Para entender lo que ha ocurrido y sigue pasando en Venezuela, es preciso analizar enfoques que, más allá de lo político, imperan y rigen el mundo criminal. Una primera premisa es que a lo largo de la historia se repite con matemática certeza un fenómeno extraño pero comprensible: organizaciones de la sociedad que se armaron para proteger al débil de señores feudales o gobiernos autoritarios evolucionan para convertirse en organizaciones de delincuencia organizada.
Por Marcos Tarre Briceño / Infobae.
Esto sucedió en épocas pasadas con las “Triadas” en China, la “Cosa Nostra” en Sicilia, los “Yacuza” en Japón; y en nuestra región en tiempos más recientes, con las FARC colombianas. Estas mutaciones han podido tardar siglos, como con las organizaciones asiáticas o décadas como para las FARC; pero ese mismo fenómeno ocurrió muy acelerado en Venezuela a partir del año 2013, cuando muere el presidente Hugo Chávez y dirigentes pertenecientes a diferentes tendencias del partido oficialista PSUV asumen las riendas del Poder.
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No se trataba en este caso de grupos que tenían armas para defender al débil; sino de tendencias o parcialidades que coexistían de manera legítima y legal dentro del abanico de fuerzas que conformaban el partido gobernante PSUV y que manejaba y controlaba el líder indiscutible Hugo Chávez. Estas personas y sus seguidores o aliados políticos consolidan su propio espacio, sus feudos o grupos y de forma acelerada, perdiendo fundamentos ideológicos y buscando únicamente el lucro personal y mantener a toda costa sus cuotas del Poder, han mutado a lo que internacional y modernamente se conoce como operadores de “crimen organizado”.
Para la Unión Europa, la Delincuencia Organizada Trasnacional se define y caracteriza por:
– Colaboración de más de dos personas
– Actuación prolongada en el tiempo
– Comisión de delitos graves
– Búsqueda de beneficios o de poder
Y al menos dos los siguientes indicadores:
Reparto especifico de tareas
Uso de algún tipo de control interno
Extensión al ámbito internacional
Uso de la violencia
Blanqueo de capitales
Uso de estructuras económicas o comerciales
Corrupción de autoridades públicas o empresas
Una segunda premisa del mundo criminal consiste en que es mucho más rentable y conveniente llegar a acuerdos y pactos para repartir negocios o territorios entre las organizaciones delictivas que enfrentarse en guerra internas. El mayor ejemplo es quizás la creación en los años 30 del siglo pasado de “La Comisión” a instancias del famoso gánster Lucky Luciano para dirimir cualquier diferencia entre las cinco familias de la mafia italoamericana que dominaban el crimen en Nueva York y se la pasaban enfrentándose en inútiles y sangrientas guerras. La Comisión fue una especie de “Consejo de Administración” que supervisó las actividades de la Mafia norteamericana y servía de mediadora cuando surgían conflictos entre las diferentes “familias”.
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En el caso venezolano, la evolución fue distinta. Los jefes de cada feudo desempeñaban altos cargos burocráticos o partidistas y ya tenían sus propias estructuras, organizaciones y seguidores. En vida, Hugo Chávez jugaba y manipulaba los diferentes intereses o presiones de esos grupos y lograba mantener el equilibrio o desplegaba su liderazgo para imponer una dirección que sería acatada por todos. Pero con su ausencia todo el entramado revolucionario estaría en potencial peligro.
Durante los diferentes periodos de tratamiento en La Habana, Fidel Castro tuvo a su alcance y disposición a un enfermo y debilitado Hugo Chávez para influir sobre la escogencia de su sucesor; y por supuesto que este mantuviera todos y cada uno de los acuerdos y ayudas suscritas con Cuba. En un de las salas especialmente habilitadas para el paciente en el CIMEQ, en el barrio de Siboney, Castro le habría dicho:
-Hugo Rafael, óyeme tú, este muchacho Nicolás… Es bueno, te es muy leal…
-Si, pero es un poco bruto.
-Pero, chico, mejor así… Lo rodeamos con gente inteligente y listo.
