El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, ha criticado al resto de los poderes del Estado en redes sociales casi desde que tomó posesión en junio, pero este domingo pasó a la acción, y es que con su rostro más autoritario, irrumpió en la Asamblea acompañado de un grupo de soldados, según reseñó El País.
Bukele, que no cuenta con un solo diputado, se sentó en la silla del presidente del Congreso y ordenó el inicio de la sesión, amparado, dijo, por un derecho divino. Más tarde, desde la calle, ante miles de seguidores —50.000 según el mandatario y 5.000 según la prensa independiente— habló de “insurrección” y dio una semana de plazo a los diputados para que aprobaran un crédito de 109 millones de dólares, clave para financiar la estrategia de seguridad en una de las naciones más violentas del mundo. La oposición exige la intervención de la Organización de Estados Americanos (OEA) para frenar lo que considerado un “autogolpe de Estado”.
En febrero de 2019, el telegénico Bukele logró una abrumadora victoria, que no necesitó de segunda vuelta, al derrotar al histórico FMLN, heredero de la guerrilla, que gobernó en el país los últimos ocho años. Desde entonces gobierna enfrentado a una Asamblea controlada por la oposición, situación que puede dar la vuelta en las elecciones de 2021 en las que las encuestas auguran una abultada victoria. Durante una entrevista telefónica, Bukele da una semana de margen a la bancada opositora para que apruebe el crédito e insiste en que cuenta con todos los apoyos para tomar «el control de todo». El mandatario insiste en que es un factor de moderación entre quienes le piden ir más allá.
Ante la pregunta que le hace el periodista Jacobo García: ¿Cómo explica su llamado a la insurrección?, el jefe de Estado contesta “hay que tener en cuenta la situación (de violencia) que vive El Salvador, algo que en España sería impensable. El año pasado tuvimos 50 homicidios por cada 100.000 habitantes, y eso que nosotros logramos bajarlos a la mitad en los seis meses que estuvimos de Gobierno, si no la situación sería desesperada. En el Gobierno anterior hubo 130 homicidios por 100.000 habitantes y la gente está desesperada. Y no por mí, que tengo seguridad privada, sino para el 90% de la población. Pero le digo una cosa, El Salvador es de los pocos países de América Latina en los que no hay gente protestando en las calles, porque hay tranquilidad social pero no tranquilidad criminal y la población está pidiendo que se actúe. Hoy (domingo) había más de 50.000 personas en la calle y no hubo ni un vidrio roto. Cuando pedí calma, la población me gritó: “No, no, no…” La gente me gritaba insurrección. Hay gente que nos apoya y que ahora me reclama en las redes que los dejé abandonados o que no tienen líder. No son la mayoría pero hay gente que lo dice”.
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