Después de los funerales y de enterrar a varias de las mujeres y niños estadounidenses asesinados por un cártel del narcotráfico en una emboscada, los residentes de La Mora, una aldea de alrededor de 300 habitantes, tienen que enfrentar el miedo provocado por los ataques en una comunidad muy unida.
«No me siento seguro aquí, y no me sentiré, porque la verdad es que no estamos seguros aquí como comunidad”, dijo David Langford entre lágrimas al dirigirse a los asistentes al sepelio de su esposa, Dawna Ray Langford, el jueves. Los residentes de La Mora se consideran “mormones” aunque no están afiliados a la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días.
La Mora carece de la presencia de autoridades, al menos hasta que la masacre del lunes hizo que las fuerzas estatales y federales se desplegaran en la zona para proteger a los dolientes. El tiempo que permanezcan allí será crucial para determinar el futuro de la aldea.
«Estamos aquí en las montañas, no tenemos acceso a las autoridades, o muy, muy poco”, añadió David Langford.
Soldados mexicanos hicieron guardia durante los entierros del jueves, un recordatorio de los peligros que enfrentan al vivir en un territorio que se disputan dos cárteles de la droga.
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El primer funeral fue por una madre y sus dos hijos, que fueron sepultados en ataúdes de madera de pino tallados a mano en una sencilla tumba excavada en el rocoso suelo. En mangas de camisa, con trajes o vestidos modestos, alrededor de 500 dolientes mostraron su dolor por la tragedia bajo carpas blancas. Algunos lloraban mientras otros entonaban cantos.
Los asistentes al sepelio pasaron junto a los cuerpos para darle el último adiós a Dawna Ray Langford, de 43 años, y a sus hijos Trevor, de 11, y Rogan, de 2.
Los tres fueron sepultados juntos, como que fallecieron el lunes, cuando los pistoleros dispararon una lluvia de balar contra su camioneta cuando circulaban por un camino sin pavimentar rumbo a otro asentamiento, la Colonia LeBarón, en el vecino estado de Chihuahua. Seis niños y tres mujeres fallecieron en la emboscada contra el convoy de tres autos.
En una dura y emotiva ceremonia, los familiares relataron los valientes intentos de rescatar a sus seres queridos luego del ataque y cómo algunos de los niños caminaron kilómetros por las montañas para volver a la comunidad, situada a unos 110 kilómetros (70 millas) al sur de la frontera con Arizona.
Para muchos, la masacre parece demostrar una vez más que el gobierno ha perdido el control de vastas zonas de México ante los narcotraficantes.
Y puso en duda la estrategia de seguridad del presidente, Andrés Manuel López Obrador, que se centra en tratar de resolver los problemas sociales subyacentes en lugar de combatir a los cárteles con la fuerza militar.
“Ahora este lugar se va a convertir en un pueblo fantasma”, dijo Steven Langford, exalcalde de La Mora y hermano de una de las fallecidas, Christina Langford. “Muchas personas se van a ir”.
Fuente: AP
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