustavito Escobar, alias “El Negro”, otro de sus sobrinos, a Los Pepes, Nicolás dice que es una total mentira, y que la exreina de belleza Aura Rocío Restrepo, examante de Gilberto Rodríguez Orejuela el capo de Cartel de Cali, quien la publicó en su libro “Ya no quiero Callar”, solo quiere ganar fama con esa historia.
“Lo que ella estaba intentando desvirtuar era que “El Negro” o Gustavito Gaviria era la persona que había entregado a Pablo porque era el único que sabía dónde vivía, pero eso es mentira. Nadie, absolutamente nadie, que no fueran sus propios caleteros -quienes lo acompañaban-, sabían dónde estaba Pablo resguardado”, afirma tajantemente.
Dice además que a Gustavito no lo matan Los Pepes, sino una persona que se lo encuentra por casualidad y que era novio de una exnovia de él. A ese tipo “El Negro” le había secuestrado a la mamá por haberse metido con una de sus mujeres y cuando este lo reconoce de la rabia le pegó un tiro.
“Gustavito muere sin saber si quiera quien le disparó”, sostiene Nicolás.
La última charla con Pablo
El 17 de mayo de 1993, Nicolás Escobar estaba prisionero del Bloque de Búsqueda y era objeto de torturas. Ese día, fue la última vez que se vio y habló con su tío, quién intercedió para lograr que le protegieran la vida y lo liberaran.
“A mí me secuestra la Policía en un restaurante en Medellín, me captura y me torturan durante 7 horas, dos de las personas que estaban conmigo los picaron con motosierra a mi lado. Yo tuve la oportunidad de salir vivo de eso, me dejaron en un sitio donde me facilitan un teléfono y de ahí me comunico a una de las líneas que siempre tenía consigo Pablo de su teléfono satelital, no se me olvidan: 3280191 y 3280194”, relata.
Cuando logra contactar con Escobar le dice: “Tío, me tenían secuestrado. Ya me soltaron”
A las pocas horas el capo de Medellín recogió a su sobrino en un Renault 4 color beige en un punto de El Poblado, un barrio de clase alta de la ciudad.
Al llegar al sitio donde estaba escondido ese día, Escobar le cuenta a su sobrino lo que cita ahora con palabras textuales: “Yo llamé a la Presidencia de la República y les dije, les doy cuatro horas para que suelten a mi sobrino, porque si no la guerra no era contra el Gobierno, sino contra los hijos de todos los políticos”.
Según supo después Nicolás, no pasó ni media hora antes de que sus captores lo liberaran.
El sobrino de Escobar dice que seguirá usando su canal de Youtube para desmentir muchos mitos y mentiras que se han tejido en el trascurrir de los años sobre el capo del Cartel de Medellín y que insistirá sobre todo en develar la verdad sobre su muerte, porque según afirma a Pablo no lo mató el Estado, sino que murió por su propia mano y en su ley, cumpliendo su palabra de preferir una tumba en Colombia que una cárcel en los Estados Unidos.
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