El canciller de Rusia, Serguei Lavrov, llegó a Caracas dispuesto a manifestar su apoyo irrestricto a la revolución bolivariana. Estas son las palabras justas que Nicolás Maduro necesitaba escuchar después de sufrir durante 20 días la exitosa gira internacional de Juan Guaidó.
El principal aliado global del chavismo, fundamental para mantener al presidente pueblo en el poder, se mostró dispuesto a combatir sin limitaciones la promesa de Donald Trump de aplastar la tiranía.
Lavrov cumplió a rajatabla sus dos papeles, pese a lo corto de su estancia. Hizo de policía malo, enseñando los dientes y criticando duramente a Washington.
Y también de bueno, hablando de diálogo como única forma de solucionar la crisis del país. Por eso se entrevistó con los miembros de la mesa de diálogo nacional, integrada a medida desde el Palacio de Miraflores, la sede del gobierno, para mantener el status quo actual.
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Apoyo ruso
«Apoyo irrestricto, sin duda. Los rusos han demostrado tener menos recursos, pero ser más audaces, aprovechando las inconsistencias en la política de Estados Unidoshacia Venezuela. Washington sí quiere sacar a Maduro, pero se han dado cuenta tarde y mal del trascendental apoyo ruso y han sido inconsistentes en su proyección de las presiones. No puedes tener halcones desbocados sin una decisión atrás de aplicar la fuerza ni tampoco puedes confiar en mecanismos pacíficos si sabes que la contraparte es maximalista, apoyada por Cuba y Rusia», resume el historiador cubano Armando Chaguaceda, experto en revoluciones.
La visita de Lavrov confirma que Rusia está dispuesta a continuar su esfuerzo geopolítico en contra de Estados Unidos utilizando la crisis en Venezuela.
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También aprovechando las oportunidades económicas que le ha venido otorgando Maduro.
La gran incógnita es si ese apoyo continuará en el caso de que Estados Unidos decida aumentar sus sanciones.
«Para Rusia, preservar su acceso al mercado estadounidense sigue siendo mucho más importante que sus actividades económicas en Venezuela, por lo que pronto tendría que decidir si prioriza la geopolítica por encima de sus beneficios económicos», contrasta desde Washington el internacionalista Mariano de Alba.
El regreso de Lavrov a América Latina ratifica que Rusia disfruta de sus mejores momentos en el patio trasero de su enemigo histórico.
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Como si se tratara de un rock star de gesto adusto y colmillo económico muy afilado, Rusia ha demostrado que su principal objetivo es que sus aliados se mantengan en el poder y sacar el máximo provecho financiero y geopolítico.
La influencia rusa es tan evidente que incluso ha marcado el desarrollo del desafío de Guaidó y la oposición democrática contra la revolución bolivariana.
Elliott Abrams, representante especial de Estados Unidos para Venezuela, reconoció en enero que la alianza de Maduro con Rusia fue el factor clave para que el «hijo de Chávez» se atornillara en el poder.
«Si hemos cometido un error, ese fue subestimar la intensidad de su apoyo», confesó.
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La cabeza de Guaidó
Una vez frenada la ofensiva, los rusos se han dedicado a consolidar su poder en Venezuela. Su última exigencia a Maduro fue la cabeza de Guaidó, lo que causó en enero la operación de asalto al Parlamento.
Millones de dólares repartidos entre diputados traidores, toma militar del Palacio Legislativo, fuerza bruta de los paramilitares y la imposición chavista saltándose la Constitución.
Además se sumó la configuración de una junta directiva fraudulenta al servicio de Maduro y de sus aliados, con los rusos a la cabeza.
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Moscú pretende que este falso Poder Legislativo apruebe los convenios petroleros puestos en marcha con Rosneft.
«El mantenimiento del apoyo a Maduro llega en un momento clave, así como el refuerzo de las relaciones con Cuba y lo que vaya a pasar con México, considerando que en el bloque de poder hay admiradores de Putin que no quieren impactar la política cautelosa y de buena relación que han tenido López Obrador y Trump», puntualiza Chaguaceda.
Para este historiador es sintomático que en una creciente hostilidad entre Moscú y Washington se produzca el reposicionamiento ruso en México.
«Y que además coincide con el viaje del secretario de Estado, Mike Pompeo, a Ucrania. Es un poco como devolver el golpe», sentenció.
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