-Puedo lograr que formalice su relación con Cilia. Ella es más comprometida ideológicamente, pero no es suficiente. Si allá empiezan a pelearse a dentelladas por el Poder, todo se va al carajo… Mi liderazgo deberá ser sustituido por acuerdos de interés común para todos. Fidel, necesito que tu gente nos ayude con eso.
-Hugo Rafael, chico, tú sabes que puedes contar conmigo para eso y para todo.
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El teniente coronel Hugo Chávez que además de una incuestionable “intuición política” poseía también lo que se puede llamar “intuición criminal” para sembrar las bases de todo el desastre que actualmente ocurre en Venezuela, incluyendo la evolución de sus sucesores a jefes de bandas de delincuencia organizada, fue muy claro en el último mensaje que pronunció al país designando a Nicolás Maduro como su sucesor, justo antes de partir hacia la muerte en Cuba:
“Si en algo debo insistir en esta nueva… en este nuevo escenario, en esta nueva batalla, en este nuevo trance, diría un llanero por allá… Bueno, es en fortalecer la unidad nacional. La unidad de todas las fuerzas populares, la unidad de todas las fuerzas revolucionaras, la unidad de toda la fuerza armada, mis queridos soldados, camaradas, compañeros… La Unidad del Ejército, mi Ejercito, mi amado Ejercito… La marina, mi amada marina… Digo esto porque… Bueno, los adversarios, los enemigos del país no descansan ni descansarán… ¿Cuál es nuestra respuesta? Unidad, unidad y más unidad. Esa debe ser nuestra divisa… La unidad, la unidad, la unidad…”
Una tercera premisa que se repite en el mundo de las organizaciones criminales, es que, una vez con éxito en una modalidad delictiva, es mucho más fácil reinvertir los recursos obtenidos para fortalecer la propia industria delictiva o incursionar en otras modalidades, más que tratar de legitimar los capitales. El tráfico de cocaína genera ingentes recursos, aunque sea sólo por fungir como facilitadores locales de los envíos de organizaciones internacionales. En Venezuela, a partir del año 2002, luego de que altos oficiales y jerarcas del gobierno se involucran en el tráfico de la cocaína de las FARC, empiezan también a desarrollar diferentes modalidades criminales, como el contrabando de gasolina, el microtráfico de cocaína, la reventa de productos básicos regulados, el tráfico de armas hacia las cárceles y otras.
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Una cuarta premisa del mundo criminal es que, luego de períodos de violencia, cuando se instaura lo que algunos expertos han llamado “pax mafiosa”, la violencia que generan sus actividades tiende a disminuir. Esto pareciera estar ocurriendo en los dos últimos años en Venezuela. Luego de un incremento incesante del índice de homicidios a partir de 1998, cuando ocurrieron 4.550 casos hasta registrar 28.479 en el 2016; en el año 2017 comienza un leve descenso que se acentúa el año siguiente, coincidiendo con las políticas de exterminio y de forzado acuerdo con las bandas criminales por el control del microtráfico de cocaína que imponen sectores del gobierno.
A estas premisas internacionales se añaden factores ya netamente locales. La izquierda democrática, la izquierda pensante que dominaba el mundo cultural venezolano y las universidades públicas, se fue separando gradualmente del chavismo al punto de que para la “Siembra del Comandante Eterno”, como los chavistas llaman la muerte de Hugo Chávez, sólo lo rodeaban incondicionales de poco talento, limitada formación, ambición desbocada, ningún principio ético, moral o democrático y desmesurado afán de lucro. En un arrebato de sinceridad, uno de ellos, Diosdado Cabello, en ese momento todopoderoso presidente de la Asamblea Nacional, en el 2013, confesó públicamente: “Él era el muro de contención de muchas de esas ideas locas que se nos ocurren a nosotros. Él imponía su liderazgo, su prudencia y su conciencia y nos evitaba actuar en muchas ocasiones con estas ideas locas nuestras. En la revolución, el cuerdo es el comandante Chávez, que nos ha enseñado. Nosotros hemos tratado de aprender con él…”
A diferencia de las familias que se repartiron las actividades criminales en Nueva York, que desde su origen se dedicaron a actividades ilícitas, las cuatro corporaciones o feudos que se reparten el “Botín Venezuela” nacieron como grupos con intenciones políticas o gremiales y evolucionaron rápidamente hacia organizaciones criminales. El “Botín Venezuela” es cuantioso. Una información publicada por el periodista venezolano Francisco Olivares en el 2017 señala que el monto manejado por las diferentes “mafias venezolanas” en los 18 años de gobierno chavista podría rondar los 800 mil millones de dólares.
