Con el salario mínimo a un piso extremo de dos dólares, la situación del consumidor venezolano está en una de las etapas más críticas de su historia. Y si al menos tuviésemos el consuelo de decir que los productos se ponen a su altura, pero en realidad el costo de la vida parecería tener una ciudadanía distinta a la venezolana, y que no obstante, por tan altas cotas, no sería bienvenida en muchos países cercanos, en los que su salario mínimo equivale a 100 veces o más que el nuestro.
Por Freddy Omar Durán / La Nación
Este lunes, en algunas carnicerías se anunciaba con bombos y platillos la venta de la carne entre 38 mil y 40 mil bolívares el kilogramo, como si fuera una oferta irresistible; y no les falta algo de razón, pues esta llegó a escalar los 50 mil bolívares.
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Eso quiere decir que en un solo rubro de la canasta alimentaria ya fue superado el salario mínimo.
Y las alternativas proteínicas no se quedan muy atrás: a 38 mil el kilo de pollo; el kilo de queso a 30 mil, y a 30 mil el medio cartón de huevos, mientras que los granos andan a 5 mil el kilo -más o menos-, por lo cual tampoco le sirven mucho a los bolsillos para suplir la carne.
Por supuesto, para realizar esas compras se debe contar con mucho efectivo -pagar con tarjeta sigue incrementando el presupuesto-, o con pesos y dólares, que aunque son de mucha y libre circulación por el Táchira, ello no significa que abunden en el capital de la gran mayoría de los tachirenses.
Desde el “punto de vista” de los pesos, muy poco han variado los precios; no obstante, desde el “punto de vista” del bolívar, ya se está hablando de más de mil quinientos por ciento en lo que va del año.
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Alternativas: verduras
Y si no queda entonces otra que ser vegano, las perspectivas no son las más alentadoras. Las verduras más económicas pueden estar alrededor de los 5 mil bolívares, y si están escasas, en 10 mil bolívares o más; mientras las frutas ya superan los 10 mil bolívares.
En medio del bululú de los alrededores del Terminal se escuchaba el grito claro y contundente de una señora que prácticamente se lo decía a sí misma: “¡uy, aquí está muy caro!”. Pegando carreras, tal vez iba tras el mejor precio; pero no muchas esperanzas se le pueden dar a su cruzada para impedir que en su casa sus hijos y demás familiares mueran de hambre.
Definitivamente, el calificativo de barbaridad le cabe al costo de vida del venezolano. Recordemos que a los bárbaros se les adjudica la caída del Imperio Romano, y haciendo una forzada comparación, no cabe duda de que lo económico termine haciendo mella en la estructura política nacional.
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