La Cárcel de El Rodeo I, un centro penitenciario construido en los 80’s a las afueras de Caracas, es uno de los principales lugares de reclusión de los presos políticos en Venezuela. Ese edificio, pensado para albergar a delincuentes de máxima seguridad, actualmente tiene entre sus celdas alrededor de 60 personas detenidas por razones políticas.
Abogados y familiares lo describen como un inframundo donde no existen leyes ni mucho menos derechos. Allí las visitas son de 15 minutos, sin contacto físico y a través de un teléfono; las celdas, de dos metros cuadrados, son ocupadas por una letrina y una cama de cemento, totalmente a oscuras, sin acceso a luz natural.
La alimentación en ese lugar, «es lo más deprimente que he comido en mi vida» -dijo uno de los presos a su familiar en relación con la comida- que, según testimonios, es baja en contenido nutricional.
«Todos presentan una perdida importante de peso», señala uno de los abogados.
No permiten a los visitantes llevar comida y los artículos personales como crema dental, champú y jabones, deben ser ingresados en bolsas de plástico transparentes. Pueden salir al sol 1 hora al día y sin tener ningún tipo de interacción con otros presos.
Pero, ellos no gozan de estas precarias condiciones todo el tiempo. Así es como viven normalmente. Si el director de la cárcel, el teniente Coronel, Carlos Enrique Rincones Serven, alias «Tiburón», amanece de mal humor o recibe la orden de que sea distinto, todo puede empeorar.
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