La ya mencionada mutación también ocurrió porque durante sus gobiernos el teniente coronel Hugo Chávez se encargó sistemáticamente de corromper y premiar a corruptos y deshonestos como mecanismo para asegurar lealtades y debilitar la institucionalidad, disponiendo libremente y sin controles de la hacienda pública e incitando a sus funcionarios a “ensuciarse las manos” y hacer fortunas personales. Para el año 2013, cuando muere Hugo Chávez, los diferentes grupos que conforman las altas esferas del Gobierno ya estaban acostumbrados a tratar, negociar, asociarse y beneficiarse de negocios y grupos criminales con total impunidad.
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A estos factores se añade el desprecio del fallecido Hugo Chávez hacia los valores y principios democráticos: separación de poderes, libertad de prensa, elecciones libres, etc… Cuando Chávez era presidente su gobierno se podía calificar, de acuerdo con el lenguaje de los politólogos como de “Autoritarismo Competitivo”. Al asumir la presidencia Nicolás Maduro en el 2013 luego de unas cuestionables elecciones y usurpar la presidencia luego de las fraudulentas elecciones de 2018, rechazadas por la mayoría de los países democráticos del mundo, se pasa a un “Autoritarismo Hegemónico”, es decir en lenguaje más comprensible, a una moderna dictadura dura y cruel y del uso instrumental de la Delincuencia Organizada a funcionar como Estructuras de Delincuencia Organizada. Culmina así uno de los fenómenos político-criminales mas singulares de la historia: una nación pasa a ser gobernada abiertamente por el crimen organizado.
Cada uno de los grupos o feudos que existían durante los gobiernos de Hugo Chávez compitieron para afianzar su poder, mantener y crecer sus espacios, se fue desdibujando el componente ideológico y ya con Nicolás Maduro en la presidencia a partir del 2013, bajo el mantra del “culto al Comandante Eterno” se neutralizaron, eliminaron y apartaron a figuras que se hacían llamar “chavistas originarios” como Jorge Giordani, Rafael Ramírez, Alí Rodríguez Araque, Nelson Merentes, José Vicente Rangel y a la propia familia Chávez. Algunos cayeron o envejecieron, muchos se resignaron y otros se adaptaron a los nuevos tiempos.
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Entonces la mesa estaba servida para que los herederos políticos y militares que se afianzaran en el Poder se definieran por sus acciones, comportamiento y modus operandi típicos de la delincuencia organizada. Sin embargo, las redes y alianzas que tejieron no han dejado de transformase, mutar y evolucionar desde posiciones grupales con ideales a posiciones personales y grupales lucrativas y aún siguen en proceso de constante transformación para adaptarse a cualquier circunstancia que les permita aferrarse al Poder.
Para octubre de 2019 los cuatro grupos o feudos de delincuencia organizada que gobiernan a Venezuela son:
– La Cúpula, liderada por Nicolás Maduro, Cilia Flores y los asesores cubanos.
– El mal llamado “Cartel de los Soles” o para ser más precisos, el Alto Mando Militar de la Fuerza Armada Nacional Bolivariana.
– La tenebrosa “Corporación Siria” liderada por Tareck Zaidan El Aissami Maddah, Vicepresidente del Área Económica.
– La corporación familiar Diosdado Cabello.
Cada uno de ellos cumple con los estándares de la Unión Europea para ser calificados como grupo de delincuencia organizada.
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