El nuevo mandatario pone fin a quince años de gobiernos del Frente Amplio (FA), gracias a una “coalición multicolor”. Lacalle Pou, del Partido Nacional, ganó la Torre Ejecutiva en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales del 24 de noviembre aupado por los cinco partidos de su “coalición multicolor”, remontando así la derrota sufrida en la primera ronda del 27 de octubre, en la que se impuso Daniel Martínez, del Frente Amplio.
Por Infobae
El de Lacalle Pou no será el primer gobierno de coalición de Uruguay. Tras la dictadura militar (1973-1985), los partidos tradicionales comenzaron a colaborar. El dirigente ‘nacional’ Wilson Ferreira le ofreció «gobernabilidad» al presidente electo, Julio María Sanguinetti, del Partido Colorado. Ya en 1990, Luis Alberto Lacalle, padre de Lacalle Pou, invitó a los ‘colorados’ a una «coincidencia nacional».
El primer gobierno de coalición ‘stricto sensu’ se forja en 1995, con Sanguinetti repitiendo como presidente y con Alberto Volonté, del Partido Nacional, como portavoz. Su sucesor, Jorge Batlle, también gobernó con el apoyo del Partido Nacional y de la Unión Cívica, sí como del Nuevo Espacio, de corte socialdemócrata, pero la creciente popularidad del Frente Amplio acabó con la convergencia en el centroderecha.
Obligado por el resultado del 27 de octubre, Lacalle Pou se ha esforzado por reeditar un gobierno de coalición que estará integrado por las dos formaciones históricas de Uruguay, el conservador Partido Nacional y el centrista Partido Colorado; por el también conservador Partido de la Gente; y por el Partido Independiente y Cabildo Abierto.
“Es un grupo apenas unido políticamente que se formó tras la primera vuelta de las elecciones presidenciales”, por lo que, aunque es cierto que “sus partidos comparten una ideología conservadora, aún se ven como rivales”, ha explicado el ‘think tank’ Global Americans. Precisamente por eso, Lacalle Pou se ha esforzado estos meses por hacer un reparto equilibrado de carteras. El principal fichaje es el líder ‘colorado’, Ernesto Talvi, como ministro de Exteriores, mientras que el jefe del Partido Independiente, Pablo Mieres, se hará cargo de Trabajo
Sin embargo, tanto el Partido de la Gente como Cabildo Abierto han optado por apoyar a Lacalle Pou sin asientos en el Consejo de Ministros, aunque sí han aceptado puestos menores en ministerios y entidades públicas.
Lacalle Pou incluso ha tendido la mano al Frente Amplio, que ahora ejercerá de líder de la oposición, ofreciéndole más de 30 cargos en distintos organismos, lo que ha generado fricciones internas en la coalición izquierdista.
El ministro de Defensa será el senador ‘nacional’ Javier García, pero escalafón abajo la mayoría de los cargos estarán ocupados por miembros de Cabildo Abierto, lo que hace prever un giro militarista.
El virtual subsecretario de Defensa, Rivera Elgue, de Cabildo Abierto, ha protagonizado una reciente polémica por decir que si las Fuerzas Armadas hubieran actuado mal durante la dictadura militar habría más desaparecidos. Según él, solo hubo 32, pero no tuvo en cuenta a las víctimas del Plan Cóndor.
El próximo secretario de la Presidencia, Álvaro Delgado, tuvo que aclarar que Lacalle Pou no comparte la opinión de Elgue, mientras que Manini Ríos defendió que «es muy grave e inaceptable cualquier número de desaparecidos, así hubieran sido tres». «Esa es la posición de Cabildo Abierto», zanjó.
ECONOMÍA Y SEGURIDAD
Al margen de las pugnas intestinas, los principales retos de Lacalle Pou serán el impulso económico, atajar la creciente criminalidad y atraer el talento y el dinero extranjeros, algo en lo que ‘a priori’ habría consenso entre los socios de Gobierno, de acuerdo con ‘Americas Quarterly’.
Uruguay ha crecido a una media anual del 4,3 por ciento, pero al mismo tiempo ha acumulado un déficit fiscal del 4,8 por ciento, el más alto en 30 años, por lo que será uno de los campos de batalla de Lacalle Pou, que también se propone adelgazar el Estado ahorrando 900 millones de dólares y liberalizar el sector energético.
En términos sociales, cada vez más uruguayos están preocupados por la inseguridad ciudadana. En 2018, la criminalidad se disparó un 46 por ciento, con 414 homicidios frente a los 283 de 2017, lo que hizo de este tema uno de los ejes de la campaña electoral.
El que será ministro de Interior, el senador ‘nacional’ Fernando Larrañaga, aboga por una política de ‘mano dura’. Promovió el referéndum de 2014 para reducir a los 16 años la edad mínima de responsabilidad penal y otro en 2019 sobre el plan ‘Vivir sin Miedo’, con el que pretendía crear una Guardia Nacional y la cadena perpetua revisable. En ambos ganó el ‘no’.
Lacalle Pou no apoyó el plan ‘Vivir sin Miedo’, si bien el hecho de que haya repescado a Larrañaga para su Ejecutivo podría anticipar una política similar. «Un reducción de la criminalidad podría ser una forma de retener el apoyo, incluso si otras áreas de gobierno no tienen resultados significativos», señala ‘Americas Quarterly’, que recuerda la popularidad de presidentes como Jair Bolsonaro en Brasil o Nayib Bukele en El Salvador que han apostado por este enfoque.
Por último, el presidente electo ha avanzado que intentará convertir a Uruguay en un imán para extranjeros con talento y dinero. En concreto, persigue a 100.000 argentinos que pretende seducir con ventajas fiscales y facilidades a la residencia. El ex presidente José Mujica ya le ha afeado la idea: «En vez de traer 100.000 cagadores argentinos, preocupémonos de que los nuestros inviertan acá».
EL FIN DE UNA ERA
El regreso de la derecha al poder de la mano de Lacalle Pou, que no solo será el primer presidente conservador en quince años, sino el primero del Partido Nacional desde su padre, marcará también el fin de una era dominada por el Frente Amplio.
Los tres lustros del FA, uno con Mujica (2010-2015) y dos con Tabaré Vázquez (2005-2010 y 2015-2020), han estado marcados por las conquistas sociales. La pobreza ha pasado del 40 al 8 por ciento, se legalizó el matrimonio homosexual y la adopción por parejas del mismo sexo, así como la producción, la venta y el consumo de la marihuana, una medida pionera a nivel mundial.
Ahora, la coalición izquierdista, que aúna desde ex guerrilleros tupamaros como Mujica a democristianos, tendrá que transitar a la oposición, a donde ha llegado por el desgaste natural y las promesas incumplidas –coinciden los analistas políticos–, y encontrar un nuevo líder para esta etapa.
La ventaja de Uruguay ante este cambio histórico, según ‘Americas Quarterly’, es que “el nivel de polarización es bajo”, por lo que “aunque haya graves desacuerdos no deberían llevar a las políticas divisivas que se han visto en otras partes de la región y del mundo”.
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